El teléfono: una breve llamada
Bilbao, 04/03/2023. Euskalduna Jauregia. Musika-Música. Concierto nº 34.
El teléfono, adaptación al castellano de Ibon Belandia de The telephone, or L’amour à trois, ópera cómica en un acto de Gian Carlo Menotti.
Lucy – Ruth González; Ben – Jan Antem; Actores – Iñaki Maruri, Ainhoa Etxebarria y Egoitz Sánchez; Ensemble Galdós; Dirección musical – Iván Martín; Dirección de escena – María Goiricelaya; Ayudante de dirección – Alberto Ferrero; Diseño espacio sonoro – Iker Olabe; Mirada escenográfica – José Luis Raymond; Diseño de vestuario – Nerea Torrijos; Diseño de iluminación – David Alkorta.
Nora Franco Madariaga/
Acostumbrada a los “empachos” de conciertos que me suelo dar en el festival Musika-Música, este año se me ha quedado un poco corto por mis compromisos musicales. He disfrutado mucho, sí, pero no como espectadora. He tenido el privilegio de participar en el concierto inaugural y en el de clausura y, aunque de otra forma, también en uno de esos conciertos que se organizan en el hall –o kiosko, o como lo quieran llamar–, que ha sido muy emocionante para mí.
Ahora bien, tiempo –y energía– para poder ver otros conciertos me ha quedado muy poco. Así que, programa del festival y agenda en mano, después de cotejar mis disponibilidades, decidí concentrar mi atención en un único concierto que, por gustos, me podía encajar especialmente bien. Y compré mi única entrada para el concierto 34, que tenía algo muy especial: por primera vez, el festival Musika-Música incluía en su programación una ópera representada.
Y realmente fue un acierto. La breve pieza cómica de Gian Carlo Menotti, estrenada en 1947, con la adicción al teléfono como eje argumental –¡75 años atrás!– no puede estar más de actualidad, y la apuesta escénica de María Goiricelaya y su equipo, ambientándola en un gimnasio –donde selfies, redes sociales, grupos de WhatsApp, audiolibros, series de plataformas digitales, música de Spotify y largas charlas telefónicas a través de auriculares diminutos están a la orden del día– resultó especialmente afortunada. –Quizá no fue tan afortunada la decisión de adaptar los textos al castellano, sobre todo estando orientada a un público joven que se defiende estupendamente en inglés, pero eso sería un tema de reflexión y debate que no procede en este momento–.
Bicicletas de spinning, pelotas para pilates, cintas para correr, esterillas de yoga… Al gimnasio no le faltaba detalle y unos cuantos “deportistas”, guiados por los intérpretes Iñaki Maruri, Ainhoa Etxebarria y Egoitz Sánchez, daban alegría y ambiente a la escena que, de tan cotidiana y cercana, daba la sensación al espectador de formar parte de ella.
El peso musical corrió a cargo del canario Iván Martín que, desde el piano, condujo con seguridad –y simpatía– al conjunto instrumental Galdós Ensemble, que sonó equilibrado, colorido y bien empastado, dando vida a una música con intenso sabor a siglo XX, pero muy melódica.
Ruth González se mostró cómoda en su papel, pese a la cercanía del público y la molestia de estar constantemente sosteniendo un móvil junto a su oreja. Cantó con desparpajo, con una voz ligera y timbrada que se defendió bien en ambos extremos del registro –aunque el más agudo no sonara siempre con la misma calidez–. Se lució especialmente en los pasajes más íntimos y delicados, con un canto dulce y ligero.
Jan Antem, por su parte, estuvo brillante en su interpretación, apenas insinuada con gestos y ademanes, pero que la cercanía del público permitía apreciar. De hermosa línea de canto y grato color, destacó su voz potente y bien modulada, que ojalá podamos disfrutar pronto en papeles más largos.
En definitiva, una pequeña y divertida joya que demostró que la ópera tiene cabida en este festival. Esperemos que no haya sido algo puntual y que se afiance años tras año en Musika-Música. Porque, no sé a ustedes, pero a mí me ha dejado con las ganas. Como cuando se corta la llamada.