Se conocieron haciendo música de cámara de Dvorak en el conservatorio de Bilbao, después viajaron juntos como estudiantes a Londres , al Royal College of Music. Ella completaba los estudios de piano, él los de violín. Unos años después cambiaron las riberas del Támesis por las del Manzanares, y después por el litoral de Bermeo, villa marinera en la que ahora viven y desde la que acuden puntualmente a sus citas musicales.
Arrate es profesora de piano en el Conservatorio Juan Crisóstomo de Arriaga y concertista, Stefan es violinista en la Sinfónica de Bilbao. Ambos, junto con la violista y el violoncellista Iwona y Jerzy Andrzejczak, forman el Cuarteto con piano de la BOS que interpreta la primera obra de la temporada de Música de Cámara 2013-2014: el cuarteto para piano en Mi bemol mayor, op. 87, de Antonin Dvorak. Este lunes, a las ocho de la tarde, en la sala A1 de Euskalduna Jauregia.
¿Por qué este cuarteto?
Stefan: Lo teníamos en un CD junto con el quinteto con piano en La Mayor, op. 81, del mismo autor. Casualmente, este quinteto fue la primera obra que Arrate y yo tocamos juntos en el conservatorio. Fue un “ya que hemos tocado esto, ¿por qué no tocar también lo otro?”
Arrate: Despues de escuchar hasta la saciedad el quinteto y no hacer caso al cuarteto, una vez dejé puesto el cd y lo escuché entero. Fue un descubrimiento. Es una gran obra muy poco tocada. Me llamó la atención ese comienzo tan atípico y extraño que luego transforma a lo largo del primer movimiento con maestría. Es una obra de gran lirismo, ambiente bohemio y final al más puro estilo de danza eslava.
Hicisteis Dvorak la primera vez que tocasteis juntos
Stefan: Las dos parejas que integramos este cuarteto nos conocimos a través de la música. Resulta una curiosa coincidencia, por no hablar de que puede ser muy útil. Nos ocurre a las dos parejas que al haber tocado tanto el uno con el otro, nos conocemos tan bien y estamos tan acostumbrados a la manera de tocar del otro que, realmente, funcionamos como dos bloques, resultando mucho más fácil conjuntarlo todo.
Además, resulta divertido y agradable cuando el trabajo serio se mezcla con los piques e ironías propios de las parejas bien compenetradas.
Piques o ironías, vale, pero dentro de una atmósfera de imprescindible intimidad y compenetración
Arrate: La cámara requiere mucho diálogo, respeto y valoración del criterio de cada uno, y tener una mente abierta a todo tipo de posibilidades musicales. Flexibilidad, respeto mutuo, poner en común puntos de vista y escucharse mucho los unos a los otros. Y hay que crear un clima de ensayos afable y relajado.
Stefan: Lo importante es llegar a conjugar cuatro maneras diferentes de tocar hasta hacer que suene uniforme y empastado, pero, a la vez hay que mantener la personalidad y la musicalidad de cada uno. No se trata de conseguir que sonemos como uno solo, sino de conseguir que cuatro personalidades trabajen en una sola dirección. Eso sólo se consigue con ensayos y con mucho diálogo. Si hay un grado de afinidad personal y musical, eso allana mucho el camino.
La cámara debe acentuar la responsabilidad
Arrate: Hacer cámara es una experiencia única. Por una parte hacer música en grupo es muy enriquecedor, es mas cálido y arropado salir a tocar con otras personas, no te enfrentas solo al público. Pero también te sientes responsable hacia tu grupo, y el compromiso de hacerlo bien es probablemente mayor.
Stefan: Aumenta la sensación de responsabilidad, cada uno pasamos a asumir la función tan ingrata de director, en función del pasaje en el que nos hallemos. Al mismo tiempo, que nosotros mismos seamos “el del palito” hace que tengamos un conocimiento mucho más profundo y detallado de la obra que cuando estamos tocando en orquesta. La responsabilidad y la implicación son mayores, pero yo diría que el disfrute y la recompensa también lo son.
Arrate: El resultado final el concierto siempre es una sorpresa. Cuatro personas, cada uno con sus sensaciones, sus dudas, sus momentos de liderazgo, sus intervenciones a solo, … Es todo una gran combinación entre lo ensayado y lo acordado y la espontaneidad de cuatro individuos.
DOS MÚSICOS FUERA DEL ESCENARIO
Stefan: Desde luego que escucho música en casa. No ligado necesariamente a alguna actividad en concreto – vamos, que no paso la aspiradora al son de “I want to break free “-, pero escucho música cuando me apetece. En cuanto a gustos soy ecléctico. Soy un enamorado de la música de los ochenta, además de tener mi corazoncito macarra.
Arrate: Yo escucho música de todo tipo. Desde Lou Reed hasta la música africana de Ayub Ogada. Además soy una enamorada de la radio. En casa, mientras cocino, la pongo mucho. Según lo que me apetezca pongo Radio 3, clásica o los 40. Al final termino sabiéndome las canciones de moda y cualquier cosa que pinchen en la radio.
¿Os cruzáis con otros músicos de la BOS por las calles de Bermeo? ¿Existe en la Villa ambiente musical?
Stefan: En Bermeo no vive ningún otro músico de la BOS, lo cual es de agradecer. Aprecio mucho a mis compañeros, pero aprecio más no toparme con ellos donde vivo. Es muy sano tener separados el lugar de trabajo y el de residencia.
Arrate: Trabajamos en un sitio y vivimos en otro, todo bien separadito, para lo bueno y para lo malo.
Stefan: Me gustaría creer que hemos aportado nuestro granito de arena en el ambiente musical bermeano, más que nada por darle un poco de gusto a mi vanidad. La verdad es que la gente de Bermeo tiene muchísima afición a la música y se vuelcan en cuanto hay un concierto.
Arrate: Es increíble la afición que hay. Todos los días de la semana musical suelen estar hasta arriba. Literalmente. Respetan mucho el hecho de que seamos músicos. A diferencia de Madrid, donde mi vecino me denunció por tocar, aquí les encanta. Curiosamente en ese sentido la gente respeta más el estudio de un instrumento que en Madrid. Eso según nuestra experiencia, claro…
Las veces que hemos preguntado si molestábamos nos han dicho que les encanta escuchar. Y en verano, cuando se suelen tener las ventanas abiertas, dicen vecinos de edificios colindantes que salen al balcón cuando Stefan estudia, para oir mejor. También nos preguntan cuándo damos conciertos. Y suelen venir incluso a escucharnos a Bilbao. Vamos, que lo viven muy efusivamente.
STEFAN Y ARRATE NOS PROPONEN ALGUNAS OBRAS ESPECIALES
Stefan: En mi propuesta no puede faltar un concierto de violín. Me cuesta decidir, pero creo que me quedo con Sibelius. No es una respuesta original, ni es atrevida pero, haciendo un símil, todos volvemos la cabeza cuando vemos un Mercedes de los años sesenta. Algo tan bien hecho, algo que roza tanto lo perfecto, ni pasa de moda, ni pasa desapercibido. Es maravilloso. En cámara:, probablemente el cuarteto en sol menor op. 25 de Johannes Brahms.
Arrate: El op. 25 de Brahms que cita Stefan es mi obra de cámara fetiche, pero no quiero repetir lo dicho por Stefan, así que propongo el Trío de Chaikovski. También el concierto número 2 para piano y orquesta de Brahms. Y, para terminar, los Cuatro últimos lieder de Richard Strauss.