Nora Franco Madariaga/
San Sebastián, 01/04/2017. Auditorio Kursaal. Temporada nº17 de Kursaal Eszena. Pasión según San Mateo BWV 244 de J.S. Bach. Amsterdam Baroque Orchestra & Choir; Easo Eskolania (Gorka Miranda, director); Tilman Lichdi – Evangelista; Donald Bentvelsen – Cristo; Yetzabel Arias Fernández – soprano; Bogna Bartozs – alto; Klaus Mertens – bajo; Ton Koopman – director.
Las pasiones, y especialmente la Pasión según San Mateo de J.S. Bach, pertenecen a un género que no sólo refleja la concepción musical de una época, sino que también pone en contexto toda una sociedad y su vínculo con la religión. Es por este motivo que tantos profesionales de la música han tratado de recrear en nuestros días una interpretación ajustada históricamente que reproduzca lo más fielmente posible aspectos técnicos y estilísticos de la época barroca. Y si bien es cuestionable la “autenticidad” de estas versiones o la pertinencia de esta corriente historicista, es indiscutible que las interpretaciones de Nikolaus Harnoncourt, Jon Eliot Gardiner o el propio Ton Koopman, son un referente hoy en día.
La Pasión Según San Mateo es una obra de una envergadura musical sólo equiparable a ciertas óperas, pero con una intensidad espiritual, simbólica, moral y poética que trasciende el alcance de cualquier otra obra religiosa. Koopman, consciente de toda la complejidad tanto interna y como contextual de esta obra, ha realizado un profundo trabajo de análisis, estudio, interpretación y reelaboración de la Pasión que defiende con brío y convicción en cada ejecución –tal vez sin darse cuenta de que la magnificencia de esta composición tolera cualquier interpretación, sin necesidad de tan férrea defensa–.
La orquesta barroca de Amsterdam se ajustó con maestría a las órdenes de Koopman y, aunque la sonoridad y afinación de los instrumentos de época queda un poco apagada con respecto a las orquestas modernas, sonó con brillantez. Igualmente, el coro de la misma formación, a pesar de su escaso número, se mostró suficiente, equilibrado y muy adecuado. Faltó, tal vez, una diferencia más clara en el carácter de cada coral, en su temperamento, así como un poco más de reposo en algunos de los temas más instrospectivos, pero son cuestiones más relacionadas con la interpretación que con la ejecución. Destacable, sin ninguna duda, el coro inicial Kommt, ihr Töchter, en el que también tomaba parte el coro de soprani in ripieno, formado en esta ocasión por 18 chicos de la Easo Eskolania que lucieron no sólo su buen hacer sino un color exquisito que, además de adecuarse perfectamente a la versión histórica de Koopman, enriqueció enormemente el resultado final, demostrando que su esfuerzo por mantener la filosofía de la escolanía tradicional, un tanto anacrónico y tan discutido hoy en día, sigue teniendo sentido.
En cuanto a los solistas, resultaron la parte menos equilibrada de la velada. Llamó la atención, además, el doble papel de algunos de ellos, como por ejemplo el del bajo, que cantaba también las partes de Judas, o el del Evangelista, que interpretaba también las arias de tenor lo que, aunque no llegaba a crear confusión, sí resultaba extraño y restaba comprensibilidad al conjunto. Muy decepcionante la actuación de la alto, Bogna Bartosz, con un registro muy limitado, escaso volumen y una expresividad casi inexistente que a duras penas dejó disfrutar de la maravillosa –y esperada– aria Erbarme dich, mein Gott. Tampoco resultó memorable la actuación del bajo Donald Bentvelsen en el papel de Cristo, de quien se esperaba una voz más rotunda y, sobre todo, una transmisión emotiva que no llegó. Mejor la soprano Yetzabel Arias Fernández, con una voz clara y de color dulce. Fabuloso, por el contrario, el bajo Klaus Mertens, a quien los años no le hacen mella en la voz y que lució color, expresividad y técnica en arias como la sentida Mache dich, mein Herze, rein. Muy meritoria también la intervención del tenor Tilman Lichdi, con un timbre, una dicción y una vocalidad perfectos para su papel como Evangelista y, aunque no tan adecuados para las arias de tenor, impecablemente ejecutadas y de gran expresividad.
Una versión con luces y sombras pero fieramente defendida por Koopman que convenció a un público que no necesitaba ser convencido.