Nacido en Vitoria hace poco más de 40 años, Daniel Oyarzabal es uno de los organistas de mayor prestigio a este lado de los Pirineos… y también al otro.
Premio de honor fin de carrera en las especialidades de clave y órgano, posteriormente estudió órgano, clave e instrumentos históricos con Thomas Schmögner en el Conservatorio Superior de Música de Viena, órgano con J. van der Kooy y clave con P. Ayrton en el Real Conservatorio de La Haya (Holanda). Asimismo profundizó en el estudio de la música de J. S. Bach en el Conservatorio de Ámsterdam con P. van Dijk. Asistió paralelamente a cursos de especialización con P. Hantaï, J. Ogg, M. Posch, L. Ulrik Mortensen, M. Radulescu, H. Fagius y O. Latry. Galardonado con numerosos y prestigiosos premios, participa en un gran número de festivales internacionales, tanto en calidad de solista como de continuista, realizando conciertos en toda Europa y en Japón. Es organista titular de la Catedral de Getafe y el organista principal de la Orquesta Nacional de España.
Acabamos de disfrutar de su maestría (y su éxito) en el festival Musica-Música y no podíamos dejar pasar la oportunidad de charlar con él.
¿Cómo un niño de conservatorio elige el órgano o el clave y se dedica a la música antigua?
Es una buena pregunta. En realidad, hice una vez una encuesta así preguntando a organistas y muchos coincidíamos en una misma razón: el culpable fue Bach, fundamentalmente. La música de Bach fue la que me arrastró inexorablemente a un instrumento maravilloso como el órgano. A través de Bach, empecé a ser un devoto de su música y ya fue un enamoramiento para siempre.
Y una vez que te profesionalizas y dedicas tu vida a este instrumento, ¿qué se siente cuando tus compañeros te consideran uno de los mejores organistas de España?
Jajaja, bueno, bueno, somos muchos y hay grandes organistas… Sinceramente, no lo había pensado de esa manera. Simplemente es lo que me dijo mi profesor Thomas Schmögner cuando me fui de Viena: “Daniel, cuando toques un concierto intenta siempre ser honesto, es decir, tocar como tú tocas, intentar no tocar por debajo de lo que tú eres capaz de tocar”. Puede salirte un concierto mejor o peor, pero hay que tocar al nivel de cada uno. Y eso es básicamente lo que intento, aunque a veces no sale todo bien.
Lo que es innegable es que posees un gran nivel. Ahora bien, ¿este nivel es apreciado por las instituciones de igual manera que por tus compañeros?
Hombre, eso es una pregunta compleja. Tengo que reconocer que, en un par de ocasiones, cuando he necesitado apoyo para algún proyecto importante como, por ejemplo, una grabación en vídeo de las Variaciones Goldberg, el Gobierno Vasco me ha apoyado. En ese sentido estoy encantado y muy agradecido.
Pasemos ahora a una pregunta más compleja musicalmente pero menos comprometida: ¿cómo han cambiado las interpretaciones históricas en estos últimos años?
Es cierto que ha habido un cambio, yo creo que se han hecho más flexibles. Y quien ha marcado el rumbo ha sido Jordi Savall, que tiene grandes ideas y siempre ha sido muy aperturista. Ha creado un ambiente en los últimos 10 o 15 años en el que se piensa mucho en las formaciones y en la instrumentación. Cada vez más, los grupos modernos y las orquestas están haciendo barroco y ése también es un cambio muy importante. Por ejemplo, en la Orquesta Nacional, donde yo toco habitualmente, han venido muchos invitados a dirigir y el efecto es fantástico. Dan una nueva visión diferente y siempre muy interesante. El caso de Onofri con la Orquesta de Esukadi fue espectacular, es realmente impresionante lo que hace. Y es ahí donde está el cambio: es más natural. La música antigua histórica se ha vuelto “normal”.
¿Y qué opinas de esta versión menos afrancesada y más cercana en cierto modo al rock o al heavy metal que están moviendo algunos directores e intérpretes, principalmente británicos?
Yo no soy nada purista en lo que tiene que ver con la interpretación, me parece maravillosa cualquier versión. Por ejemplo, cuando escuchas una Pasacaglia en do menor interpretada con cuatro guitarras eléctricas, me parece maravilloso. Si a la gente le gusta Bach lo puede hacer como le parezca, y si luego se puede vender como interpretación histórica o no, es otra cosa. No puedes vender como histórica una interpretación a piano de música de Monteverdi o Rameau, pero me parece muy bien que lo hagas. ¡Es precioso!
