Deia: “Puccini antes de Puccini”
Asier Vallejo Ugarte /
Palacio Euskalduna, 23 de diciembre de 2016. Temporada de la BOS. Aquiles Machado, tenor. Ruben Amoretti, bajo. Coral de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Directora: Karen Kamensek. Obras de Puccini y Respighi.
Para su Concierto de Navidad la Sinfónica de Bilbao unió sus fuerzas a las de la Sociedad Coral, un binomio que siempre consigue que el Euskalduna ofrezca una entrada realmente espléndida. Quizás también el nombre de Puccini actuase como reclamo, pero en realidad elPreludio sinfónico y la Messa de gloria son obras de juventud en las que la extraordinaria intuición teatral del autor de óperas como La Bohème, Tosca, Madama Butterfly o Turandot está contemplada desde la distancia. No es el momento de preguntarse por la calidad intrínseca de ambas obras sino de comprenderlas en su contexto (un estudiante con grandes expectativas de futuro) y de certificar que el despegue teatral de Puccini se produce sobre una base formativa razonablemente sólida. Si el Preludio sinfónico muestra una vena melódica en pleno desarrollo, la Messa di gloria, obra con la que se gradúa en el Instituto Musical Pacini en 1890, sigue firmemente la estela de Verdi, tanto como compositor italiano de referencia en la época como en su condición de autor, pocos años antes, de un Réquiem de formidable aliento teatral. Entre Puccini y Puccini, la Sinfónica descubrió el particular encanto de los pecados de vejez de Rossini pasados por el filtro de Respighi en su Rossiniana de 1925, una rareza inédita en la historia de la orquesta que incidió en la naturaleza italianísima del programa.
La Coral tuvo ocasión de lucirse en la Misa, ofreciendo un sonido más cuidado y pulido que en otras ocasiones, lo que seguramente se deba a la buena mano de Enrique Azurza, su nuevo director. Aquiles Machado, una vez entrado en calor, se movió a sus anchas entre frases a las que favorece su canto generoso y expansivo, más variado y genuinamente pucciniano que el de Amoretti, aunque éste mostrase una voz de mayor presencia y solidez. No obstante, la gran protagonista de la noche fue Karen Kamensek, directora con mando en plaza pero también con indudable sensibilidad hacia el noble estilo de este Puccini aún en ciernes al que aún restan más de diez años para obtener, con Manon Lescaut, el primero de sus muchos triunfos como compositor de óperas modernas, emocionantes y a la vez enormemente populares.