Joseba Lopezortega
Al término de la XV edición del Concurso de Canto Bilbao-Bizkaia quedan entremezcladas distintas sensaciones que harán necesaria una valoración de fondo. En primer lugar, en una escala doméstica, el Conservatorio Juan Crisóstomo de Arriaga ha demostrado que es un espacio muy bien preparado para acoger las fases previas de las eliminatorias, pero también que el Concurso precisa absolutamente de mayor divulgación en la ciudad, y que para ello hay que comunicarlo antes y, sobre todo, mejor. Con el auditorio del Conservatorio literalmente a pie de Metro, y aunque la presencia de público ha sido digna en todo momento, el auditorio debiera haber recibido muchas mas visitas. El tejido de la música clásica es frágil y sus actores deben tratar de ayudarse entre sí de forma solidaria y constante, y mucho en el plano de la comunicación. Algunos silencios clamorosos en torno a la celebración del Concurso pueden tener motivos, pero no justificación. Con todo, pese a todo, la presencia de público ayer en la final era muy destacable.
Corea del Sur. La presencia mayoritaria de coreanos en las inscripciones y su paso con todo merecimiento a la final, aportando nueve de los y las diez finalistas, representa un problema para el Concurso, que debiera poder ofrecer un elenco más abierto, pero delata un problema cuya solución quizá no está al alcance de la organización: en Europa, por ejemplo en Italia, la carrera lírica atrae pocas vocaciones (lo hablaba ayer con un destacado violinista de la BOS), mientras que el canto interesa muchísimo en Corea. Pero nueve finalistas de diez no es una buena noticia ni para el concurso, ni para los propios cantantes coreanos, que se ven serializados, como productos hechos en cadena, cuando realmente bastantes de ellos son personales y algunos de ellos muy, muy personales. La pregunta es: ¿por qué no había más inscripciones europeas: españolas, nórdicas, alemanas, polacas…?
El Palmarés. La tarea de un jurado es tratar de detectar al verdadero artista, como María Bayo decía en una entrevista de Mikel Chamizo en Mundoclasico reproducida en Klassikbidea días atrás, pero al mismo tiempo un jurado sólo puede atenerse a lo que sucede dentro y exclusivamente dentro del marco del concurso. Ayer una soprano coreana extraordinaria, Park Seyoung, cantó bajo los efectos de un inoportuno resfriado, no estaba al nivel de la semifinal. Mala suerte. En cambio, la soprano armenia Lussine Levoni Galstanian se creció respecto a las fases anteriores y ofreció un “Sempre libera” de La Traviata absolutamente irreprochable, estuvo fantástica y se impuso en una final con un nivel global francamente bueno, nivel difícil de augurar escuchadas las fases previas, en las que se pudieron escuchar algunas interpretaciones rayanas en lo inconcebible, pero por malas. La labor del jurado ha sido en ese sentido sólida, porque ha mandado a la final lo mejor que el concurso ofrecía, y quizá (quizá, pues doctores tiene la Iglesia) sólo se haya echado de menos a la eslovaca Ingrida Gápová.
El barítono Kihun Yoon, auténtico acaparador de premios en la noche, ha mantenido un nivel sobresaliente durante todo el concurso. Es un barítono impresionante, ayer estuvo extraordinario y fue aclamado con justicia. Mi opinión es que el bajo Lim Chaejun también hubiera podido ganar, pero defendió un aria de Mefistofele menos lucida para la final que otras muchas posibles. Fue el elegido por ABAO-OLBE para su premio.
En el debe del Concurso distintos aspectos organizativos y ejercer una mayor atracción (al menos una mínima atracción) en Europa y en el Estado. Es un debe realmente serio y que se debe analizar. En el haber, una final y unos premios que llenaron de placer a los numerosos amantes de la Lírica presentes en el Euskalduna Jauregi.