Riccardo Frizza recupera La favorite en su versión original
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Bilbao, sábado 15 de febrero de 2025. Palacio Euskalduna. La favorite, grand opéra en cuatro actos con música de Gaetano Donizetti y libreto en francés de Alphonse Royer, Gustave Vaëz y Eugène Scribe, basado en la obra de teatro Le Comte de Comminges (1764) de François-Thomas-Marie de Baculard d’Arnaud y estrenada estrenada el 2 de diciembre de 1840 en la Ópera de París, en la Salle Le Peletier de l’Académie Royale de Musique.
Léonor, Silvia Tro Santafé. Fernand, Ismael Jordi. Alphonse, Vladimir Stoyanov. Balthazar, Simón Orfila. Gaspard, Mikeldi Atxalandabaso. Inez, Alba Chantar. Un seigneur, Martín Barcelona.
Euskadiko Orkestra. Dirección musical, Riccardo Frizza. Asistente del director musical y director de banda interna, Pedro Bartolomé. Coro de Ópera de Bilbao. Director del coro, Boris Dujin. Maestros repetidores, Itziar Barredo e Iñaki Velasco.
Dirección de escena, Valentina Carrasco. Dirección de escena de la reposición, Lorenzo Nencini. Escenografía, Carles Berga y Peter van Praet. Iluminación, Peter van Praet. Vestuario, Silvia Aymonino. Coreografía, Massimiliano Volpini. Videoproyecciones, Malo Lacroix. Producción, Fondazione Teatro Donizetti de Bérgamo y Opéra National de Bordeaux. 73ª Temporada de ABAO Bilbao Opera.
JUAN CARLOS MURILLO
Preparaba Donizetti su desembarco en París, capital musical del mundo, y concentró para ello en La favorite todo el oficio y el trabajo desarrollado en óperas anteriores, en las que, sobre los cimientos del bel canto rossiniano, había contribuido a consolidar los principios de la ópera romántica italiana, de la que se había convertido en uno sus mayores representantes, si no en el mayor de ellos. El tenor francés Gilbert Duprez había abierto las puertas a lo que sería uno de los elementos característicos de la ópera en la segunda mitad del siglo XIX, la preponderancia del tenor entre las voces masculinas, cantando por primera vez en un teatro de ópera, en la primera representación italiana de Guillermo Tell de Rossini (Lucca, 1831), un do sobreagudo con la voz plena, sin utilizar la técnica del falsete, algo que Donizetti aprovechó para conferir a esta voz el protagonismo que llevaba años buscando.
Reunió en La Favorite, por tanto, todos los elementos distintivos de su obra. Aportó mayor continuidad al desarrollo de la acción, dotando de coherencia y unidad a las partes solistas, con recitativos acompañados llenos de sentido musical y dramático, cavatinas cargadas de lirismo e introspección para una detallada caracterización de sus personajes y exigentes y enérgicas cabaletas dedicadas a la expresión de sus conflictos, junto con intrincados y excelentemente resueltos concertantes, llenos de fuerza y dramatismo, que tanto influyeron en títulos y en autores posteriores. Estaba, además, estableciendo una de las grandes dificultades que plantea la obra del maestro de Bérgamo: mantenerse fiel a los principios del belcantismo rossiniano, poniendo la música, y especialmente la vocalidad, al servicio de la caracterización y expresión del mundo interior de sus personajes, y conseguir, al mismo tiempo, una interpretación fiel al principio romántico de transmisión de las emociones. Una interpretación, en definitiva, que aunase virtuosismo vocal y verosimilitud dramática.
Se presenta por primera vez La Favorite en Bilbao en su versión en francés bajo la batuta de Riccardo Frizza, director musical y artístico del Festival Donizetti Opera de Bérgamo y uno de los claros triunfadores de la velada, junto al tenor Ismael Jordi en su rol de Fernand. Nos encontramos, en cierto modo, ante la restauración de una Grand Opéra, en el sentido que podría darse a la recuperación de cualquier otra obra de arte. Un encomiable esfuerzo por parte del maestro Frizza, que dirige la edición crítica de Rebecca Harris-Warrick que incluye la música de ballet original y la cabaletta del dúo de Léonor y Alphonse eliminada por miedo a la censura de la época, y una nueva aportación de ABAO al programar, una vez más, una ópera en su versión integra, tal y como fue originalmente concebida por su autor que, según apuntó el maestro Frizza en la presentación del estreno bilbaíno, no reconoció las posteriores adaptaciones al italiano de su obra.
