Joseba Lopezortega /
La suspensión de los conciertos programados por toda clase de entidades musicales ha causado una fuerte reacción del sector. Orquestas como Seattle o la Budapest Festival de Ivan Fischer ofrecen contenidos en directo en las redes. La Filarmónica de Berlín ha abierto los contenidos de su flamante Digital Concert Hall, la Metropolitan Opera de Nueva York ofrece una ópera diariamente. Concertgebouw de Amsterdam transmite tres conciertos semanalmente. Son ejemplos. La amplitud y la pluralidad de la oferta es enorme y responde a una pregunta elemental: ¿de qué dispongo para abrirlo al mundo y contribuir a la difusión de contenidos de calidad, acordes con mi proyección social local e internacional, al tiempo que siembro potencialmente la atracción por la música? Un mundo habitualmente cerrado abre puertas y ventanas temporalmente: ¿qué se ve a través de ellas? Se ve de todo.
El arco de la oferta es amplísimo, y recorre desde trabajos primorosos de músicos amateurs brillantes hasta contenidos sumamente sofisticados y otros controvertibles o meramente flojos. En general, creo que la barrera de lo aceptable la marca la profesionalidad de las entidades. Sería tan digno de aplauso el esfuerzo de un amateur por hacer las cosas bien como digna de reprobación la falta de exigencia de una entidad profesional que se limitara a cumplir el expediente, en lugar de entender la situación como un contexto que exige una misma obligación moral en al menos dos direcciones: de respeto a la sociedad y de respeto a sus propios profesionales. Sólo la calidad garantiza ese doble respeto: que una entidad profesional ofrezca mala calidad es completamente inaceptable y no se justifica por las circunstancias. Es como si un servicio de cátering dijera: las croquetas se las mando quemadas, pero qué más da si lo importante es que se las mande.
En paralelo discurre otro debate: ¿deben las orquestas y los músicos ofrecer sus contenidos de forma gratuita? ¿Y por qué no lo hacen Disney o Netflix? ¿Se ha abierto ya gratuitamente el catálogo de juegos de Sony? No sé qué pensar. Por un lado me parece francamente hermoso que todo el mundo pueda acceder a música de calidad sin tocar su economía. Por otro, pienso que en una situación de normalidad no todo el mundo estaría dispuesto a pagar un euro por asistir a un concierto clásico. El impacto económico sobre músicos, cantantes y otros profesionales vinculados al sector (diría que a la cultura en general) es enorme. Tanto el ministro de cultura de España, José Manuel Rodríguez Uribes, como fuentes del Gobierno Vasco han declinado, por el momento, que puedan contemplarse las necesidades del sector de forma específica. La pregunta obvia es: si la cultura no requiere respuesta específica, ¿requiere un ministro específico? Pero este es otro asunto y no quiero desviarme.
Trataré de olvidar que tengo horas libres para ser más concreto. En realidad, lo que me ha impulsado a escribir este artículo es una iniciativa de la Euskadiko Orkestra, que una vez más se ha movido en la dirección propia de una entidad profesional con sentido de país: atinando al elegir el material, esmerando la calidad, produciendo con criterio y empleando un canal lógico: eco en prensa, difusión en redes y exhibición en Youtube. En poco más de un día ese contenido ha recibido más de 12.300 visitas en el momento en el que escribo.
El contenido en cuestión es el “Agur jaunak” (“Agur Jaunak eta Andreak”) y lo abre el saludo de varios músicos en distintos idiomas. Eso es una orquesta y eso ya expresa una visión: la música es mensaje y la orquesta es -no tan obviamente- una parte esencial de ese mensaje. La calidad del sonido es buena, la edición también lo es. En cuanto a la música, que responde a un arreglo que tuve el placer de escuchar en su presentación en Quincena Musical en un concierto de la NDR Elbphilharmonie Orchester, produce en este momento el mismo efecto que en aquel concierto, cuando de forma instantánea se puso en pie todo el público del auditorio Kursaal. Galvanizante.
Gracias y enhorabuena a la Euskadiko Orkestra. Gracias a sus músicos y músicas, y gracias a su equipo de dirección. Con acciones como esta se siembran y renuevan la confianza y la esperanza de la sociedad en la música y la cultura. Creo que así se hacen las cosas.