GARA: Un importante ascenso de público para el Musika-Música
Mikel Chamizo
35.400 entradas se vendieron para la gran maratón bilbaína de música clásica, dedicada a dos de los compositores más populares: Beethoven y Brahms.
El Musika-Música ha celebrado su decimotercera edición este fin de semana. Una edición que se presentaba compleja, ya que el festival se ha emancipado, al menos momentáneamente, de la organización de La Folle Journée de Nantes, bajo cuyo amparo nació hace más de una década. En Nantes habían apostado este año por una fascinante programación en torno a la música americana del siglo XX, desde el jazz a Philip Glass y las bandas sonoras de Hollywood, pero franquiciarla a Bilbo le pareció demasiado arriesgado al equipo liderado por Begoña Salinas. Aunque la propuesta americana de Nantes, que tuvo lugar hace dos meses, terminó siendo una de las más exitosas de los últimos años, aquí decidieron jugar sobre seguro y escoger a dos de los compositores más populares, los incombustibles Beethoven y Brahms, para iniciar su andadura en solitario. Y, a tenor de los resultados, pueden respirar tranquilos: el Musika-Música sigue conservando intacto el poder de convocatoria que lo ha convertido en una de las citas más importantes del calendario musical del Estado. Se han vendido más de 35.400 entradas, un incremento muy notable sobre las 29.000 de la última edición, y las colas de gente en el Euskalduna han sido más largas (y civilizadas) que nunca.
El cambio, más que en la respuesta del público, se ha percibido en la oferta. Han sido un total de 80 conciertos, un número mayor que el año pasado. Pero si en otras ocasiones el festival ha gozado de un afán de exhaustividad en su programación, esta vez la selección de obras ha quedado algo más difusa. No se ha podido disfrutar, por ejemplo, de un ciclo completo de las sonatas para piano de Beethoven, o de los cuartetos de cuerda, incluso ha faltado una de sus nueve sinfonías. Tampoco se han podido escuchar demasiadas rarezas, excepto en la interesantísima programación de música vocal, repleta de descubrimientos. Puede parecer este un punto poco importante, pero una parte del público que llega a Musika-Música lo hace buscando músicas que no son fáciles de escuchar en cualquier otro lugar. Con la idea de un Musika-Música más popular que nunca, la balanza se ha decantado esta vez por obras de repertorio y el peso ha recaído sobre los hombros de los intérpretes, que han tenido ocasión de lucirse con músicas muy conocidas. Y el éxito ha sido innegable.
El de los intérpretes ha sido otro apartado que ha visto cambios, al disminuir notablemente el número de artistas franceses y verse reforzada la presencia de músicos vascos y del Estado. Esto planteaba la incógnita de si se lograría mantener el alto nivel de calidad media de ediciones anteriores, y, por todo lo que ello indica sobre la salud musical del país, solo podemos alegrarnos de que finalmente haya sido así. Cuartetos de cuerda como el Casals han ofrecido recitales magníficos, solistas como Marta Zabaleta, Aitzol Iturriagagoitia o José Luís Estellés han realizado un gran trabajo en grupos de cámara, la presencia de Javier Perianes o Luis Fernando Pérez es siempre un lujo y se nos ha deparado también la ocasión de descubrir a jóvenes talentos excepcionales como el violonchelista Pablo Ferrández o el pianista Carlos Goikoetxea. Eso no significa que el festival careciera de numerosos artistas extranjeros, algunos bien conocidos de ocasiones anteriores, como Jean Claude-Pennetier, Régis Pasquier o Raphaël Pidoux, que juntaron sus fuerzas para hacerse cargo de tríos de Beethoven y Brahms, o Abdel Rahman El Bacha, pianista imprescindible en el Musika-Músca.
Más irregular ha sido el apartado orquestal, en el que han destacado actuaciones como las de la Orquesta de Euskadi -que se estrenaba en el festival-, la del Principado de Asturias o la Filharmonía de Galicia. Pero la gran sorpresa ha sido, quizá, la Orquesta de Cámara de Munich, conjunto que llegaba por primera vez al Musika-Música y que la organización no debería dejar escapar. Firmaron una “Sinfonía nº1” de Beethoven que entusiasmó al público presente, justo después de acompañar a Judith Jáuregui en la interpretación del muy inusual “Concierto para piano” de Clara Schumann, escrito con 14 años y lleno de un ardor juvenil que tuvo inmejorable vía de escape en las manos de la pasional pianista donostiarra. Fue en la tarde del viernes, jornada inaugural, que dio comienzo a la maratón de conciertos distribuídos en cinco salas del Euskalduna funcionando de forma simultánea, rebautizadas para la ocasión como Schiller, Goethe, Heine, Rückert y Mörike, literatos alemanes que estuvieron también presentes en los textos de algunas obras que se interpretaron durante el fin de semana.
El sábado comenzó la mañana la Orquesta de Euskadi y la espectacular “La batalla de Vitoria” de Beethoven, dando el pistoletazo de salida al resto de espectáculos. La Orquesta de Bilbao, en otra sala, interpretaba junto a Benjamin Schmid el “Concierto para violín” de Brahms, predilecto de muchos aficionados. Desfiló después la Orquesta Ciudad de Granada, quien se hizo cargo de una de las citas más señaladas del festival horas más tarde, al interpretar la música incidental que Beethoven compuso para la tragedia “Egmont” de Goethe, narrada por Rafael Taibo y cantada por Carmen Solís. Otros momentos destacados del sábado fueron la actuación del Cuarteto Artis de Viena; La Ritirata, con su visión alternativa de la música de Beethoven interpretada con instrumentos de época; o el recital conjunto que ofrecieron Marta Zabaleta, Asier Polo y Massimo Spadano a última hora de la tarde.
El domingo despertó con otras dos propuestas imponentes. En la Sala Goethe, el Chorus Musicus Köln y Das Neue Orchester, a las órdenes de Christoph Spering, abordaron la maravillosa “Misa en Do mayor” de Beethoven. Y acto seguido, en el gran auditorio, Javier Perianes, último premio nacional de música y uno de los más importantes pianistas de la actualidad, interpretaba de forma arrolladora el “Concierto para piano nº4” del de Bonn. Cerró la mañana una versión más discreta de la “Sinfonía nº5”, por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Ya por la tarde, y encarando la recta final del festival, volvieron a actuar las orquestas de Granada y Santiago, con la tercera y cuarta sinfonías de Brahms respectivamente; y, clausurando por todo lo alto, el “Concierto Emperador” de Beethoven, en manos de Luis Fernando Pérez y la Sinfonía Varsovia. Se cerró así una de las ediciones del Musika-Música más exitosas en cuanto a respuesta del público, y con el anuncio de la temática del festival del año que viene. Será el Barroco, concretamente el año 1685. El mismo tema que La Folle Journée, lo que indica que el festival bilbaíno volverá a cruzar su camino con el de Nantes.
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