Nora Franco Madariaga/
Bilbao, 20/11/2021. Euskalduna Jauregia. 70 Temporada de ABAO Bilbao Opera.
Cavalleria rusticana de Pietro Mascagni. Libreto de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci, basado en la novela homónima de Giovanni Verga. Estreno: Teatro Constanzi de Roma, 1890.
Turiddu – Jorge de León; Santuzza – Ekaterina Semenchuk; Alfio – Ambrogio Maestri; Lola – Belén Elvira; Mamma Lucia – Elena Zilio.
Pagliacci de Ruggero Leoncavallo. Libreto de Ruggero Leoncavallo. Estreno: Teatro dal Verme de Milán, 1892.
Canio – Jorge de León; Nedda – Rocío Ignacio; Tonio – Ambrogio Maestri; Silvio – Carlos Daza; Beppe – Mikeldi Atxalandabaso; Un contadino – Gexan Etxabe.
Euskadiko Orkestra; Coro de Ópera de Bilbao; Dirección C.O.B. – Boris Dujin; Coro Infantil de la Sociedad Coral de Bilbao; Dirección C.I.S.C.B. – José Luis Ormázabal; Dirección musical – Daniel Oren; Asistente de Dirección Musical – Pedro Bartolomé; Dirección de escena – Joan Anton Rechi; Director de escena de la reposición – Albert Estany; Asistente de Dirección de escena – Anna Ponces; Escenografía – Gabriele Moresci; Vestuario – Mercè Paloma; Iluminación – Alberto Rodríguez; Maestros repetidores – Miguel N’Dong e Itziar Barredo; Producción – ABAO Bilbao Opera.
Pocas emociones llegan a ser tan intensas y complejas como los celos, y pocos son los que nunca han sentido ese remolino de sentimientos difíciles de gestionar. Sangre caliente, lo llaman algunos. Miedo, dicen los entendidos; miedo a perder algo, miedo de no ser suficiente. Pero, fundados o no, los celos son mucho más reales que los amores idílicos. La punzada de los celos encierra mucha más verdad que las mariposas en el estómago. Y por eso, probablemente, son el centro sobre el que se mueven las dos óperas que dan arranque al verismo, una corriente que se caracteriza por el realismo de los argumentos, la autenticidad de los personajes y la credibilidad de las emociones.
La segunda cita con ABAO de esta temporada trae precisamente esas dos óperas, que suelen ir en tándem: Cavalleria Rusticana y Pagliacci. Por época, estilo y temática, son dos joyas de pequeño formato que se adaptan la una a la otra de forma casi simbiótica, lo que las ha convertido en hermanas gemelas, casi casi siamesas.
Y tan unidas están la una a la otra que la escenografía de Gabriele Moresci para la producción de ABAO Bilbao Opera sitúa a ambas en un mismo lugar físico: una de esas plazas de pueblo meridional mediterráneo, que se extienden delante del pórtico de la iglesia y que ordenan y articulan la vida de sus habitantes. Una interesante iluminación de Alberto Rodríguez termina de darle ese color especial que tiene el sur de Italia.
Estos dos títulos comparten también, además de plaza, algunos de los cantantes, por lo que dejaremos para el final los que repiten, si no les parece mal.
En Cavalleria rusticana encontramos el papel de Lola, un rol no muy extenso musicalmente pero de complejo trasfondo. Bien interpretado por Belén Elvira en el aspecto teatral, no se le notaba del todo cómoda en la zona grave del registro. Elena Zilio como Mamma Lucia mostró una voz de bello color pero con un sonido demasiado adelantado que no terminó de convencer. Por el contrario, Ekaterina Semenchuk como Santuzza nos conquistó con una voz de sonido generoso y rico vibrato, que llenaba de armónicos los amplios agudos. Admirables también los graves, timbrados y sin miedo al registro de pecho que, además, aportaban carácter al personaje.
En Pagliacci destacó la delicada aria de Beppe «O colombina» que el tenor Mikeldi Atxalandabaso interpretó con exquisitez. En el papel de Silvio, el barítono Carlos Daza pasó desapercibido con un canto sin mancha pero sin interés. La soprano Rocío Ignacio, sin embargo, encaró el papel de Nedda con talento interpretativo y demostrando que continúa su –buena– evolución vocal.
En cuanto a los que hacían “doblete”, el barítono Ambrogio Maestri cantó con la soltura y elegancia a la que nos tiene acostumbrados aunque, siendo dos papeles sin demasiadas dificultades de registro, pecó de liviandad, faltando oscuridad y vileza tanto al carretero Alfio de Cavalleria como, sobre todo, al despreciable Tonio de Pagliacci. El tenor canario Jorge de León, con el peso de los roles protagonistas en ambas óperas –Turiddu y Canio, respectivamente–, comenzó algo prieto vocalmente aunque se fue soltando a lo largo de la velada consiguiendo momentos de brillantez. Pero donde realmente destacó fue en la esperada aria «Vesti la giubba», que firmó con una intensa y sentida interpretación.
Muy bien el coro infantil de la Sociedad Coral, frescos tanto en canto como en escena. Bien también el Coro de Ópera, aunque muy perjudicado por una absurda e inexplicable dirección escénica. Gexan Etxabe, aunque correcto en su breve intervención musical, tampoco salió beneficiado de esta dirección de Joan Anton Rechi. Muy por el contrario, la exigente y puntillosa dirección musical de Daniel Oren en el podio consiguió un excelente resultado sobre y bajo el escenario, con un sonido excepcional en la Euskadiko Orkestra, compacto y rotundo, así como unas versiones muy meditadas y bien elaboradas, casi tan viscerales en algunos pasajes como los propios celos.