Entonces estarás encantado con el fenómeno Bach Vermut del Auditorio Nacional.
Esa ha sido quizá una de las mayores sorpresas que haya vivido. ¡Un ambiente impresionante! 1800 personas llenando un auditorio para escuchar un órgano es algo emocionante. Los organistas no nos lo creemos. Nos miramos los unos a los otros y nos decimos que es maravilloso que toda esa gente haya venido a escuchar un concierto de órgano. Es la demostración de que, con sólo presentarlo de determinada manera, al final el público viene y le gusta. El organista, que estaba en las tinieblas, de pronto aparece con brillo propio y reconocimiento del público.
Y sin embargo, Madrid tiene una gran población pero históricamente una menor vinculación con el órgano en comparación con Euskadi.
Sí, la verdad es que ha habido varias personas en el País Vasco que han cambiado el rumbo del órgano. Uno de ellos es Esteban Elizondo, que ha creado afición. Ha hecho un trabajo de fondo junto a otros colegas fantásticos, Azcue y otros muchos, que han favorecido que el País Vasco sea un paraíso para el órgano, que sea un lugar a imitar en cuanto al cuidado, las restauraciones y la cantidad de ambiente que hay alrededor del órgano.
¿Crees que tendría éxito si se extrapolase el formato del Bach Vermut?
El formato tendría éxito en cualquier sitio. Hace falta un entorno adecuado como el Auditorio Nacional, que es un sitio muy peculiar, grande y con una buena infraestructura. Pero teniendo un espacio como el Euskalduna, por supuesto que tendría éxito. La idea de Antonio Moral, que creó este formato, fue extraordinaria y ha conseguido un éxito total.
Ya que mencionas el Euskalduna y hablamos de formatos de éxito, es obligación que te pregunte por el Musika-Música.
Una experiencia maravillosa. Es una gozada el ambiente de músicos por todas partes, el buen ambiente que hay, la gente por los pasillos, todos los que están detrás luchando con los claves para conseguir que todos estemos contentos, cuidándonos, mimándonos… Es en festivales como éste donde se hacen los aficionados y eso es una maravilla. Hay gente que es la primera vez que se enfrenta a determinados conciertos y va a volver, y eso es muy importante.
Y, sin embargo, siempre hay quien dice que esto es vender música a granel.
No, yo no estoy de acuerdo. A mí los formatos me parecen muy bien todos, nunca hay nada de malo en presentar conciertos. Además, una parte muy buena que es innegable es que es un buen precio. Con 10€ te vas al auditorio del Euskalduna a escuchar un concierto. Sólo eso ya tiene un gran mérito. Siempre se puede criticar cualquier formato, pero yo no. Es música para escuchar, hecha con profesionalidad.
Hablemos ahora de futuro. En las últimas décadas se han construido y restaurado muchísimos instrumentos, se han renovado y ampliado plazas de enseñanza… ¿Cómo ves el futuro del órgano para los próximos años?
No hay ningún motivo para que esto no siga avanzando en la misma dirección. De hace 50 años a ahora, vamos creciendo y va a seguir siendo así. Hace unos años el órgano era mucho menos importante y, sin embargo, cada vez hay más organistas y nuevas generaciones que son fantásticas. Hace poco Joan Boronat, que es un organista muy joven, dio un concierto espectacular en Madrid. Hay una cantidad de nuevos organistas que son una maravilla. Eso va a seguir así y no hay ninguna razón para pensar lo contrario.
¿Y tus proyectos?
Son diversos. Con La Ritirata he hecho ya varios conciertos e iremos próximamente a Austria. Tengo también algunos conciertos de órgano en Polonia y en la catedral de Rotterdam. Y además siempre he estado activo en varios proyectos sobre lo que se está haciendo ahora en música de vanguardia, de los nuevos compositores, que me enriquecen. No puedo centrarme sólo en una cosa, tiene que ver con mi manera de ser. Siempre estoy inmerso en proyectos muy diferentes, muy contrastantes. Lo necesito. Cuando tenía 16 o 17 años me decían que quien mucho abarca poco aprieta, pero yo sólo hago lo que necesito hacer. Tengo una pulsión y no hay un objetivo. Me gusta afinar, me gusta la improvisación, me gusta el jazz, y no lo dejaré de cultivar nunca.
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