Deia: La BOS mira al futuro
Asier Vallejo Ugarte
Palacio Euskalduna. 14-XII-2014. Temporada de la BOS. Nemanja Radulovic, violín. Sinfónica de Bilbao. Director: Michal Nesterowicz. Obras de Luc, Chaikovski y Grieg.
La Sinfónica de Bilbao anunció el viernes el nombramiento de Erik Nielsen como nuevo director titular a partir de septiembre de 2015, en principio para tres temporadas. La noticia voló por las redes impulsada por una ola de entusiasmo: era el mejor candidato de todos los que llevaban meses flotando en las quinielas. Por su juventud (37 años), por su ambición, por su capacidad, por su mirada abierta sobre el repertorio, pero también porque ha demostrado entenderse muy bien con la orquesta -y con su público- las veces que se ha puesto al frente, la primera en aquellas espléndidas funciones de La ciudad muerta de Korngold en abril de 2012, un hito en las historia reciente de la ABAO, y la última hace sólo unas semanas con un programa compuesto por obras de Elgar, Dvorák y Martinu. El norteamericano encontrará una orquesta con los motores bien engrasados por sus anteriores titulares, con un potencial que fulgura en buenas manos, como son las suyas, y que puede crecer desde el corazón del XIX en todas las direcciones.
El mismo viernes la BOS ofreció destellos de su mejor imagen. En Hu, de María Eugenia Luc, la música toma un tono hedonista, favoreciendo la sensualidad de timbres bajo amplias y serenas oleadas sonoras. Lo hace pese a sus tensiones interiores y a sus súbitas pausas, que en nada enturbian la continuidad del discurso. Al tratarse de una obra que muere en el silencio se enlazó muy bien con el inicio del Concierto para violín de Chaikovski, cuyos primeros compases emergen de una calma que se ve rápidamente perturbada. Obra de liberación personal, descarga hacia fuera vendavales de auténtica pasión, para lo que arma de bravura a la orquesta al tiempo que lleva la escritura violinística al límite.
El serbio Nemanja Radulovic, uno de las nuevas estrellas de la todopoderosa Deutsche Grammophon, está dotado de una técnica a prueba de bombas, de un formidable sentido del canto y de una gran personalidad que vierte sobre su extravagante puesta en escena y sobre un violinismo travieso y de alma rebelde, sin tomar conciencia (o sí) de que esas travesuras, si no se controlan, pueden acabar obligando a la partitura a pagar un peaje alto. Difícil papeleta para Michal Nesterowicz, que tuvo que echar mano de oficio para mantener en su lugar el tono de la obra. En las dos suites de Peer Gynt de Grieg, con las manos más libres, lidió bien con unas melodías un poco avejentadas pero que capturan por su lirismo y su inmediatez, valores inherentes al depurado estilo del noruego, animando el paso de una orquesta que puede ver limpio el camino hacia su centenario.