Nora Franco Madariaga/
Bilbao, 5 de marzo de 2016. Festival Musika-Música, Euskalduna Jauregia (auditorio “Odisea”, concierto No.18). Richard Wagner: Murmullos del bosque (Sigfrido) WWW 86C; Richard Strauss: Concierto para trompa y orquesta No.1 en mi bemol op.11; Richard Wagner: La cabalgata de las Walkirias (La Walkiria); Richard Wagner: Amanecer y viaje de Sigfrido por el Rin (El crepúsculo de los dioses). Jorge Monte de Fez – trompa; Rossen Milanov – director; Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias.
Bilbao, 6 de marzo de 2016. Festival Musika-Música, Euskalduna Jauregia (auditorio “Odisea”, concierto No.51). Richard Strauss: Una vida de héroe (Ein Heldenleben), poema sinfónico op.40. Rossen Milanov – director; Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias.
En Bilbao disfrutamos del privilegio de poder escuchar habitualmente dos orquestas sinfónicas de buen nivel como son la BOS y la OSE pero, precisamente por eso, no hay que desaprovechar la ocasión de escuchar al resto de formaciones cuando nos visitan. Durante este festival han acercado su música a nuestro auditorio un año más la Orquesta Ciudad de Granada, la Real Filharmonía de Galicia y la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Ojalá mis compromisos me hubieran permitido escucharlas todas pero, como no era posible, escogí a nuestra vecina más próxima, la OSPA, que tenía programados tres interesantes conciertos. Lamentablemente, el que me resultaba más sugerente y que, como luego se comprobó, colmó todas las expectativas (No.21, Strauss: Till Eulenspiegel; Strauss: Cuatro últimas canciones) quedaba fuera de mi disponibilidad de horarios. Pero pude asistir a las otras dos citas con Wagner y Strauss.
Tiene la obra de Wagner una fama de compleja, densa y larga que, incluso para muchos aficionados a la ópera, provoca cierto recelo. Y, aunque realmente pueda encerrar cierta dificultad, al mismo tiempo derrocha tanta belleza, tanta magia en sus sorprendentes cambios armónicos, que es una verdadera pena no acercarse a ella. Esto mismo han debido de pensar la mayoría de las orquestas participantes en este festival, trayéndonos oberturas, coros, y otros fragmentos sinfónicos de irresistible atractivo. En el caso de la OSPA, comenzó el concierto No.18 con una orquesta no muy numerosa para sumirnos en el ensueño de Murmullos del bosque, de Sigfrido, un pasaje sutil y delicado, nebuloso, lleno de cantos de pájaros, más cercano en algunos momentos al lenguaje impresionista que al romanticismo.
Interrumpida esta selección wagneriana por el concierto para trompa de Strauss (del que hablaré más tarde), se retoma con la conocidísima aunque no por eso menos impresionante Cabalgata de las Walkirias. Aunque la orquesta se presentó mucho más nutrida para esta obra, le faltó rotundidad y potencia, probablemente por la dirección algo blanda de su titular Rossen Milanov, que no consiguió que el ostinato de la cuerda nos hiciera latir a su ritmo.
Sin embargo, en el fragmento de El crepúsculo de los dioses sonó, por fin, una orquesta poderosa y con energía. Tras una hermosa frase inicial de los cellos, la OSPA nos ofreció un desarrollo que, a pesar de ciertos problemas de balances en algunos momentos, permitió disfrutar de las inconfundibles modulaciones wagnerianas. En conjunto, no fue un Wagner memorable, pero sí una bien escogida selección para que el público menos acostumbrado pueda disfrutar de las diferentes facetas que nos ofrece el compositor.
Tiene Strauss, por el contrario, un lenguaje que se hace querer por las orquestas, ya sea en pequeña formación como en el Concierto para trompa y orquesta No.1, como en el amplísimo despliegue del concierto No.51 para el poema sinfónico Vida de héroe. Dieciséis años separan ambas obras. Dieciséis años y mucha, mucha evolución. Mientras que el concierto para trompa es una pequeña obra de juventud, el poema sinfónico es la cumbre del desarrollo de este género. Y sin embargo ambas tienen ese algo indefinible que sólo Strauss sabía transmitir a la orquesta.
Los tres movimientos del Concierto para trompa y orquesta No.1 se encadenaron con transiciones fluidas, de forma discreta pero bien llevada por Milanov. Con tiempos claros y muy adecuados al solista, el director condujo a la orquesta a través de una obra en la que la trompa es la única protagonista. El joven solista asturiano Jorge Monte de Fez, con un sonido pleno y vibrante, supo cantar con su instrumento y abarcar desde el piano más delicado y expresivo hasta los fuertes rotundos y redondos, luciéndose tanto en las complejidades técnicas como en los largos fraseos melódicos, llenos de dirección e intención en el canto. Un pequeño y ligero dulce que quedó escondido (si no olvidado), entre las sustanciosas obras de Wagner.
Vida de héroe también fluyó sin interrupción entre sus seis partes, pero con una gran y enérgica orquesta de sólido sonido, viento potente y compacto y cuerda melódica y equilibrada, que consiguió multitud de colores orquestales y planos sonoros dotando de vida a la obra. Destacable sin lugar a dudas el cuarto movimiento Des Helden Walstatt (El combate del héroe), tremendamente vibrante. El contraste de la percusión marcial marcando el ritmo de la batalla, con el tema lírico del héroe en las cuerdas y el canto épico de los metales, llevan la música (y con ella al oyente) al más puro frenesí, culminando en un himno triunfal brillante. Igualmente destacable (aunque completamente diferente) el papel del concertino en el tercer movimiento Des Helden Gefährtin (La compañera del héroe), donde pone voz a la mujer amada, y en el último Des Helden Weltflucht und Vollendung (La renuncia del héroe al mundo y su plenitud), con la ternura de una canción de cuna, consiguiendo la ovación no sólo del público sino de la propia orquesta.
Dos conciertos muy distintos, con una orquesta que se adapta a cada obra y que, pese a no sentirse del todo cómoda con Wagner, ha demostrado que sabe moverse en el complicado repertorio romántico.