Joseba Lopezortega /
La Orquesta Sinfónica de Euskadi ha hecho pública esta mañana su programación para la temporada de abono 2016-2017, que comenzará el 3 de octubre en Vitoria-Gasteiz y concluirá el 22 de junio en Donostia. En total son 11 los programas de la temporada, que se harán en todas las sedes habituales (Donostia, Bilbao, Vitoria-Gasteiz y Pamplona) y que ofrecen un amplio paisaje musical. El actual titular de la OSE, Jun Märkl, dirige cuatro de los programas, y entre los maestros destaca la presencia de Hans Graf, quien fuera nombrado titular de la Orquesta en 1994. Como los anteriores maestros titulares parecen no contar en la programación de las sinfónicas vascas, es una noticia que Graf regrese después de bastante años sin dirigir a la que fuera su formación (aunque ya había regresado al menos una vez, en 2008). Completan la nómina de maestros al frente de la OSE Rasilainen, Rubikis, Christoph König, Encinar y Boreyko.
La primera obra en sonar en la 2016-2017 será “Meditation. To the victims of Tsunami”, de Toshio Hosokawa (Hiroshima, 1955), compositor de quien también se interpretarán “Klage” en Bilbao y Donostia y “Autumn Wind for shakuhachi and orchestra” en Vitoria-Gasteiz y Pamplona, en los conciertos de mayo. Esa presencia marca una temporada. Prolífico y abierto a distintas formas de composición, de la ópera a la cámara, su doble inclusión marca un importante vector en la programación, no sólo hacia sus apasionantes y elaborados mundos sonoros, poco frecuentados en estas latitudes, sino hacia una orquesta abierta al mundo de la música viva. Tampoco los excelentes compositores ingleses del último S. XIX y S. XX se interpretan tanto como sería deseable. La temporada está trufada por obras de Elgar, Vaughan Williams y William Walton, cuya “Primera sinfonía” cierra el curso con la Orchestre National Bordeaux Aquitaine como orquesta invitada, dirigida por Paul Daniel. Las obras de Elgar son la magnífica “In the South” y el Concierto para violín, con la notable presencia como solista de Pinchas Zukerman. De Vaughan-Williams se ofrece “Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis”, una opción ciertamente conservadora dentro de su catálogo para una temporada que ofrece una sensación de equilibrio.
Märkl dirigirá en diciembre un programa medularmente francés, con Katia y Marielle Labèque, que harán el concierto para dos pianos de Poulenc, y que integra también obras de Saint-Saëns y Debussy. A ver si en diciembre Märkl se entrega, porque en principio es una garantía en este repertorio. Otra buena parte de la programación se centra en compositores que aportan a la temporada un soporte más conservador, unas vigas conocidas y siempre eficaces, no tan llamativas: compositores como Beethoven, Mendelssohn, Chaikovski, Schumann, Brahms, Prokofiev, Stravinsky o Shostakovich, o Strauss con sus clásicos “Don Juan” y “Muerte y transfiguración”, son a una temporada lo que las maderas a una orquesta. En cuanto a compositores vascos, la nómina incluye a Guridi, Goikoetxea, Otaolea y Escudero (con escenas de la ópera “Gernika”, encargo que lo fue de la Sociedad Coral de Bilbao, que cantará en el programa, y grabada hace unos años por la OSE). Con obras de esta lista de compositores, además de los mencionados pasarán por los escenarios de la OSE instrumentistas, cantantes y masas corales como Carlos Mena, Orfeón Donostiarra, Gasteizko Abesbatza, Enrico Dindo, Nicholas Angelich, Julian Rachlin, Vadim Gluzman o Leticia Moreno, entre otros y otras. Leticia Moreno ofrecerá la oportunidad específica al público bilbaíno de escucharla en el concierto de Khatchaturian, y no en el peculiar programa que hizo recientemente en la temporada de la Sinfónica de Bilbao. Será una buena ocasión para disfrutar con su talento.
Merece la pena detenerse en el inicio de temporada, con el concurso del Orfeón Donostiarra y “Carmina Burana” de Carl Orff completando el programa que abre Hosokawa. La obra de Orff contrasta vivamente con el inicio de la temporada 2015-2016, que ofreció “Kullervo” de Sibelius. Es un giro de 180 grados, y se inscribe en la necesidad que tienen las orquestas de calentar las temporadas con esa clase de obras que, sin ser por ello en absoluto menores o poco interesantes, sí garantizan una taquilla potente y un cierto grado de llamada a públicos no habituales. Demos por bueno un Mesías, una Novena de Beethoven o “Las cuatro estaciones” en una temporada si sirven para rodearlas de otras ofertas, como claramente proclama la presencia en las mismas tardes de la obra de Hosokawa, pero esos programas o cuelgan el no hay billetes o constituyen un fracaso. No son sólo un cebo: también son un reto.