DEIA: “Brumas y mares”
Asier Vallejo Ugarte
Palacio Euskalduna. 01-XI-2013. Temporada de la BOS. Leonel Morales, piano. Sinfónica de Bilbao. Director: Yaron Traub. Obras de Britten y Mendelssohn.
De tanto homenajear a Verdi, y un poco también a Wagner, casi hemos olvidado que en 2013 se celebra también el centenario del nacimiento de Benjamin Britten, que fue seguramente el más destacado e influyente compositor británico de la posguerra. Los Cuatro interludios de Peter Grimes no pueden dar cuenta (como la ópera de la que provienen) de su formidable intuición dramática, pero sí de su capacidad para poner música a unas atmósferas impregnadas de fatalismo: el mar como escenario ante el que se desnudan las inquietudes humanas. En cambio, se toca muy poco su Concierto para piano en Re mayor, op. 13, una obra juvenil y de resonancias marcadamente neoclásicas, puede que aún no del todo britteniana. Leonel Morales sacó a la luz sus matices más introspectivos, con un virtuosismo más interior que exterior, aunque con un sonido siempre pleno.
Fue muy buena la idea de programar, junto a Britten, a Mendelssohn, que en uno de sus diez viajes a Inglaterra fue recibido como el “profeta del nuevo arte”. En su primera visita a la isla, en 1829, recorrió Escocia junto a su amigo Karl Klingemann y descubrió una tierra en la que “todo parece duro y vigoroso, envuelto a medias en niebla, humo o bruma”. Allí le vino la inspiración para su obertura Las Hébridas y para una nueva sinfonía que tardaría cerca de trece años en ser estrenada. Eso sí, la Escocesa tuvo éxito desde el primer momento y nunca desde entonces ha dejado de tenerlo. En ella están esas nieblas, esos humos y esas brumas de las que hablaba Mendelssohn, pero no delineadas, sino imaginadas, evocadas, insinuadas. Tampoco hay citas literales de temas tradicionales escoceses, no las necesita. Es de esas sinfonías que siempre es una alegría volver a escuchar. Y cuando se cuenta con un director que tiene buena mano, que deja cantar a la orquesta, que confía en sus músicos y que no los ata a la silla con cuerdas de metal, la música fluye libremente y las distintas familias dan lo mejor de sí mismas.
Con Yaron Traub, un habitual en las temporadas de la BOS, la orquesta sonó francamente bien, tanto en Britten como en Mendelssohn, y es seguro que él tendría mucho que ver. Hasta puede entenderse que algunos momentos, sobre todo en los movimientos extremos de la Escocesa, le faltase sangre caliente, pues eso es algo que suele pasar cuando la música misma invita a recrearse en tanta y tanta belleza.