Joseba Lopezortega
Cuando un atleta corre contra el reloj, su tiempo es el que es. Si alguien mejorara el registro de Hicham El Guerrouj y bajara de 3.26.00 en los 1.500 metros, quizá la más compleja, exigente y fascinante prueba del atletismo, se convertiría inmediatamente y de forma inapelable en el atleta más rápido de la historia en la distancia. Si alguien pasara de 98,48 metros en jabalina superaría a Jan Železný y sí: tanto el cronometro como la cinta métrica son objetivos. Pero no todas las cosas funcionan así, ni siquiera todos los deportes. Casi todo es opinable.
No hay un baremo para medir la importancia de una orquesta. Filarmónica de Berlín, Concertgebouw de Amsterdam, Filarmónica de Viena, Sinfónica de Londres, Sinfónica de Chicago, Filarmónica de Nueva York o el conglomerado excepcional del festival de Lucerna, y quizá otra docena de orquestas en el mundo, pueden considerarse exponentes de una excelencia orquestal en la que los sonidos y los estilos son de tal singularidad y calidad que vacían de sentido una discusión de por sí baladí: ¿cuál es la mejor? No hay respuesta a esa pregunta, sobre todo porque dentro de los márgenes de esa excelencia todas ellas tienen mejores y peores temporadas, y pueden alcanzar cimas incluso más altas en función de los maestros con los que trabajen. Pero por encima de todo esto hay un hecho objetivo: la Filarmónica de Berlín es quizá la más mediática y famosa de todas, empujada por su calidad, su historia, sus míticos maestros titulares y una visión empresarial y marketiniana tradicionalmente muy avanzadas. La Berliner Philharmoniker puede no ser la mejor orquesta del mundo, ¿qué más da?, pero sí es la mejor marca orquestal del mundo. Creo que eso sí es un hecho. Si preguntáramos por la calle “¿conoce usted el nombre de una orquesta sinfónica?” a personas que supieran qué es una orquesta sinfónica, probablemente las más populares serían Berlín y Viena. Ambas son marcas excelentes, al igual que son excelentes orquestas.
Quizá por eso es una noticia de especial relieve que un maestro nacido y criado en Euskadi dirija a la Filarmónica de Berlín, aunque no en el repertorio con el que a uno le encantaría que debutara (Mahler, pongamos por caso, de quien hizo excelentes versiones en Bilbao, o Bruckner, que le apasiona) sino con “El sombrero de tres picos” de Falla como principal obra del programa, precedida por “Iberia” de las “Images pour orchestre” de Debussy (con sus terribles castañuelas) y el precioso Concierto para arpa del argentino Ginastera. Como recordaba el periodista César Coca con un despliegue informativo de doble página en el diario El Correo del día 29 de abril y una entrada posterior en su blog “Divergencias”, hablando del concierto de Mena con Berliner Philharmoniker, Juanjo Mena gusta de decir que lo importante no es que una orquesta invite a un maestro, sino que le vuelva a invitar. Ese debe ser el objetivo de esta primera cita: regresar a Berlín, seguir progresando en su carrera internacional y, también, abordar cuando regrese un repertorio menos racial, dado que tiene calidad para repertorios que poco o nada tienen que ver con su origen.
De Juanjo Mena me dijo hace tiempo un agente, de esos que llevan a sus pupilos por buenas orquestas y a veces les tejen prometedoras carreras internacionales: “es un gran maestro invitado, pero un maestro titular y director artístico como tantos otros”. Su permanencia durante nueve años en Bilbao y su actual titularidad en una de las formaciones de la BBC, la de Manchester, parecen contradecir esa opinión, o al menos la matizan, pero no es menos cierto que Mena es todavía, ante todo, todo un gran maestro invitado. Y es también, con probabilidad, el más importante director de orquesta que haya dado Euskadi, o al menos el de mayor proyección internacional. Ahora Berlín le convierte -o le consolida- en más que apetecible para cualquier formación española y para muchas orquestas internacionales, y creo que le vendría muy bien una titularidad de prestigio. Quizá siga los pasos de Frühbeck de Burgos, con cuya carrera mantiene no pocas similitudes: paso por Bilbao, relaciones con la Nacional de España (Frühbeck fue su titular), visitas en muchos prestigiosos podios y haber renunciado por escrito a su contrato con la BOS para buscar nuevos aires.
