Deia: “Sombras”
Asier Vallejo Ugarte
Sociedad Filarmónica de Bilbao. 23-X-2014. Cuarteto Jerusalem. Obras de Shostakovich.
Sabemos que Mozart y Mendelssohn, ambos acostumbrados a componer obras maestras de un plumazo, necesitaron grandes esfuerzos para dominar la escritura para cuarteto de cuerda. En cambio, en septiembre de 1944 tenemos a Shostakovich inquieto por “la vertiginosa rapidez con que compongo mi música. No se debería componer tan deprisa como lo hago yo”. Componía entonces su Segundo cuarteto, nacido en tiempos de guerra, como la Octava sinfonía, cuya línea trágica absorbe esencialmente en el sombrío Adagio y en el diabólico Vals que le sigue. Veinte años después, en la primavera de 1964, componía el Noveno cuarteto, obra de estructura unitaria, de expresividad secreta y de una poderosa plenitud sinfónica que Shostakovich enfrentaba a la tradicional economía de texturas que reclama para sí el conjunto de las cuatro cuerdas. Pero la mayor muestra de su capacidad de hacer de la austeridad una forma de interiorización de sus emociones la vemos en el último cuarteto de la serie, el Decimoquinto (1974), escrito meses antes de su muerte: réquiem personal, extremadamente lento y oscuro, de tono elegiaco y mortuorio, inundado de patetismo, dominado con tremenda constancia por la tonalidad de mi bemol menor. Shostakovich, muy enfermo y con el rostro deformado por los medicamentos, prácticamente incapaz de moverse, sacó fuerzas para asistir al estreno, que culminó al término de la obra con un silencio sepulcral.
El Cuarteto Jerusalem logró recrear el viernes la impresión que debió de dar aquel momento histórico. Se hubiera escuchado el vuelo de una mosca, los veteranos no recordaban un silencio así en la Filarmónica. En un ambiente excepcional preparado por el Segundo y el Noveno, el Jerusalem tocó la obra a oscuras, sin apenas luz en la sala, con un formidable control del sonido y una concentración a prueba de bombas. Es mucho lo que este grupo debe a Shostakovich (no olvidemos que comenzó a forjar su nombre a través de sus cuartetos), pero también la música de Shostakovich se redescubre y se refuerza en manos como las suyas, que no sólo comprenden el sentido del estilo, de la técnica y de la comunicatividad, sino los avatares de una vida intensísima y plagada de claroscuros. Impresionante el Jerusalem, impresionantes Alexander Pavlovsky, Sergei Bresler, Ori Kam y Kyril Zlotnikov.