Nora Franco Madariaga /
Bilbao, 26/02/2016. Euskalduna Jauregia. 64 Temporada de Ópera de ABAO-OLBE. Manon Lescaut de Giacomo Puccini. Libreto anónimo (de Domenico Oliva y Luigi Illica, con aportaciones de Marco Praga, Ruggero Leoncavallo, Giacomo Puccini, Giulio Ricordi y Giuseppe Adami) basado en Histoire du chevalier Des Grieux et de Manon Lescaut, en Mémoires et Aventures d’un homme de qualité qui s’est rétiré du monde, memorias noveladas de Antoine François Prévost, y una pièce que utiliza el título de la novela de Théodore Barrière y Marc Fournier. Estreno: Teatro Regio di Torino, 1893.
Manon Lescaut – Ainhoa Arteta; Il Cavaliere Renato des Grieux – Gregory Kunde; Lescaut – Manuel Lanza; Geronte di Ravoir – Stefano Palatchi; Un Musico – Marifé Nogales; Edmondo – Manuel de Diego; Parrucchiere/ Comandante di Marina/ Hostelero – Gexan Etxabe; Sargente – David Aguayo; Il Maestro di Ballo/ Un lampionato – Eduardo Ituarte; Euskadiko Orkestra Sinfonikoa; Coro de Ópera de Bilbao; Dirección musical – Pedro Halffter; Dirección de escena – Stephen Medcalf; Asistente dirección de escena – Valeria Dada Bernardi; Dirección de coro – Boris Dujin; Escenogrfía y vestuario – Jamie Vartan; Iluminación – Simon Corder; Coreograía – Maxine Braham; Maestro repetidor – Miguel N’Dong; Producción – Teatro Regio di Parma
Manon Lescaut fue la tercera ópera de Puccini y su primer gran éxito; un éxito buscado, trabajado y premeditado, ya que puso en esta ópera todos los elementos a su alcance para conseguirlo: un argumento ya utilizado anteriormente pero perfecto para la corriente verista que gustaba en Italia en ese momento, la dualidad amor-muerte que cautivaba la imaginación de artistas y público a finales del XIX y una música absolutamente contemporánea, arriesgada, pasional y de innegable belleza.
Y hoy en día, más de cien años después, sigue apasionando. Es una ópera de emociones a flor de piel, de sentimientos oscuros, de sexualidad y muerte que no entienden de épocas ni de modas.
Pero no sólo el argumento mueve las pasiones del oyente. Musicalmente mucho se ha hablado de la influencia de Wagner en los compositores veristas, pero es innegable que el uso del leitmotiv y las evidentes modulaciones wagnerianas transforman la música en un vehículo emocional que Pedro Halffter maneja a la perfección. Apoyándose en una Orquesta de Euskadi compacta pero moldeable, que fluye bajo sus manos, Halffter recrea un mundo sonoro en el que todo lo que sucede sobre el escenario cobra sentido.
Cobra sentido a pesar de que el precioso vestuario de época no termina de encajar con una escenografía inconexa, demasiado desnuda y esquemática en algunos momentos, aunque el simbolismo de los espejos sea un recurso interesante al utilizar un mismo elemento como reflejo tanto de vanidad como de introspección, tanto de gloria como de condena. Muy acertada la iluminación de Simon Corder. Sin embargo, comienza a ser molesto que las escenografías abiertas poco apropiadas para las características del Eukalduna dificulten la proyección de las voces.
Afortunadamente, un elenco de calidad y bien equilibrado solventa cualquier dificultad escénica. Preciosa voz la de Lescaut (Manuel Lanza), redonda y aterciopelada. Impecable Stefano Palatchi en el papel del viejo Geronte, adecuando su vocalidad limpia y rotunda a la temblorosa y algo ronca de un hombre de avanzada edad. Deliciosa una vez más Marifé Nogales en su breve intervención, con un color, una musicalidad y una frescura que cada día convencen más. También destacable la labor de Manuel de Diego, Gexan Etxabe, David Aguado y Eduardo Ituarte, muy ajustados a sus roles, con voces brillantes y bien moduladas a las que estos breves papeles empiezan a quedárseles cortos. Decepcionante en esta ocasión el Coro de Ópera, desajustado, precipitado y confuso en algunos momentos.
Sin embargo, a pesar de tan buen equipo, es la pareja protagonista la que lleva el verdadero peso de la ópera. Y lo hace magníficamente. Gregory Kunde vuelve mucho más centrado vocalmente que en Roberto Devereux, con potencia, redondez, facilidad, sonido sincero y dicción exquisita. Solventa con holgura la enorme exigencia vocal del papel de Des Grieux y llena de emociones unos pianos algo destimbrados que no sólo no deslucen en absoluto una voz plena, sino que transmiten conflictos y debilidades, ternura y delicadeza. Y aunque los protagonistas sean poco más que adolescentes, es en la plenitud y madurez vocal tanto de Kunde como de Arteta donde podemos apreciar todos los matices internos de sus personajes. La soprano aprovecha la rotundidad de su registro grave, su voz carnosa, para darle a la joven Manon profundidad y realismo. Fenomenal en su dramatización, transmite desde el candor y la inocencia hasta el abandono y la desesperación. Una actuación brillante sólo empañada en algunos momentos por el exceso de vibrato y unos agudos algo estridentes, físicamente rígidos, que forzaban su canto y limitaban su actuación.
Inolvidable, en cualquier caso, el arrebatado dúo del segundo acto; desgarradora el aria Sola, perduta, abbandonata en el destierro final. Arteta recrea en Manon con crudeza y realismo un personaje que, entregado a sus pasiones, cae en su propia destrucción. Una ópera de amor y muerte enfrentándose en el lado más oscuro del ser humano.