Entrevista: Joseba Lopezortega
Trombón solista de la Sinfónica de Bilbao, este músico nacido en Mondragón es un hombre casado y padre de dos niñas de tres años. Su esposa, Adriana Grigoras, es viola en la misma orquesta, y es en esta íntima y jovencísima “formación de cámara” familiar en la que Alberto Urretxo pensó al terminar su interpretación ayer como solista del Concierto para trombón y orquesta de Henri Tomasi, una de los mas sobresalientes páginas para este instrumento escritas en el S. XX. Un siglo especialmente importante en el repertorio de este instrumento, como subraya el propio músico, incansable profesor y divulgador de la belleza musical del trombón. Esta tarde, Alberto Urretxo vuelve a interpretarlo a las 20 h. en el Euskalduna Jauregia. Con su orquesta y ante su público.
Klassikbidea: Por emplear ejemplos muy conocidos, un violinista da gran importancia a su instrumento y dice “toco un Stradivarius”, o un pianista exige emplear un Steinway… ¿Qué importancia tiene el instrumento para un trombonista? Por ejemplo, usted trabaja con un Schilke ST20-YNY/S2 con transpositor Hagmann.
Alberto Urretxo: Los metales no disponemos de los medios de otras familias, como las cuerdas, a las que determinados instrumentos les son cedidos por asociaciones, filántropos… Pero en nuestro caso también trabajamos con instrumentos cedidos por las marcas, que eligen a artistas para que les sirvan de promoción. Schilke es un fabricante de Chicago que a través de su representante en España me ha elegido para promocionar su instrumento y darlo a conocer. Por esa razón, en nuestras actividades divulgamos con qué marcas tocamos.
Su instrumento es contemporáneo, ¿existen trombones antiguos? ¿En qué sentidos serían preferibles y para qué repertorio?
Ya en el Renacimiento y sobre todo a partir del siglo XVI se crean instrumentos como una forma distinta de producir el sonido. Son los sacabuches, nuestros antepasados. Después el trombón, tal y como lo conocemos, comienza a desarrollarse en los siglos XVIII y XIX. En el XIX incluso hubo una época en la que se empleaba el trombón de pistones, algo que se explica por las óperas de Rossini, que precisaban unas grandes exigencias de habilidad. La fabricación en aquellos tiempos estaba muy lejos de la excelencia con que se fabrican hoy en día estos instrumentos, se ha evolucionado mucho.
¿El siglo XX marca por lo tanto la gran evolución en el instrumento trombón? En ese caso, ¿por qué algunos instrumentistas eligen viejos trombones para cierto repertorio? Me refiero al barroco.
Sí, el siglo XX marca sin duda el gran salto adelante del trombón como instrumento. Respecto al empleo de instrumentos de época se trata de una moda que impulsó Harnoncourt hace unos años: volver a emplear los viejos instrumentos. En realidad se trata de la búsqueda de diferentes sonoridades, porque las características de los instrumentos son completamente diferentes. Al final es el músico quien con sus conocimientos y preparación va a tocar de una manera determinada, es decir: más allá de las modas, grandes o pequeñas, se puede hacer música de época con instrumentos actuales perfectamente. La sonoridad será, evidentemente, distinta.
El suyo es un instrumento actual, ¿le influyó ese hecho en la elección del concierto de Henri Tomasi, un compositor contemporáneo?
Dentro de nuestro repertorio, el concierto de Tomasi cuenta entre los importantes. Es uno de los mejores exponentes de la gran música para trombón escrita en el siglo XX, sobre todo en Francia y el centro de Europa -a veces con el impulso de concursos internacionales-. Mi elección tiene que ver con mi fascinación con el impresionismo, que es una época que me gusta especialmente. Debussy o Ravel influyen mucho en Tomasi.
Quizá son influencias especialmente claras en el segundo movimiento, el Nocturno -que por cierto es precioso-.
Sí, evidentemente sí. Es un movimiento complejo, que implica el juego con las sordinas y transmite mucho colorido, y muchos cambios de timbre. Y mi propia visión de este movimiento y del concierto han encontrado la máxima colaboración y libertad en manos del maestro Chi-Yong Chung. Hemos trabajado con facilidad.
Los trombones están habitualmente perdidos allí detrás, en el fondo de la orquesta , ¿qué sensación produce ser protagonista?
Es algo muy especial, sobre todo cuando es ante tus propios compañeros, con tu propia orquesta. Yo he dado muchos recitales, cursos, he hecho mucha cámara, he tocado con orquesta de cuerda… Pero esto es algo especial, que valoraré mejor cuando pasen unos días. Sopesaré mejor qué ha podido suponerme, pero me he tenido una sensación muy clara de tensión, no entendida como nervios: se trata de una tensión placentera, porque estás tocando y compartiendo una obra maravillosa.
Para instrumentos que no gozan de una presencia solista habitual en los programas, ¿qué importancia tiene la música de cámara?
Muchísima, enorme, pero la Cámara es un plano distinto, que yo he ejercitado bastante. Ayer vinieron y hoy vendrán al auditorio muchos trombonistas y también jóvenes que están aprendiendo. Para estos jóvenes escuchar el trombón con una gran orquesta supone percibir todo su potencial de sonoridad, que es distinto del que pueden apreciar en formaciones de cámara: con piano, con cuarteto de trombones o en un quinteto de metales, que son las formaciones camerísticas mas habituales. Así que en un concierto como el de Tomasi y con una orquesta como la BOS se da a conocer mejor un instrumento que es un gran desconocido. A muchos espectadores les habrá sorprendido el calor y las posibilidades de este instrumento, que permite buscar muchas cosas más allá de los grandes tutti o de las fanfarrias.
El concierto de Tomasi es una estupenda elección para mostrar esas posibilidades del instrumento.
El Tomasi lo abarca todo, tanto en un plano técnico como expresivo. En el marco del convenio de la orquesta, se lo propuse al maestro Neuhold para la Temporada, y él lo aceptó e incorporó inmediatamente. Además hace unos años se había hecho en la BOS el concierto para trompeta del mismo compositor. Los dos son conciertos especialmente importantes para sus instrumentos, digamos que son cumbres. Por eso también encierran el atractivo añadido del reto de poder hacerlos, de sentirse trabajando en ellos para progresar y mejorar.