Una versión, en palabras de Frizza, que pertenece a lo mejor de Donizetti. Un drama complejo en una versión llena de sentido dramático, bien estructurada, que realiza una lectura clara e incluso moderna del drama, algo que no ocurre en la versión italiana, llena de incongruencias debido, entre otros motivos, a los cortes realizados en ella.
El maestro Riccardo Frizza, al frente de la Euskadiko Orkestra, realizó una lectura enérgica, viva y estilísticamente fiel de la partitura, en la que combinó lirismo y emoción en una interpretación llena de fuerza y energía que subrayó en todo momento la unidad entre la partitura y la trama; una versión ágil, elegante y muy pegada al estilo de la grand opéra y a la musicalidad del bel canto, en la que mostró su gran conocimiento de la melodía donizettiana, acompañando a los cantantes con tempi precisos y medidos en un excelente desempeño orquestal.
La favorite es una ópera consagrada a la voz del tenor, aspecto que honró sobradamente Ismael Jordi en su interpretación de Fernand, exhibiendo a lo largo de toda la obra una voz plena, amplia y naturalmente impostada, uniforme y continua en todos los registros y en toda su tesitura, haciendo gala de gran facilidad en el registro agudo y del buen control de las dinámicas que le caracteriza, así como de una gran presencia vocal. Abordó la interpretación de su rol con elegancia, mostrando fuerza y potencia en los momentos de mayor exaltación y aportando matices de gran delicadeza y lirismo en los pasajes más reflexivos e íntimos, fiel al estilo de la Grand Opéra y al carácter y a la evolución de su personaje.
Destacó por igual desde la primera escena, Un ange, une femme inconue, hasta su última intervención solista, Ange si pur, del cuarto acto, e intervino con solvencia y gran presencia en dúos, tercetos y concertantes, cantando con gran fidelidad de estilo, manteniendo una línea impecable y una excelente gestión de los tempi. Componiendo, en definitiva, un Fernand entregado y fogoso, con la dosis de ingenuidad necesaria acordada al personaje. Fue, sin duda, el elemento más destacado de un conjunto protagonista no siempre equilibrado, vocal y estilísticamente, formado por el triángulo amoroso que completa, en su función de contrapeso y contraste, el personaje encomendado al bajo, interpretado con solvencia y buen hacer por el bajo-barítono menorquín Simón Orfila.
La mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé mostró una voz plena y expresiva, con evidentes cualidades de emisión, color, presencia y amplitud de tesitura y agilidad y lirismo destacables, aunque en algunos momentos mostrara un desempeño menos regular. Destacó, junto a Ismael Jordi, en su primer dúo, Mon idole! Dieu t’envoie, interpretado con fuerza, excelente línea vocal, proyección y buen hacer escénico, y abordó con lirismo y plenitud el dúo con el barítono en el segundo acto que resultó, no obstante, deslucido por una manifiesta desigualdad entre ambos cantantes.
Destacó en su gran escena, O mon Fernand! / Venez, cruels! Qui vous arrête?, en una interpretación llena de fuerza y dramatismo, en la que el movimiento escénico no siempre facilitó la expresión vocal. Compuso, en definitiva, un personaje lleno de fuerza y carácter al que supo aportar grandes dosis de dramatismo y expresividad, destacando notablemente, junto con Jordi, en el dúo del cuarto acto, Va-t’en d’ici! / En priant j’ai marché, uno de los mejores momentos de la noche.
El barítono bulgaro Vladimir Stoyanov mostró tintes más verdianos que donizettianos, más dramatismo que lirismo, carente en algunos momentos del brillo y la flexibilidad requeridos por el personaje de Alphonse, que evoluciona desde la emotividad de la pasión más decidida hasta la expresión del despecho y el ansia de venganza, registros estos últimos por los que pareció transitar la mayor parte de la obra. Cumplió con solvencia y profesión en las partes de mayor autoridad y coraje, especialmente en el concertante final del segundo acto y en el tercer acto, incluido su compleja y exigente escena final.
Donizetti escribió la parte de Balthazar en un registro que se mueve casi siempre en una tesitura media, configurando un personaje al que se le exige gran presencia vocal y escénica, un rol que debe transmitir autoridad y ejercer con solvencia de contrapeso y contraste frente al poder real y a los impulsos amorosos de los protagonistas. Simón Orfila evidenció su buen hacer encarnando al prior Balthazar, mostrando un centro potente y redondo, abordando con ímpetu y fuerza sus partes más agudas y solventando con presencia y apoyo claro el breve descenso al registro más grave (Fa1) en su corta, pero efectiva, intervención solista en la introducción al cuarto acto. Ejerció con presencia y buen hacer escénico su rol de autoridad eclesiástica y lució su destreza vocal en su función de soporte y contrapunto en los conjuntos y en aquellos momentos en los que debe contener la pasión o acompañar la desesperación del fogoso y emotivo protagonista.
