Nora Franco Madariaga/
6 de marzo de 2016. Festival Musika-Música, Euskalduna Jauregia (sala “La Trucha”, concierto No.64). Franz Schubert: Winterreise (Viaje de invierno) D911, ciclo de Lieder según textos de Wilhelm Müller. José Antonio López, barítono; Rubén Fernández Aguirre, piano.
Han pasado ya muchos días desde que terminó el festival Musika-Música y, en esta vida que llevamos en la que todo sucede a la velocidad del rayo, la mayoría de las cosas son de usar y tirar y recibimos un estímulo nuevo cada pocos minutos, puede parecer lejano y nebuloso. Y, sin embargo, tal y como yo entiendo y vivo la música, es ahora cuando ha hecho poso, cuando gracias a un par de días festivos (¡Aleluya!) tengo el sosiego para digerir ese empacho de música que me llevo todos los años de este festival. Empacho voluntario, deseado y disfrutado, pero empacho al fin. Y, como tal vez a algunos de ustedes les pase lo mismo que a mí y a otros les apetezca simplemente recordar la experiencia, quisiera compartir unas impresiones sobre algunos de los conciertos que tuve la oportunidad de escuchar durante esos tres días vertiginosos de primeros de marzo.
Y, en contra de mi costumbre de dejar lo mejor para el final, voy a empezar por el que fue para mí no sólo el mejor concierto de Musika-Música, sino uno de los mejores conciertos a los que he tenido la oportunidad de asistir últimamente: Winterreise.
No es la primera vez que hablo de la dificultad de enfrentarse al público con la voz desnuda. El recital de cámara, sólo piano y voz, deja al cantante absolutamente expuesto, y no sólo en lo que a lo vocal se refiere. Cuando un instrumentista interpreta una melodía, el instrumento se convierte en su medio de expresión; pero cuando se trata de un cantante no hay filtro: todos sus sentimientos, emociones, experiencias y sensaciones tiñen sin remedio cada nota, cada sílaba, en cuanto el sonido se forma.
En el caso del Lied, con un sentido poema sobre el que se vertebra la música, con un texto lleno de intensidad que te lleva y te arrastra, esa desnudez queda más expuesta. Y no digamos ya la carga de emotividad que tiene un ciclo de Lieder como Winterreise de Schubert donde, además de dar sentido a cada poema, existe un hilo conductor entre todos ellos, en este caso el invierno y el amor no correspondido, el caminante y la soledad, el frío helador, físico o figurado, externo o interno, el recuerdo de los momentos felices, del verano ya olvidado…
Pues bien, la interpretación que de este ciclo desgranaron el barítono José Antonio López y el pianista Rubén Fernández Aguirre fue, además de todo lo ya descrito, enormemente personal. La intención de cada texto es clara pero todos los miles de pequeños matices, el sentimiento escondido en cada una de las palabras del texto, son de los intérpretes.
Con su voz llena, de dicción clarísima, poderosa pero controlada, de agudos claros y fáciles, López nos llevó desde el susurro hasta el clamor, pasando por mil y un estados de ánimo en una sola frase: juguetón, acusador, evocador, desesperado, atormentado, rabioso, rencoroso… siguiendo cada mínima insinuación del texto.
A su lado, Rubén Fernández, en un perfecto ejercicio de coordinación, respirando al unísono con el cantante, anticipaba y preparaba cada matiz y cada inflexión con una parte pianística que Schubert llevó mucho más lejos del mero acompañamiento, cambiando por completo el aire, el sentimiento y la atmósfera en cada modulación y en cada fraseo.
Permítanme destacar de entre los 24 Lieder el viento en los dedos de Rubén Fernández Aguirre en el No.2 Die Wetterfahne (La veleta), la voz de José Antonio López, abarcando desde los tremendos graves hasta el más fino falsete en el No.9 Irrlicht (Fuego fatuo) y la heladora emoción del No.15 Die Krähe (El cuervo).
Y con todo esto debería concluir, feliz de haber escuchado un magnífico Winterreise tan bello y emotivo como pocas veces se consigue, pero me queda lo más importante: si ya supone una enorme (des)carga emocional interpretar un ciclo como éste, no puedo ni imaginar cómo tuvo que afectar a ambos intérpretes hacerlo en un momento de enorme dolor y zozobra debido a la durísima, reciente, inesperada y prematura muerte de su compañero e inmensamente querido amigo el tenor José Ferrero, por el que a punto estuvieron de cancelar el concierto y a quien se lo dedicaron con los ojos arrasados, la voz a punto del quiebro y una rosa en el atril.
Nunca el caminante solitario en busca de la primavera dejó a su paso tanto frío y tanto abandono.