Mundoclasico: “Sokolov, fiel a sí mismo”
San Sebastián, miércoles, 16 de agosto de 2023. Auditorio Kursaal. Grigory Sokolov, piano. Henry Purcell: Ground in Gamut en Sol mayor Z 645. Suite nº 2 en Sol menor Z 661. A new irish tune, Lilliburlero, en Sol, mayor Z 646. A new scotch tune en Sol mayor Z 655. Trumpet tune, calles The Cibell en Do mayor, ZT 678. Suite nº 4 Z 663. Round O en Re menor ZT 684. Suite nº 7 en Re menor, Z 668. Chacona en Sol menor, ZT 680. W. A. Mozart: Sonata nº 13 en Si bemol mayor, KV 333/315 C. Adagio en Si menor, KV 540. 84ª Quincena Musical.
JOSEBA LOPEZORTEGA
La misma luz tenue. El mismo caminar por el escenario. Idénticos saludos. Vez tras vez, Sokolov se parece extraordinariamente a sí mismo. Y, sin embargo, cada uno de sus recitales es diferente a casi cualquier otra experiencia musical y es iniciático de la primera a la última nota. Y en cada recital ejerce un dominio abrumador, casi tiránico, sobre un público al que subyuga.
Creo compartir con toda la audiencia esa sensación de una profunda entrega a la musicalidad de Sokolov, a su piano y a su liturgia; también a su carácter purificador, no me atrevo a decir redentor, porque el sonido de Sokolov es extremadamente limpio. Un encuentro con un sonido como llegado de otro tiempo que se impone y se hace diálogo íntimo, rostro contra rostro, incluso en un espacio tan grande como Kursaal.
En la primera parte del programa, Henry Purcell. Sokolov hizo un recorrido amplio y de gran diversidad partiendo de tres suites y otras obras. El resultado fue homogéneo y rayano en la fascinación. Cristalino. Todo un viaje en la dirección contraria al historicismo, respetable pero a menudo cansino y tan trillado: Purcell era maravilloso con los recursos de un gran piano moderno y la gran clase de Sokolov.
De la interpretación de la Sonata número 13 de Mozart, qué decir. El Allegro fue prodigioso, muy a la manera de Sokolov, con un tiempo muy vivo y una nítida claridad en cada nota, una cualidad extrapolable al conjunto de la Sonata y del concierto. En cuanto al KV 540, Sokolov evitó abrir sus ventanas trágicas al Romanticismo, fue un Adagio desprovisto de literatura; de una hondura insondable pero, a la vez, vuelo de gran levedad.
Siguieron al programa anunciado las consabidas seis propinas. Impresionantes todas, pero casi inconcebible el segundo de los Preludios de Rachmaninov. Puro acervo musical, aportes de un caudal musical y cultural que encuentra en Sokolov un transmisor excepcional, una dicha. A estas alturas, cómo no, el público estaba completamente entregado. Pero hay que indicar que no pocas personas abandonaron el auditorio con la última nota del Adagio y sin dedicar un solo aplauso al pianista. Pese a su edad, provecta, se deslizaban ágilmente hacia los vomitorios. Qué triste desfile y con cuánta frecuencia se contempla.