Muy bien Alba Chantar en su papel de Inez, confidente de Léonor. Exhibió una voz ligera y ágil, bien proyectada, y supo hacerse escuchar con claridad y brillo sobre las voces del coro femenino en su escena del segundo acto. Muy bien también Mikeldi Atxalandabso en su rol del arrogante Gaspard, en el que ejerció, una vez más, con solvencia escénica, buena presencia vocal y proyección y emisión claras en todas sus intervenciones, destacando con fuerza en los intrincados concertantes que cierran el segundo y tercer actos. Digno de mención el trabajo del coro, en sus diversas formaciones a lo largo de la obra, desde la brillante y alegre escena de la isla, llena de morbidez y luminosidad, hasta los más tenebrosos cantos de los monjes en el cuarto acto, pasando por los coros de los abruptos cortesanos en el tercero, realizando en todos ellos un buen trabajo de encaje del texto francés, algo que no siempre resulta evidente en esta obra.
Podríamos hablar de cierto exceso de paráfrasis en la propuesta escénica, pero, por desgracia, parece que vivimos tiempos en los que se hace necesario defender lo obvio (parafraseando a Bertolt Brech). Además, ¿qué es el teatro -y la ópera lo es- sino mediación y paráfrasis? Desde el mismo momento en el que se aborda la producción -la reproducción- de una obra escrita y compuesta para ser interpretada, cualquier dirección, de orquesta o de escena, exige la incorporación de una nueva lectura, de una nueva mirada.
En ese sentido, la producción estrenada en Bérgamo en 2022 nos traslada con claridad ambas visiones, la del director de orquesta, que ha realizado una lectura historicista, clara y pormenorizada de una partitura llena de significado, y la de la directora de escena, que apuesta por subrayar, por amplificar, elementos presentes, o en algún modo implícitos, en el libreto original. En este caso, la propuesta escénica de Valentina Carrasco aprovecha el triángulo amoroso de Léonor, Fernand y Alphonse para desarrollar la tragedia de tres personas cuyo rango social les impide vivir conforme a sus verdaderos sentimientos, poniendo el foco sobre un contexto más amplio y, en consecuencia, más actualizable.
Así, establece un contraste entre los espacios masculinos, rígidos, normativos, oscuros, impositivos y autoritarios, frente a espacios femeninos en los que imperan la complicidad, la ternura, la alegría, e incluso el disfrute. Aquellos son cárceles, como mucho, jaulas doradas, y estos, por contra, son espacios abiertos, luminosos, espacios para el juego y una cierta libertad. El honor contrapuesto, una vez más, al amor. El deber al sentimiento.
Léonor ya es en la obra original la mujer valiente que ha caído en la trampa -como Norma, Lucía, Traviata, Manon, incluso Carmen-, a quien no se le permite desear ser libre en una sociedad que le exige, por encima de todo, fidelidad y obediencia. La mujer que acabará pagando cara su aspiración y su osadía, con la locura o con su propia vida, y a la que solamente se le ofrecerá póstuma aceptación desde la compasión burguesa o religiosa. Léonor es, además, en la propuesta de Carrasco, la favorita entre todas las favoritas que alguna vez han sido. Mujeres relegadas al estigma y a la exclusión social y, al mismo tiempo, mujeres llenas de solidaridad y ternura, de fuerza y dignidad.
Queda clara, pues, la lectura escénica realizada, algo que se refleja con desigual resultado en una escenografía que, aunque propone algunas buenas ideas y logra transmitir con bastante claridad los diversos elementos -el trastero-almacén de las favoritas caducas, la jaula dorada, la iglesia y el palacio como cárceles, la imagen de la virgen dolorosa, figura femenina de perdón y misericordia, …- no termina de cuajar en su realización.
En definitiva, y por encima de todo, una excelente versión de un título paradigmático de la ópera romántica, que destaca por su puesta en valor de la versión original francesa, íntegra y sin cortes, bajo la sólida batuta de Riccardo Frizza al frente de una Euskadiko Orkestra llena de fuerza y capacidad narrativa, que cuenta con un elenco de reconocida solvencia, en el que destaca a un gran nivel el tenor gaditano Ismael Jordi.