Bilbao, 6 de noviembre de 2024, miércoles. Sociedad Filarmónica de Bilbao. Lisette Oropesa, voz, y Alessandro Praticó, piano. ABAO Bilbao Opera.
JUAN CARLOS MURILLO
Los regalos preciosos suelen llegar en pequeño formato y en ellos se cuidan todos los detalles, desde el envoltorio hasta el contenido. Así, el concierto ofrecido por Lisette Oropesa y Alessandro Praticó fue un exquisito regalo, y una extraordinaria lección de estilo, envuelto en la excelente acústica de la Sociedad Filarmónica de Bilbao.
El concierto presentó un programa equilibrado y coherente, con una primera parte dedicada a obras de clara influencia española de compositores franceses como Ravel, Delibes, Massenet y Bizet y una segunda centrada en el romanticismo italiano, con obras de Mercadante y Verdi en su faceta más camerística, todas ellas realzadas y enmarcadas por tres arias de ópera de Meyerbeer, Donizetti y Verdi a modo de cierre de la primera parte e inicio y cierre de la segunda.
Ambos intérpretes actuaron en todo momento como un verdadero conjunto de cámara, mostrando un gran dominio de las dinámicas y una articulación de los planos sonoros efectiva y elegante, con maestría y, a la vez, con sinceridad, conquistando al público bilbaíno con cercanía y naturalidad escénicas.
Lisette Oropesa abordó con inteligencia y maestría los retos presentes en el programa, que no fueron pocos. Se desempeñó con gran presencia y excelente línea vocal en toda la tesitura, abordando con solvencia las melodías, texto y partitura, en un repertorio de gran lirismo plagado de dificultades, con exactitud en la afinación y certeza en los expuestos melismas del exigente repertorio francés, o ejecutando los fuegos artificiales del Merci, jeunes amies de las Vísperas Sicilianas y sus arriesgados glissandos y filatos con precisión y fidelidad de estilo, haciéndonos sentir, además, toda la sonoridad de sus orígenes cubanos en las dos propinas, la habanera Madre de mis amores de Monte Carmelo de Moreno Torroba y la romanza de María la O, de Lekuona.
Alessandro Praticó fue el otro excelente componente del dúo protagonista, complemento y apoyo de la labor de su compañera. Mostró una gran presencia musical y un inteligente ajuste a las características acústicas del auditorio, junto con un fraseo claro, preciso y elegante. Muy bien en sus dos intervenciones solistas, Sevilla, de la Suite Española de Albéniz y La Primavera de las Canciones sin palabras, op. 62, de Felix Mendelsohn, que presentó con humor y sencillez y ejecutó con innegable maestría.
Una gran lección de estilo y elegancia, en un concierto que nos demostró que la música sigue siendo un espacio para la belleza y el disfrute.