Joseba Lopezortega
Pude conocer personalmente al nuevo director titular de la BOS hace unas semanas, y charlé con él un buen rato para dar forma a una entrevista. En mi conversación conté con la colaboración, y no sólo por su conocimiento del inglés superior al mío, del violinista Stefan Madru. Desde aquí, Stefan, mi agradecimiento. La entrevista estará mañana a disposición de los lectores interesados en distintos medios, y naturalmente también en Klassikbidea. Se realizó cuando no se sabía nada de su inminente nombramiento, y lo único que él nos dijo cuando le preguntamos qué tal por Bilbao -qué sagaces estuvimos sonsacando…- fue un “muy bien, me gusta poder trabajar aquí”. Es decir, nada. Buena señal. Ya habíamos terminado de charlar, en todo caso.
La dirección de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, BOS, se había comprometido a anunciar al nuevo titular antes de final de año y ha cumplido con ese compromiso. Es cierto que la noticia se ha hecho esperar muchos, muchos meses, pero probablemente las mecánicas de estas negociaciones sean lentas y estén llenas de matices y alternativas, de idas y venidas, porque deben sopesarse muchas cosas. Demos el tiempo transcurrido por bien invertido: el nombramiento es un acierto indudable y la BOS merece la felicitación más sincera y efusiva. Si todos los mecanismos funcionan, y dada la excelente receptividad de los profesores hacia el maestro desde su no tan lejano (y memorable) primer contacto en la ópera de Korngold “Die tote Stadt”, se abre un periodo de al menos tres temporadas en los que normalmente la BOS progresará y mucho.
Erik Nielsen es un hombre que se toma las cosas con calma. Su tipología como director no coincide exactamente con las veloces cometas que atraviesan el firmamento sinfónico u operístico a cada tanto, en muchas ocasiones para diluirse como polvo de estrellas en depende qué atmósferas. Nielsen se formó técnicamente y decidió aprender y estudiar con gran esfuerzo, y sigue haciéndolo. No tiene prisa. Su doble faceta como músico de atril –oboísta y arpista- y como director (también en dualidad, en el foso y en el escenario) le ha conducido a un conocimiento intenso y bien aprovechado del funcionamiento de una orquesta y de las relaciones entre orquesta y director. Eso le construye como un músico de gran enjundia y mucho futuro. Hay que imaginar a un músico de alto nivel (ha tocado en orquestas de primera fila, como la propia Berliner Philharmoniker) que, además de hacer su papel en el concierto a la perfección tras su atril, está viendo trabajar en el podio a Abbado, Maazel, Mackerras, Levine, Barenboim, Zinman… Una academia realmente prodigiosa.
Dirigiendo, el maestro norteamericano afincado en Frankfurt es preciso y maduro, y es una delicia verle trabajar. Si desarrolla sus ideas con libertad, encauzando la oferta de la BOS desde su sensibilidad y experiencia hacia programas bien trabados y enriquecedores, la Sinfónica de Bilbao está llamada a alcanzar cotas muy altas de calidad. Es esencial que la propia orquesta se comprometa en esa apuesta por completo, y seguro que así será, porque profesores y profesoras disfrutan escuchándose cuando la música que saben dar les brota y les envuelve.
En el plazo de apenas unos meses, casi un puñado de semanas, las dos sinfónicas vascas han pasado de un estado de temporal y lesiva indefinición a contar con dos titulares de peso y calidad: Märkl en la Sinfónica de Euskadi y Nielsen en la Sinfónica de Bilbao. Seguramente este hecho no pase desapercibido a los responsables de la Quincena Musical, en cuya programación resulta clamorosa la ausencia de la BOS desde hace demasiadas temporadas. Sencillamente debe ir, máxime si el presupuesto de la Quincena atraviesa momentos peor que delicados, si nos atenemos a las declaraciones recientes de Patrick Alfaya en Diario Vasco. Pero la razón de esa obligada visita no está en el ahorro, que no se me malinterprete: está en la calidad de la BOS con Erik Nielsen u otros buenos maestros en el podio. Ya está bien.
En esta bienvenida a Nielsen no puedo dejar de recordar con amistad personal y con mi reconocimiento como melómano al antecesor del nuevo director, Günter Neuhold. Sus inolvidables programas de Bruckner y Mahler, entre otros, quedan en la historia de la BOS, y la orquesta dúctil y exigible que ahora encuentra Nielsen para trabajar se debe, en gran medida, al trabajo del austríaco.
En fin: la música es un sucederse imparable de maestros, profesores, gestores y aficionados. La BOS encara ya la recta hacia su primer Centenario y lo hace bien encarrilada. Me vienen a la memoria profesores que veía en el escenario del Buenos Aires con mis 11 o 12 años, y que son los cimientos –en muchos casos heroicos- de la actual BOS. Doy gracias al destino por haberme dado crianza en una Villa con instrumentos de la tradición de la BOS, la Sociedad Filarmónica, la Sociedad Coral y algunos otros. Más allá de las épocas a veces yermas y de las coyunturas, no siempre fértiles, todas esas instituciones son auténticas columnas vertebradoras de la calidad de vida cultural de Bilbao y Bizkaia. Y buena parte de ellas son producto de una sensibilidad esforzada y mantenida contra viento y marea por los responsables institucionales, no hay que olvidarlo.
Felicidades, de nuevo, a los profesores y profesoras de la BOS y al equipo administrativo y técnico, en especial a su dirección, por traer a Bilbao a Erik Nielsen a sumar historia en una orquesta que ya acumula tanta. La fórmula es simple: para sumar historia, obligado mirar hacia el futuro.
Ongi etorri, Maestro Nielsen. Bienvenido.