Cain, overo Il primo omicidio: A espaldas de Dios
Bilbao, 15/04/2023. Teatro Arriaga.
Cain, overo Il primo omicidio, oratorio escenificado de Alessandro Scarlatti. Libreto de Pietro Ottoboni. Estreno: Venecia, 1707.
Adán – Josu Cabrero; Eva – Sonia de Munck; Dios – Carlos Mena; Caín – Christian Borrelli; Abel – Lucía Caihuela; Lucifer – Ferran Albrich; Actriz Dios (Madre) – Ane Guisasola; Actriz Dios (Hija)- Ainhoa Artetxe; Actor Lucifer – Gaizka Chamizo; Bilbao Orkestra Sinfonikoa; Dirección musical – Carlos Mena; Dirección de escena – Tatjana Gürbaça; Escenografía – Stefan Heyne; Diseño de vestuario – Silke Willrett; Iluminación – Stefan Bolliger; Producción – Teatro Arriaga.
Nora Franco Madariaga/
Nos hemos transformado en devoradores de imágenes. Los vídeos o reels de Instagram y TikTok se han convertido en la nueva medida unitaria de información. Peor aún: el primer segundo de cada uno de esos vídeos determina si esperamos un segundo más o si deslizamos el dedo por la pantalla para acceder al siguiente. Consumimos esos brevísimos segundos de imágenes como adictos en pleno frenesí compulsivo, juzgando en menos de un pestañeo si esa imagen fugazmente percibida merece nuestro interés o no.
En esta sociedad tan digitalizada, la imagen se ha vuelto absolutamente necesaria como elemento comunicador y, claro, con estos estándares, pensar en asistir a dos horas de concierto con una especie de “foto fija” en el escenario, empieza a ser inconcebible. Al menos, así parece corroborarlo la tendencia a representar obras que no se concibieron para ser teatralizadas. Pero está bien, es bueno innovar, salir de lo preestablecido y arriesgarse a probar cosas nuevas, aunque aquí entran en juego la imaginación del director escénico, la audacia del productor y, con más peso del deseable, el presupuesto disponible… y el resultado, en ocasiones, no es el deseado. Incluso con los mejores mimbres, el cesto no siempre sale con la robustez esperada.
Este es el caso del oratorio –o, ya que está representado, podemos llamarlo ópera, si prefieren– Cain, overo Il primo omicidio que presentó el pasado día 15 el Teatro Arriaga: una obra sacra de Alessandro Scarlatti de hermosa y compleja factura que pocas veces se tiene la oportunidad de escuchar.
Alessandro Scarlatti –no lo confundan con su hijo Domenico– puede considerarse como uno de los compositores fundamentales del barroco italiano y uno de los más grandes autores de música vocal, con una producción que incluye alrededor de 600 cantatas, unas 120 óperas y cerca de 40 oratorios –que en gran parte se han perdido–, de modo que, sin pretender compararlo con las obras maestras del género de Haendel o, mucho menos, de Bach, Cain es una obra nada desdeñable que, estructurada en recitativos, arias, y duetos, presenta el episodio bíblico del libro del Génesis que narra el fratricidio de Abel a manos de Caín, el primer homicidio –dudo que, a estas alturas, esto sea un spoiler para nadie–.
Aunque el estilo compositivo no parece provocar una puesta en escena, un asesinato siempre es un argumento interesante y la caída en desgracia de Caín ante Dios da juego para un enfoque psicológico, pero la producción de la reputada regista alemana Tatjiana Gürbaça, pese a estar bien intelectualizada, contribuyó más a la confusión del público que a enriquecer la obra.
Con los músicos separados en tres isletas al fondo del escenario, la escena se produjo en una plataforma giratoria central. Podríamos especular sobre si esa rotación incesante tiene que ver con el transcurso implacable del tiempo, o debatir cuánto y qué aporta la plataforma giratoria a la trama, pero, dejando a un lado el porqué de ese movimiento continuo de giro y de su necesidad, el principal inconveniente de este concepto escénico es que se desarrolló de espaldas al director, lo que se tradujo en una notable falta de comunicación directa con los cantantes. A consecuencia de esta disposición, se produjeron algunos pequeños desajustes de tiempo –que no fueron tantos como cabía esperar– pero también se vio afectada la idea musical y expresiva.
Además, la introducción de tres actores dando cuerpo a las voces de Lucifer y Dios, ocasionaban que un mismo personaje estuviese duplicado en escena o incluso triplicado, en el caso de Dios, ya que dos actrices interpretaban a Dios madre y Dios hija –lo que me generó preguntas un tanto perturbadoras [por favor, no se ofendan] sobre el Espíritu Santo y la identidad de género–. Lamentablemente, esta sobreabundancia de personajes en escena convirtió una idea conceptualmente interesante en un elemento de distracción.
Por suerte, la calidad musical se mantuvo por encima de la visión escénica. El trabajo vocal del contratenor Carlos Mena fue impecable en emisión, estilo e interpretación –por algo es un referente–, pero en su más reciente faceta como director musical aún no se encuentra al mismo nivel. Aun así, la Bilbao Okestra Sinfonikoa tuvo una excelente velada –como viene siendo habitual–, bien comandada en esta ocasión por el concertino invitado Pablo Suárez Calero, que destacó en sus intervenciones solistas.
En cuanto al resto del elenco, cabe señalar la sugerente y generosa voz del barítono catalán Ferran Albrich como Lucifer, de gran musicalidad que, si bien se sintió un poco justa en las agilidades, lo compensó con elegancia en el fraseo. La soprano Sonia de Munck imprimió al papel de Eva una gran profundidad, que se vio acompañada por una voz cómoda, ligera, vibrante y de gran transmisión. Especialmente emocionante fue su aria “Sommo Dio nel mio peccato”. El tenor Josu Cabrero como Adán presentó una vocalidad más irregular, que ganaba ostensiblemente en el registro de cabeza y la media voz, pero de escasa sutileza en muchos momentos, demasiado en boca y con innecesario volumen. El rol de Abel, interpretado por Lucía Caihuela, se benefició tanto de su cálido color de mezzosoprano como de su emisión clara y brillante, de agudos fáciles y naturales. Por supuesto, el gran protagonista fue Caín, interpretado por el contratenor gallego Christian Borrelli con buena proyección, amplio registro, ductilidad e interpretación. De exquisita belleza fueron los tres dúos entre los dos hermanos, destacando “La fraterna amica pace” como uno de los momentos más delicados de la obra, más aún en claro contraste con el brutal crimen al que precede. No me extraña que Dios, literal y figuradamente, le diese la espalda.