DEIA: Cumplir noventa con Schoenberg
Asier Vallejo Ugarte
Arnold Schoenberg: Gurrelieder (reducción orquestal de Erwin Stein). Anne Schwanewilms, Lili Paasikivi, Stig Andersen, Jon Fredric West, Arnold Bezuyen, Fernando Latorre. Coro Easo. Coral Andra Mari. Coro Araba. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Director: Günter Neuhold. 2 CD THOROFON CTH2606/2. 99′. Grabación en vivo en el Palacio Euskalduna, 8 y 9 de marzo de 2012.
HAY un momento, a inicios del siglo XX, en el que Arnold Schoenberg decide superar para siempre los límites de la armonía tradicional. Sabe que la música posromántica lleva tiempo acercándose a la atonalidad y entiende que ha llegado la hora de ir más allá. Con la descomunal cantata sinfónica que constituyen sus Gurrelieder allana el camino para poder dar ese gran salto. En ella se extreman las posibilidades del cromatismo, se llevan al límite los pilares fundamentales de la tonalidad. Ante una obra tan radical la única respuesta posible es la ruptura. El romanticismo no muere con los Gurrelieder, pero frente a Schoenberg buena parte de sus resortes expresivos comienzan a dar síntomas de agotamiento. Simplemente nada puede volver a ser igual.
En marzo de 2012, la BOS celebra su noventa aniversario con esta obra abrumadora, masiva y monumental. Lo hace en la versión de Erwin Stein, que reduce considerablemente las necesidades orquestales. El público responde con entusiasmo. En los Gurrelieder se escuchan las voces de Brahms, de Wagner, de Strauss, de Mahler. Es el mundo de las leyendas nórdicas, hay resplandores poéticos, apariciones fantasmales y destellos vivamente dramáticos.
Esa celebración se graba en disco y Thorofon la acaba de publicar en una edición muy cuidada. Hay diferencias entre lo que se recuerda y lo que se escucha, aunque la ingeniería muestra sus limitaciones ante ciertos embarullamientos en las partes corales. Anne Schwanewilms, de canto sumamente delicado, tiene más presencia que en el Euskalduna y Stig Andersen sobrevive a algunos desfallecimientos vocales. Muy emotiva la mezzo Paasikivi en la Canción de la Paloma e inmenso Jon Fredric West en su tremenda narración. Günter Neuhold es una batuta más seria y ordenada que realmente inspirada, pero mantiene el vuelo dramático y obtiene de la orquesta un sonido terso y satinado.
No es la primera grabación de los Gurrelieder, ahí están Boulez, Chailly, Ozawa, Rattle y unos cuantos más. Neuhold no puede desplazarlos, pero sí complementarlos con la versión de Stein, hasta ahora inédita en disco. De esa forma la BOS da un bienvenido salto al gran repertorio después de una trayectoria discográfica centrada en la música de compositores locales, sale bien parada ante una partitura que pone continuamente a prueba sus fuerzas y logra estar a la altura de la gran responsabilidad que le impone su larga historia.
Mundoclasico: Más allá de la conmemoración
Joseba Lopezortega
Arnold Schoenberg: Gurre-Lieder (reducción orquestal de Erwin Stein, Universal Edition). Stig Andersen (Waldemar), Anne Schwanewilms (Tove), Lili Paasikivi (Waldtaube), Fernando Latorre (Bauer), Arnold Bezuyen (Klaus), Jon Fredric West (narrador). Coral Andra Mari, Coro Easo, Coro Araba. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Günter Neuhold, director. Producción: Günter Neuhold. Grabación: Transforma Audio S.L. Ingeniería de sonido: Aurelio Martínez. Dos discos compactos de 99 minutos de duración, grabados en vivo en el Euskalduna Jauregia de Bilbao los días 8 y 9 de marzo de 2012. Thorofon CTH2606.
No existía grabación comercial completa de la reducción que Erwin Stein hizo de la grandiosa Gurre-Lieder de Schoenberg en 1922-23, haciendo más abordable una partitura grandiosa y magnífica, pero con unas necesidades de orquestación, coros y solistas que la convierten en difícilmente programable. Incluso con la reducción, las Canciones de Gurre tienen mucho de empeño titánico, de hito, y eso convertía la obra en una perfecta candidata para ser ofrecida con ocasión del noventa aniversario del primer concierto de la Sinfónica de Bilbao.
