DEIA: “El arte de tocar fugas”
Asier Vallejo Ugarte
Sociedad Filarmónica de Bilbao. 12-XI-2013. Angela Hewitt, piano. Bach, El arte de la fuga.
El arte de la fuga no es sólo una de las obras finales de Bach, sino una muestra suprema de las posibilidades que el contrapunto brindaba a los músicos de mediados del siglo XVIII. Se trata de compendio de los principios de la escritura fugada en tiempos del compositor, de una partitura creada para sí mismo y para la posteridad, pues es inviable que esa música tan pura, tan abstracta, tan absoluta, se interpretase en público en su época. Durante mucho tiempo fue considerada un tratado teórico para especialistas y sólo estas últimas décadas hemos ido comprendiendo que en ella se hallan los pilares de toda la obra de Bach. Temas invertidos, imágenes en espejo, valores aumentados y disminuidos, voces que se siguen y se entrelazan, todos esos elementos se mueven dentro de un mapa conceptual muy complejo y dan variedad a una arquitectura formal perfectamente unitaria.
Ahora bien, no dejan de ser dieciocho fugas basadas en un único tema, y de ahí que los promotores sigan teniendo grandes reservas a la hora de programarla. Es mucho más cómodo proponer una partita, una suite francesa o unas piezas de El clave bien temperado. Algo similar les pasa a los músicos. Hoy no se discute que tocar Bach al piano es una opción estéticamente viable, y más en una música en la que -como es el caso nuestra obra- desconocemos si hubo algún destino instrumental concreto. Pero hay grandes pianistas que dicen sentirse encerrados en el laberinto de la escritura fugada de Bach y otros que prefieren no adentrarse en El arte de la fuga porque ven en ella una música difícil de vender al público.
Angela Hewitt aborda la inmensa partitura después de haber tocado prácticamente toda la obra para teclado del compositor de Eisenach. Llega a ella después de un larguísimo camino y el martes, en la Filarmónica, demostró un dominio total de la escritura bachiana desde una triple perspectiva técnica, formal e interpretativa. Pocas obras piden un grado de concentración tan alto y Hewitt no lo perdió en ningún momento. En deslices mínimos no merece la pena entrar, sería como lamentar la falta de una coma en Cervantes. Sorprendió, eso sí, su capacidad para lograr que cada voz fuese independiente y tuviese su propia direccionalidad. De esa forma, pese al aroma científico que respira esta música, entendimos que El arte de la fuga avanza progresivamente hacia una sensación de absoluta plenitud vital: en las estrictas normas del contrapunto, Bach encontró las claves de su liberación personal.