Camerata Bern, Thomas Kaufmann
Patricia Kopatchinskaja
Exile
Alpha Classics ©2025
Pablo Suso / La violinista Patricia Kopatchinskaja se ha convertido a lo largo de estos años en símbolo de una calidad surgida no solo de la exquisitez técnica y musical sino, ante todo, de su inquietud sin límite, de sus ganas de deslumbrar y de su concentración en la música por encima de la perfección técnica. Acercarse a uno de sus registros, o escucharla en un auditorio, siempre implica algo más que el mero disfrute de tantas rutinarias interpretaciones del repertorio. Siempre presenciamos algo más que un concierto. De ella siempre se puede esperar sorpresa, novedad y revelación, nunca nos deja indiferentes. Escucharla por primera vez, interpretando el concierto de Fazil Say en un ya lejano octubre de 2010, me sorprendió tanto por su atrevimiento como por su color y sonido, pero posteriormente contemplar la maduración de su sonido y su permanencia constante en vanguardia, arriesgando y haciéndonos pensar y sentir -algo hasta cierto punto incompatible-, hace que no podamos menos que situarla en un nivel muy por encima del habitual de un instrumentista.
En esta ocasión se adueña del término «exilio» para traernos un programa definido como «…una historia contada a través de la música de compositores que se han visto obligados a dejar su hogar». Nos inquiere e invita a descubrir si «el exilio no es más que dolor y aislamiento, o también una fuente de inspiracion, que con la música, expresa lo que las palabras no pueden decir, actuando como el último refugio». Realmente, nada hay más común para el artista que el exilio, ya sea el mero abandono de su tierra natal, su deambular por la salas de conciertos de todo el mundo o el sufrimiento propio del aislamiento y exilio interior. Nada hay más común para este que el desarraigo, el no sentirse parte de nada dentro de un todo, y así se define ella «desarraigada para siempre». Convengamos en que la música no conoce fronteras y que acaba perteneciendo a todo aquel que disfruta de ella, por lo que su origen no deja de ser más que una mera anécdota. En tiempos en los que se conjuga tanto el que creíamos olvidado aislacionismo como los ingentes movimientos migratorios causados por la guerra, el odio, la pobreza, el hambre o el clima, la música nos demuestra que no pertenecemos a nadie ni a ningún sitio y que solo la raíces que nos atan a la tierra son las raíces que nuestra mente y nuestros pensamientos quieren atrapar.
Volviendo al contenido del registro, Benjamin Herzog nos hace, en el cuadernillo interior, un recorrido por las obras que componen el mismo. Junto con las curiosas obras tradicionales como Kugikly, en una transcripción y arreglo para cuerdas de Jonatahn Kerem, y la obra del folklore Moldavo nos encontramos con una hermosa versión en acertado arreglo de Martin Merker de la Sonata de Alfred Schnittke y obras de Andrzej Panufnik, Ivan Wyschnegradsky y Eugène Ysaÿe. Todos ellos exiliados en distintos momentos vitales, acompañados por un arreglo de un Minueto de Schubert , obra de la propia Kopatchinskaja, de quien, en palabras de los autores, «el dolor y la soledad de su exilio interior es palpable en su música». Digamos que esta presencia da unidad al verdadero concepto de exilio como dolor y soledad, desarrollado a lo largo de toda la obra.
Si podemos hablar de un discurso programático excelente, no queda lejos de esta calificación el trabajo de los artistas que acompañan a Patricia Kopatchinskaja. Tanto el violonchelista Thomas Kaufmann como la Camerata Bern se muestran de forma espléndida, dando una unidad y redondez envidiable a todo el registro. No se queda atrás el trabajo de producción, edición y masterización de Marion Schwebel para el sello ©Alpha Classics, que dota a todo el conjunto de la unidad, color y profundidad sonora que se debe esperar en una grabación de este nivel.
En definitiva, un registro para enmarcar que potencia nuevamente la grabación discográfica como elaboración de un producto complejo y único para disfrutar en su conjunto. Este trabajo invita a sumergirse en los registros previos de la violinista, donde seguramente se reflejen los rasgos destacados a lo largo de esta reseña, y a esperar con avidez tanto los próximos como los frutos que su nueva labor como colaboradora artística de la SWR Symphonieorchester de Stuttgart nos ofrezca.
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