Deia: “Energía vocal”
Asier Vallejo Ugarte
Sociedad Filarmónica de Bilbao. 7-I-2016. Andeka Gorrotxategi, tenor. Rubén Fernández Aguirre, piano. Obras de Tosti, Verdi, Aita Donostia y Turina.
Sorprendió hace unos meses el anuncio de que Andeka Gorrotxategi cantaría dentro de la temporada de la Sociedad Filarmónica, pero su presencia podía responder perfectamente al compromiso histórico que la institución ha tenido siempre con nuestros mejores músicos. Por eso, actuar en la Filarmónica implicaba la gran responsabilidad de estar a la altura de las expectativas, más aún cuando su carrera ha echado a volar de manera formidable estos últimos años después de unos inicios nunca demasiado claros. Hace unos días reconocía en una entrevista haber vivido etapas durísimas en su vida, pues la profesión del cantante es tremendamente exigente y suele estar plagada de vaivenes. A su favor ha contado con una voz excepcional, oscura, densa, vibrante, de esas que asombran desde el instante en que empiezan a sonar, pero debe de ser complicado dominarla, liberarla, conservarla, y es precisamente en el repertorio de cámara donde más se dejan ver las dificultades. Esa voz ha nacido para el teatro, para el canto expansivo, para el acento dramático, para la expresión visceral, más que para una pequeña sala de conciertos, en la que con la única compañía de un piano (esta vez el siempre admirable Rubén Fernández Aguirre) se suele tratar de recrear una atmósfera más intimista.
Así y todo, la línea del recital fue claramente ascendente. Las canciones de Tosti (Ideale, Vorrei morire y L´ultima canzone, entre ellas) no encontraron un sitio en su voz, ya que al entregarse tanto a la pasión acabó por dejarse parte del estilo en el camino. Posiblemente entró más en calor en las tres romanzas de Verdi, pero tampoco el gran compositor italiano parecía destinado a dejar estela como creador de canciones de cámara. Y aunque puede que lleven más música dentro, no hay duda de que las preciosas melodías de Aita Donostia estuvieron cantadas con el corazón, lo cual habría entusiasmado a su autor (“la música popular es un fruto natural del alma”). En Turina se abrieron muchos claros y Andeka mostró sus mejores armas, que se resumen en una gran energía vocal y en un canto bravo y valiente, dotado de gran poder de seducción. Tras un muy buen Poema en forma de canciones, el ambiente estaba preparado para esas dos propinas que acaso desentonasen en el programa, dos bises que probablemente discutiríamos a otro cantante, pero que acabaron por ofrecer lo mejor y lo más aplaudido de la noche: el Aria de la flor de Bizet y la romanza No puede ser de Sorozábal. ¿Carmen y La tabernera del puerto en la Filarmónica? Por una vez…