Nora Franco Madariaga/
ABAO está en un momento dulce, y no es para menos. Se acerca el final de una temporada que hasta este momento no ha ido nada mal, y lo hace con un título divertido y apetecible, Il barbiere di Siviglia, la ópera bufa por excelencia que, con total seguridad no dejará a nadie indiferente con la producción del Teatro Real y escena de Emilio Sagi, además de un elenco muy prometedor bajo la dirección del ya conocido Pérez Sierra. Pero eso será en mayo y, aunque quede poco más de un mes, hay otras actividades a las que prestar atención, pasadas y futuras, pero todas nuevas.
Sin ir más lejos, el próximo día 16 tendremos la oportunidad de escuchar la Messa da Requiem de Giuseppe Verdi en un concierto fuera de abono, pero a la altura de cualquiera de las óperas de la temporada; una obra sinfónico-vocal de tal envergadura que requiere un cuarteto solista digno del más exigente título. Disfrutaremos una vez más del ya casi bilbaíno Gregory Kunde (todo un lujo que nos visite por tercera vez esta temporada), acompañado para la ocasión por la soprano Angela Meade, la mezzo Dolora Zajick y el bajo Ildebrando D’Arcangelo. No hay que olvidar, además que gran parte del peso de esta obra recae sobre el coro, lo que nos va a permitir escuchar al Coro de Ópera de Bilbao en unas circunstancias muy diferentes a las habituales.
Y si de circunstancias poco habituales hablamos, no puedo dejar de mencionar Txanozuritxu: una ópera infantil íntegramente en euskera compuesta para la ocasión para conmemorar los 25 años del programa didáctico de ABAO-OLBE. Estrenada el pasado 12 de marzo en el Teatro Arriaga, esta ópera compuesta por Carlos Imaz dejó a grandes y pequeños con la boca abierta por su frescura, originalidad y, sobre todo, calidad.
Calidad en los textos, ocurrentes y divertidos, con esos chispazos de humor adulto mezclado entre las bromas sencillas de los niños, como saben hacer las buenas películas de animación. Calidad también en la composición musical, con melodías fáciles y pegadizas pero que encerraban complejas armonías y ricos acompañamientos al leitmotiv de cada personaje, asociado además a un estilo de música que iba desde la tradicional vasca hasta el más puro Broadway. Calidad en la escena (dramaturgia, dirección, escenografía, vestuario, iluminación…) que, con el equipo formado por Mitxel Santamarina, Gorka Mínguez e Idoia Merodio consiguieron que, con poco más que unos bloques rompecabezas, un color para cada personaje y mucha imaginación, pasáramos por un sinfín de escenarios, ambientes y sensaciones con fluidez y agilidad. Calidad en lo musical, por supuesto, tanto en el coro infantil (Gaudeamus Korala) como en el quinteto musical de Kissar Ensemble (bajo la dirección musical del pianista Rubén Fernández Aguirre) y en los ocho solistas (Marta Ubieta, Mikeldi Atxalandabaso, Itxaro Mentxaka, José Manuel Díaz, Marifé Nogales, Gexan Etxabe, Olatz Saitua e Itziar de Unda) que han (de)mostrado una vez más que aquí tenemos excelentes cantantes, con voces espectaculares y carreras cuajadas de éxitos, y que además han sabido transmitirnos su “buen rollo” y complicidad dotando a la obra de una espontaneidad inigualable.
Y calidad, también, entre el público. Un público que lleva 25 años acercando a sus niños a la música y a la ópera; un público que ha madurado física y musicalmente en la butaca de un teatro; un público que arropa a sus artistas (que son también amigos y compañeros) y los hace crecer (y crecerse) en cada nueva representación.
Como decía, un momento muy dulce para ABAO. Y para la música. Y para nosotros.