Chamber Orchestra of Europe: Contraste de Cuartas
San Sebastián, 08/08/2023. Auditorio Kursaal. Chamber Orchestra of Europe. Daniel Harding, director. Obertura Coriolano, op. 62 de L. van Beethoven; Sinfonía n.4 en la menor, op. 63 de J. Sibelius; Suite de “Pélleas et Mélisande”, op. 46 de J. Sibelius; Sinfonía n.4 en Si bemol Mayor, op. 60 de L. van Beethoven.
Nora Franco Madariaga/
Tras los dos programas de la RPhO, visita el auditorio del Kursaal la Chamber Orchestra of Europe, una formación de poco más de cuarenta años cuya idea nació de músicos de la Joven Orquesta de la Comunidad Europea que ya habían superado la edad límite, pero querían continuar trabajando juntos. Hoy en día, con alrededor de 60 músicos provenientes de toda Europa, es uno de los conjuntos sinfónicos más cualificados internacionalmente.
De gira por España, la COE está recorriendo estos días los festivales de Pollença, Santander y Torroella, entre los que ha encontrado un hueco para participar también en Quincena este pasado martes 8, con un curioso programa a medias entre Beethoven y Sibelius, poniendo el punto de atención en sus cuartas sinfonías.
Dirigida por el británico Daniel Harding –el “niño bonito” de Rattle y Abbado que, a sus 48 años, ya tiene más que demostrada su enorme valía–, comenzó con la Obertura Coriolano, de Beethoven, una obra breve pero intensa que sirvió como presentación de la orquesta, con un sonido homogéneo, brillante y de cuidada articulación. Tras este primer contacto, llegó la primera de las “cuartas”, la sinfonía n.4 de Sibelius, que inició su primer movimiento con un sombrío y poético solo de cello. De atmósfera oscura y melancólica pero no exenta de fuerza, destacó el sonido redondo de los metales aportando algo de luz a este clima penumbroso. Harding dirigió con energía y gesto limpio, pero marcó los tempi de los movimientos un poco igualados, sin estirar lo suficiente los ritmos lentos, lo que favoreció el fraseo pero restó tensión. Esa falta de contrastes le dio a la obra una sensación de continuidad sonora, pero perdiendo autenticidad. El último movimiento condujo a momentos de tutti orquestales rotundos y vibrantes antes de terminar en el mortecino ambiente inicial.
En la segunda parte del concierto, volvió a sonar Sibelius, pero esta vez con la suite de Pélleas et Mélisande, una música incidental de estilo mucho más tonal y romántico, que Harding dirigió con tempo libre y fluido, muy atento a diferenciar los distintos materiales sonoros. Destacable el solo de corno inglés de la segunda pintura, que dibujó el tema de Mélisande con delicadeza y calidez, así como el cuadro de “Las hermanas ciegas”, con una notable participación de los clarinetes. El “Entreacto”, alegre y vivaz, llevó a un contrastado final, lamentoso, que describió con honda emoción la muerte de la doncella, con una bellísima participación de la cuerda.
Para terminar, la otra “cuarta”, la de Beethoven: una sinfonía absolutamente luminosa y vitalista –todo lo contrario a la de Sibelius–, exquisita en su factura, que fue interpretada por la COE manteniendo un claro estilo beethoveniano, muy clásico pero con esos arranques tan libres del de Bonn, siempre elegante pero con un punto impredecible. De nuevo Harding homogeneizó los tempi de los tres primeros movimientos para destacar el último, que terminó con potencia y brío, arrancando bravos entre el público.