Hay una pequeña historia en este disco que probablemente ni conmueve ni interesa al aficionado de cualquier lugar atraído por la obra y el compositor, o por el carácter de primicia discográfica de la versión, pero que merece ser reseñada. La elección fácil, incluso obvia, hubiera sido programar para la efeméride una obra popular de un autor local, suscitando ese tipo de acogida cálida e inmediata tan del gusto de muchos programadores conservadores; o, ya pensando en grabar un disco, abundar en la pequeña tradición de la orquesta de grabar compositores vascos (ello cuando muy raramente graba), como si estuviera invalidada para grabar otros repertorios. La elección de la BOS fue bien distinta, y este Gurre-Lieder marca un claro vector de avance y ambición en el que profundizar, un paso hacia delante y de apertura a lo global, y ello representa un valor enorme en si mismo si situamos concierto, grabación y audición del disco en una clave de proximidad, afinidades y afectos locales. Pero, lógicamente, esa clave ni explica ni justifica ni exonera de posibles fallos al disco como tal. Aunque singularizada por tratarse de la reducción de Erwin Stein, hecho que lógicamente protagoniza en buena medida los contenidos del libreto, este Gurre-Lieder es una grabación más que se suma a las ya existentes, desde que Leopold Stokowski hiciera el primer registro en 1932 (el mismo director grabó con la New York Philharmonic, en 1949, el final de la primera parte de la obra, Lied der Waldtaube, en la reducción de Stein que la BOS presenta ahora completa).
Esta grabación en vivo proporciona un buen registro del acontecimiento musical que representa hacer Gurre-Lieder, pero no parece que el propio concierto se haya planificado, ensayado y gestionado en función del disco (18 meses entre la grabación y la salida al mercado; involuntariamente, en coincidencia con el centenario del estreno de la obra), y aunque el conjunto del trabajo es mejor que aceptable hay planos sonoros confusos, particularmente cuando intervienen los coros: el sonido se amalgama, pierde volúmenes y se aplana, sin balances, condicionado quizá por las peculiares condiciones acústicas de la sala. Son, sin duda, los pasajes menos afortunados del disco, y evidencian que aquello que en la sala de conciertos funciona bien no tiene por qué resultar igual en una grabación en directo.
El disco refleja también la desigual calidad del elenco de solistas. Todos hacen bien su papel, que es cantar sus partes, pero entre ellos sobresalen Jon Fredric West como un narrador de gran clase y potencia, perfectamente integrado en la lectura dramática de Neuhold, a la que aporta cierta sustancia operística, y el Waldemar de Stig Andersen, con momentos altamente expresivos. La Sinfónica de Bilbao se muestra dúctil y capaz en manos de su maestro titular, expresando la enormidad de las fuerzas que están presentes en Gurre: tierra y espíritu, muerte y resurrección, aire y asfixia, luz y negrura, todo recortado contra un telón de fondo tópicamente romántico, de castillos y fantasmas. Pero este es un romanticismo epigonal, de hecho un trance iniciático del que forman parte como oficiantes Wagner, Mahler y naturalmente Schoenberg, que se halla a la sazón en busca del propio Schoenberg: Gurre-Lieder como búsqueda a través del cataclismo.
Neuhold expone todo esto con claridad casi didáctica y de acuerdo a un posicionamiento firme y destacable: para él, entre las fuerzas contrarias de Gurre no existe enfrentamiento, sino mera contradicción, y por ello –y es marca de la casa- rechaza entregarse a la tentación de la grandilocuencia y muestra la obra como el resultado sintetizado de las fuerzas y sus tensiones, y no como su mera narración o receptáculo. No trata de mostrar lo que confluye en Schoenberg, sino cómo Schoenberg lo trabaja y redefine. No entiende Gurre-Lieder como la apoteosis final del romanticismo alemán (una de varias), evidencia que no niega, sino como una afluencia natural e inevitable, como el material necesario del que emergerá una forma renovada de hacer música.