Joseba Lopezortega /
La orquesta sinfónica de Euskadi ha culminado una importante gira de tres conciertos en Austria (Linz y Bregenz) y Alemania (Munich) y las noticias que han llegado desde allí han sido francamente positivas. Como cualquier país, Euskadi precisa construir su marca internacional, y la cultura y la música son un instrumento de gran valor para ese objetivo de tantas y tan poderosas implicaciones, entre ellas las económicas. Me viene a la memoria la reciente doble visita a Donostia de la Filarmónica de Luxemburgo, girando para transmitir que ese país no es sólo la sede de altas operaciones financieras, pero servirían como ejemplo innumerables referencias de conciertos en los que las orquestas son auténticas embajadas de calidad de su ciudad o su país. Esto es particularmente claro e importante en el caso de lugares con recorrido por delante en el espacio internacional; Euskadi y su cultura bien podrían servir de palmario ejemplo a este respecto.
Si es bueno que la orquesta de Euskadi traslade a otros públicos y espacios culturales la realidad de un país con pujante músculo cultural, la importancia del hecho crece si además se hace con visión y ambición. Que la Sinfónica de Euskadi se presente en lugares de tanta y tan exigente tradición musical como los mencionados es particularmente positivo y significativo; que lo haga presentando obra de compositores vascos (Aita Donostia y Sorozábal) es esencial; y que sume al programa nada menos que una sinfonía de Mahler, la número 4, es osado, dada la tradición de esos lugares. Munich conoció el estreno absoluto de un par de sinfonías del compositor bohemio y es la sede de una orquesta, la Radiodifusión Bávara, con una tradición mahleriana simplemente brutal a través de maestros como Kubelik, Kondrashin o Mariss Jansons. Y no es la única orquesta bávara de gran nivel.
En ese sentido, la gira de la Sinfónica de Euskadi parecía hecha a la medida de su maestro titular, Robert Treviño, y bien pudiera formar parte de la visión a largo plazo que alguna vez hemos glosado como esencial para la evolución de este proyecto orquestal. Giras como esta, y otras que al parecer ya se están preparando en la OSE, sirven tanto para que la orquesta crezca como para que el maestro, de firme creciente proyección, encuentre en ella un instrumento satisfactorio para su propio desarrollo. Antes hemos hablado de osadía, pero no, quizá debiéramos hablar de audacia, pues un proyecto financiado por un gobierno como es la Sinfónica de Euskadi tiene la doble obligación de ser audaz y de buscar un alcance estratégico. Saber hacerlo o no convertirá al proyecto puntualmente en bueno o malo pero, más allá, bien materializado lo dotará de su plena justificación afianzándolo como un proyecto a la altura de un país y, por tanto, esencial e indispensable.