Mundoclasico, 11 de marzo de 2016
Joseba Lopezortega
Bilbao, viernes 4 de marzo de 2016. Festival Musika-Música, Euskalduna Jauregia. Camerata RCO. Lucas Macías, oboe y director. Richard Wagner: Idilio de Sigfrido, WWV 103. Richard Strauss: Concierto para oboe, opus 144 . Aforo: 613. Ocupación: lleno.
Varios conciertos abrían simultáneamente la edición 2016 del popular festival Musika-Música a las 6 de la tarde del 4 de marzo, y uno de ellos reunía a la Camerata RCO y al oboísta y también director Lucas Macías. En el programa dos obras maravillosas, y en las butacas, llenando a rebosar la sala, un público muy cálido y propio de un festival de clara y orgullosa vocación multitudinaria.
El Idilio de Sigfrido lo interpretaron los miembros de la Camerata RCO, una formación integrada por profesores y profesoras de la Royal Concertgebouw, con la orquestación original creada por Wagner para regalar a su amada Cosima en la legendaria mañana de Navidad de 1870. Fue un verdadero regalo para los oídos. Los trece miembros de la Camerata ofrecieron un Idilio que era, a la vez, la rendición ante el amor, su sincero reconocimiento y la promesa vinculante de una futura vigencia, es decir un amor muy wagneriano, con cada instrumentista mostrando su soberbia calidad y al mismo tiempo su total dependencia respecto del conjunto: un monumento ciento por ciento camerístico, resultando la obra más moderna y radical que en la orquestación de 1878 o en versiones frecuentes con orquestas aun más grandes. Excelente el quinteto de cuerdas, gran desempeño de las trompas y, en conjunto, una Camerata RCO que con Macías dirigiendo favorecía el goce y la transmisión desbordante de la obra por encima de una perfección sonora pulcra y encapsulada. La música era una cita abierta con el placer (placer: sin duda un valor también muy de Wagner) y el público la acogió con un calor admirable.
Acto seguido la Camerata salió al pleno para acompañar al director Lucas Macías como oboísta del delicioso concierto de Strauss, tan perfecto, maduro e inevitablemente franco y mozartiano. Todo fue exquisito, luminoso y placentero, con Lucas Macías invitando a los y las miembros de la Camerata a disfrutar y haciendo su parte solista con una facilidad y un preciosismo deslumbrantes. Despreocupado por las notas, Macías se gustaba en la música, como la Camerata: es algo que exige este concierto en el que se sumaron de forma íntima, al desnudo, la categoría y exquisitez de los intérpretes y la predisposición de un público abierto y deseoso de disfrutar. Esa convergencia no es frecuente, y resultó francamente estimulante y absolutamente coherente con el breve y gran programa.