El pasado viernes, 15 de noviembre, dentro del VIII festival de Órgano de Bizkaia, Juan de la Rubia visitaba Amorebieta-Etxano para sentarse en el recientemente restaurado instrumento de Santa María de la Asunción, obra del organero azpeitiarra Aquilino Amezua (1847-1912). En el programa obras de Duruflé, Wagner, Otaño y Loret.
De la Rubia, valenciano de 1982, ha hablado con Klassikbidea sobre su visión del órgano y de la música en el coro de Santa María, una hora antes de iniciarse el concierto. También ha intervenido en la conversación Pablo Cepeda, coordinador del festival.
“El órgano me ha atraído desde que tengo recuerdos –cuenta De la Rubia–. Desde siempre. Quizá porque pude escuchar conciertos con mi familia en Francia e Italia, cuando era pequeño. Me quedaba pasmado.”
El órgano transmite unas vibraciones especiales, tiene un aura trascendental, ¿con quién se habla cuando se toca?
De la Rubia: Yo intento sentir esas vibraciones. Pero hablar… Tengo cierta visión espiritual de la vida, pero para mi la música es un medio de expresión. A través de ella me siento creativo, tanto si interpreto como si improviso. Me sirvo de la música, y también sirvo a la música, busco un equilibrio. Yo cuando toco hablo con la música. El oyente por su parte puede hablar con quien quiera a través de ella.
Sus improvisaciones con el “Fausto” de Murnau le han valido grandes elogios.
De la Rubia: Me encanta unir dos artes, aunque es complicado. Se necesitan infraestructuras: un espacio, un órgano, unas condiciones de proyección. Pero es un esfuerzo muy enriquecedor, es una gran experiencia. Las películas mudas están abiertas a que uno pueda imaginar para ellas cualquier tipo de música. Para mi, la banda sonora de Fausto es con órgano. Quizá la razón es la estética del filme. Pero al igual que “Metropolis” de Fritz Lang me sugiere una orquesta, Fausto me sugiere órgano.
Esa unión aparentemente natural entre expresionismo y órgano evoca también la visión del organista como un tipo maduro y solemne.
De la Rubia: Sí, el tópico es que el organista siempre es mayor y solemne. Antes eran los clérigos los que tenían todos los puntos para ser elegidos como organistas de los templos. Hoy en día, no. Una profesora mía, Montserrat Torrent, decía que es difícil tener a la vez dos vocaciones tan intensas como la religión y el órgano. Pero ahora no hay tantos clérigos, y se recurre a los músicos profesionales, que deben estar bien formados.
Cepeda: El órgano ha ampliado su ámbito, también es profano. No sólo es válido para la liturgia -no se podría imaginar uno más adecuado- sino que enriquece otros ámbitos. Los organistas actuales tienen una visión muy amplia de su instrumento, tanto en la faceta musical como artística en general, y en diálogo con otras artes. Un Festival como Tolouse Les Orgues ofrece decenas de actividades y conciertos muy diferentes.
¿Cómo suena Wagner interpretado con un órgano?
De la Rubia: El órgano es un instrumento válido para tocar Wagner, este compositor hace que brille su vertiente sinfónica. En España no hay grandes órganos sinfónicos, orquestales. Pero un buen órgano abre muchas puertas a la interpretación, más allá de un Bach o de su utilidad litúrgica.
Los órganos no son instrumentos corrientes. Permanecen anclados a un espacio y son elementos patrimoniales.
De la Rubia: Los organistas tenemos suerte. Disponemos de instrumentos maravillosos y todos diferentes. No hay dos órganos iguales, ni por fabricación (no han llegado a cuajar nunca los órganos construidos en serie) ni por acústica. La relación entre instrumento y acústica es máxima en el órgano. Por eso muchas veces se nos pide consejo antes de restaurar un órgano. Hay que tener claros los conceptos, estudiar las necesidades, suscitar posibles mejoras.
Cepeda: Esa faceta patrimonial del instrumento representa un desafío. Restaurar un órgano es algo parecido a restaurar un edificio, con su historia, evolución, añadidos… por otra parte el órgano es el único instrumento musical dentro del cual se puede estar, hablamos de un instrumento singular.
Desde hace algún tiempo, la orquesta de Lyon dedica muchos esfuerzos de comunicación para dar a conocer que vuelve a contar con un gran órgano en el auditorio. Dan gran importancia a ese hecho.
De la Rubia: El órgano de auditorio representa un mundo que todavía no hemos alcanzado a vislumbrar. En muchos casos los órganos que se implantan son como los de las iglesias. Esto sencillamente carece de perspectiva. Los órganos de auditorio tienen que ser órganos creados para la orquesta, capaces de servir pianísimos casi imperceptibles y también fortísimos capaces de tapar a la orquesta.
Existe un arquetipo para otros instrumentos, no para el órgano. Los violines que siempre buscamos tienen 300 años.
De la Rubia: Los órganos están en permanente evolución. No hay dos iguales, ni los hay industrializados. Este es un instrumento que mira hacia atrás, pero que evoluciona y busca nuevos caminos. Es posible innovar creando estos instrumentos, pero también es posible retrotraerse. Algunos organeros buscan lo que debieron ser los órganos del norte de Alemania porque quieren saber cómo suenan.
Entrevista: Joseba Lopezortega