JOSEBA LOPEZORTEGA
A lo largo del tiempo, el festival Musika Música ha evolucionado en torno a una idea: ofrecer un gran número de conciertos en muy pocos días y en un mismo único espacio, el Euskalduna, un gargantúa capaz de digerir la presencia simultánea de cuatro conciertos y otras actividades, con sus varios miles de asistentes. En las últimas ediciones se había jugado con la apertura a otras sedes (Sociedad Filarmónica, Azkuna Zentroa, rectorado de la Universidad del País Vasco), pero en 2023 se ha vuelto a centrar toda la actividad en el Euskalduna, a excepción del concierto inaugural, celebrado en el Teatro Arriaga.
Para este concierto inaugural se programaron la obertura Oberon de Von Weber y Sueño de una noche de verano, de Mendelssohn, con la Sinfónica de Bilbao, la Sociedad Coral y las solistas Ainhoa Zubillaga y Naroa Intxausti, con dirección de Erik Nielsen. Siendo el tema de esta edición Notak&Letrak (Notas y letras), resulta llamativo que el Sueño se hiciera sin narración. Pese a su vinculación temática con el mundo de las hadas, la interpretación de Oberon funcionó como un relleno para complementar ese Sueño tentativo, que sin narración perdía consistencia y duración. Lo cierto es que pese al buen trabajo del maestro, la orquesta y las damas de la Coral, y al empeño de Intxausti y Zubillaga, a quienes no se escuchó cómodas, la inauguración no encendió al público asistente, como era perfectamente previsible. Lejos este concierto inaugural de lo que cabe esperar del aldabonazo inicial de un festival de alta temperatura, como en principio sigue siendo Musika Música.
Quise escuchar a Zubillaga en recital al día siguiente. Interpretó personajes femeninos de Goethe en fragmentos de varias obras y autores. Fue un programa variado y precioso. Si su voz no casaba fácilmente con un sonido de hadas, en este recital sí enseñó muchas de sus cualidades, con su voz amplia y poderosa, su entrega al público y su forma visible y contagiosa de disfrutar mientras canta. La acompañaba en el piano Itziar
, que estuvo fabulosa frente al piano y frente al público. Fue un recital elegante, exigente y bien resuelto, siendo el único pero que la sala era un poco pequeña para la voz de Zubillaga -y para el calor de sus muchos seguidores-.Un contexto de múltiples orquestas, compositores, cantantes, instrumentistas o cuartetos facilita mucho la elección, pero fuerza a renunciar a mucho más. Tradicionalmente, el programa de Musika Música se edita en formato sábana, y es muy fácil llevar el dedo de un sitio a otro. La realidad del festival es diferente, el evento puede ser extenuante si no se miden bien las fuerzas, así que además de escuchar los dos programas mencionados centré mi atención -y mi tiempo, pues Musika Música devora el tiempo- en dos formaciones: Israel Chamber Orchestra y Sinfónica de Castilla y León, en dos diferentes programas cada una de ellas.
Escuché a Israel Chamber Orchestra haciendo Orawa, de Wojciech Kilar, y Apollon musagète, de Stravinski. La orquesta estuvo magnífica: clara, precisa, con un sonido bello y homogéneo, de gran profundidad, dirigida por un maestro de una precisión, intención y musicalidad desbordantes, Ariel Zuckermann. Al día siguiente, la orquesta interpretó Cinco danzas griegas, de Nikolaos Skalkottas, Cinco danzas georgianas de Sulkhan Tsintsadze y Andante cantabile y Pezzo capriccioso de Chaikovski. Abundó en sus virtudes, pero todo quedó en segundo plano con la sensacional interpretación de la chelista Danielle Akta, mucha más que una joven prodigiosa. Tiene dotes para convertirse en una solista de primerísima fila y toca con una interioridad y una profundidad maravillosas. Con ella, el Musika Música de esta edición 2023 sellaba uno de esos programas llamados a recordarse como un grandísimo momento musical.
La Orquesta Sinfónica de Castilla y León tocó dos programas preciosos, la Sinfonía número 4 de Mahler y la Suite Pelléas et Mélisande de Sibelius y la Obertura de Romeo y Julieta, de Chaikovski, estas anunciadas en orden inverso en el programa. Hacía algunos años que no escuchaba a la orquesta castellana. Me encantó hacerlo. Muchas de sus virtudes se mantienen, pero en general suena más fresca y con un sonido más franco y más empastado. Es una orquesta que al menos en apariencia se ha rejuvenecido y que ha evolucionado, y que transmite orgullo. Las orquestas deben ser orgullosas, lo son cuando están bien. Una pena no haberla escuchado con su nuevo titular, Thierry Fischer. En su lugar visitó Musika Música con Case Staglione, un maestro amable, elegante, perseguidor de un sonido refinado. Creo que en la Cuarta de Mahler la orquesta tenía mucha más fuerza y seguridad que lo tansmitido por el maestro, fue una orquesta nítidamente superior a la versión. Tampoco me sedujo Joanna Freszel, la soprano para el cuarto movimiento, y desde luego me pareció una pena que no se ofreciera la traducción de los textos del precioso poema de Des Knaben Wunderhorn que ella cantaba. Al día siguiente, mismas sensaciones y una gran satisfacción al escuchar a la orquesta disfrutando con una obra tan abierta, arrebatadora y de evocaciones juveniles como la Obertura de Chaikovski, que seguía a un Sibelius muy bien concebido e interpretado.
Artículo original publicado en Mundoclasico