MARC-ANDRÉ HAMELIN (piano), NATHALIE FORGET (ondas Martenot), TORONTO SYMPHONY ORCHESTRA
GUSTAVO GIMENO
Olivier Messiaen
Turangalîla-Symphonie
Harmonia Mundi
Grabado en Mayo 2023, Roy Thomson Hall, Toronto (Canada)
Pablo Suso / En una fechas en las que el amor se expresa a la máxima potencia, el amor reflejado en la renuncia, en la entrega al prójimo y por el prójimo, qué mejor ejemplo que acercarnos al representado en música por el gran Olivier Messiaen. La Toronto Symphony de la mano de Gustavo Gimeno, su director musical, nos acerca, en el marco de las celebraciones de su centenario, la canción de amor compuesta por Messiaen.
Romanticismo en toda su esencia, heredero de los grandes maestros de finales del XIX y comienzos del s. XX. Una obra que sigue siendo moderna pero cuyas notas premian al paciente, al que espera, al que atento escucha hasta la llegada de la recompensa. Messiaen traza un camino a lo largo de toda su obra, un camino lleno de bifurcaciones, de tensiones, de momentos inesperados, que culminan en un movimiento final exultante y triunfal. En definitiva, una oda al amor que plasma y desarrolla, de la mejor manera posible, el pleno concepto del mito de Tristán e Isolda, obra cumbre del amor romántico. El propio compositor definía así su obra: “Una canción de amor…un himno a la alegría. No a la alegría burguesa, sino una alegría sobrehumana, desbordante, cegadora y excesiva…un amor fatal, irresistible, simbolizado por la poción de amor de Tristán e Isolda”.
Si lo anterior no fuera suficiente por sí mismo, la Sinfonía nació rodeada de todo lo que podía encumbrarla al éxito: encargo de Koussevistky para la Boston Symphony y estreno bajo la dirección de Leonard Bernstein. Tan solo estos nombres hacen a uno sospechar de la calidad de la misma, aunque lo que realmente importe sea una individualidad creativa de Messiaen que trasciende por encima de cualquier otro aspecto.
Dicho lo cual, puede llegar a sorprender que maestro y orquesta se decanten por esta obra como primer registro conjunto, más aún a sabiendas de que esta misma obra fue grabada con anterioridad por la orquesta con su entonces titular, Seiji Ozawa. Pero uno intuye que Gimeno ha jugado esta partida con cartas marcadas. A la gran calidad de la orquesta, ha sumado la soberbia interpretación de ambos solistas, Marc-André Hamelin y Nathalie Forget. La comunión perfecta entre maestro, orquesta y solistas hace que estos den lo mejor de sí mismos, que es muchísimo, y que se sumerjan en el conjunto dentro de esas subdivisiones grupales que Messiaen establece dentro de su obra, diversos conjuntos dentro del global que muestran así todos los matices necesarios en su exposición. Pues bien, esa apuesta de Gimeno es totalmente triunfadora. Y ahí tenemos como mejor muestra, más allá de la espectacularidad y brillantez de ciertos momentos, la delicadeza y sensibilidad con la que Gimeno afronta el “Jardin du sommeil d’amour”, que bien vale por todo un registro. Solo esta pizca nos enseña el gran trabajo y lectura del Maestro Gimeno.
Todo lo anterior no sería posible sin el trabajo de Karel Bruggeman y su equipo de Harmonia Mundi en esta grabación, realizada en el propio auditorio de la orquesta. Característica principal de la grabación es su balance perfecto y la profundidad del sonido. Con un color abierto y equilibrado a lo largo de toda la obra, se resalta a los solistas en la justa medida, lo cual nos permite disfrutar de una toma conjunta y compacta. El sonido trazado por maestro e ingenieros huye de la exageración en los extremos, de la saturación, permitiendo así el descanso necesario a lo largo de la obra –algo que fácilmente hubiera sido necesario con una mala lectura de la obra–. El abuso de la expresividad en los tuttis, en sus fortísimos, habría laminado la capacidad de concentración del oyente, imposibilitando el mero disfrute de la obra.
Una vez más debo aventurarme en calificar este registro como una osadía, porque en el panorama actual así hay que calificarlo. Parece mentira que uno deba escribir así sobre una de las piezas centrales del repertorio del S. XX, cimiento sobre el que se ha elevado gran parte de la composición europea de las siguientes décadas. Este registro de Harmonia Mundi responde en su justa medida a la calidad de la obra, colocándose en un lugar de visita obligada a la hora de disfrutar con la Sinfonía Turangalila.