Entrevisté a Juanjo Mena para la revista anuario de la ABAO cuando, en 2005, iba a dirigir su primera función de ópera. Era un programa con “Erwartung” de Arnold Schoenberg y “Salomé” de Richard Strauss -ahí es nada-. Aunque se reclamaba y se reclama discípulo de Sergiu Celibidache, un maestro poco amante de la ópera, Mena enfrentó aquel doble programa con gran cautela, pulso y solvencia. En aquellas fechas el maestro decía: “Si acepté este reto fue porque me lo pedía la ABAO, era con la Sinfónica de Bilbao (no lo haría con otra) y porque la dirección de escena era de Emilio Sagi” (El Cultural, edición impresa, 10 de febrero de 2005). Esta cita está extraída de una entrevista en la que “Erwartung” resultaba ser una ópera de Schünberg (sic), con lo que exige algunas cautelas, y no conservo la que yo mismo le realicé, pero sí recuerdo perfectamente que era notable cómo Mena decía encontrar en su orquesta de entonces el instrumento necesario para sentirse seguro en el podio y dar lo que quería dar de dos óperas a la vez próximas y profundamente alejadas, pero de una gran exigencia en términos orquestales.
Mena abandonaba la BOS en junio de 2008, aunque lo comunicó formalmente unos meses antes, y en julio de 2010 era anunciado como titular a partir de 2011 de la BBC Philharmonic, una de las orquestas sostenidas por la BBC; el corresponsal de El País en Londres, Iñigo Gurruchaga, escribía: El ex director de la Orquesta de Bilbao cumple así su ambición de encontrar «un instrumento mejor para hacer arte». Las comillas son originales del texto de Gurruchaga. La BOS se le había quedado pequeña a Juanjo Mena, y a la vista de su carrera posterior parece que su decisión de saltar al vacío fue la correcta, entendiendo “vacío” como carencia de una titularidad, pero debe quedar claro que Mena quería “un instrumento mejor para hacer arte”, es decir: un instrumento mejor que la BOS, la orquesta sine qua non de su poco anterior debut operístico. Personalmente creo, y me parece lógico hablando de un maestro de proyección aunque ya sólo relativamente joven, que la orquesta de Bilbao sirvió a Mena más y mejor que Mena a la BOS, porque le facilitó una enorme experiencia de aprendizaje. Fue prácticamente su cuna y también fue su trampolín. Sobre cómo y por qué salió de la BOS hay versiones encontradas, dado que él tenía la intención de irse y acertó en su apuesta y urdió para explicarla sus propias razones, distintas a las institucionales, y no necesariamente más fiables u objetivas. En estas cosas, como en las rupturas sentimentales, se debe prestar oídos a ambas partes. Pero por encima de todo aquello, y transcurridos ya unos cuantos años, hay un hecho a destacar: Mena no ha vuelto a Bilbao desde febrero de 2010, y la BOS no se ha hecho eco del éxito que implica que un maestro cincelado durante nueve años en Bilbao dirija a algunas de las más importantes formaciones del mundo, y tampoco de su llegada al podio de Berlín, que es un hito incontestable sea cual sea el programa, eso es lo de menos. Tampoco la prensa de Bilbao se ha hecho eco, excepción hecha del principal diario, El Correo, que ha dado esa doble página con llamada en portada pero que en cambio no ofrece habitualmente críticas de los conciertos de la BOS, ni presta una atención regular reseñable a sus actividades. Las razones de la prensa son, en fin, libres, y merecen el máximo respeto.
Esta es la lista de maestros anunciados en Berlín para 2015-16 al frente de la Berliner: Simon Rattle, su titular; Matthias Pintscher, Zubin Mehta, Giovanni Antonini, Andris Nelsons, François-Xavier Roth, Bernard Haitink, Christian Thielemann, Daniel Harding, Iván Fischer, Herbert Blomstedt, Mariss Jansons, Semyon Bychkov, Tugan Sokhiev, John Eliot Gardiner y Yannick Nézet-Séguin. Y ahí está también Juanjo Mena. Sería razonable que la BOS hubiera felicitado a Mena por encima de posibles viejos roces, sí, y sería estupendo también que su vieja amada BOS existiera en la agenda de trabajo del maestro, o bien que desde la BOS se le invitara, vaya usted a saber qué fue primero. El hecho es que no está ni se le espera. Y parece que no contar con los maestros titulares anteriores es, por alguna razón, una seña de identidad de las orquestas vascas. Según hizo público en sus redes sociales, la BOS presentará pronto la 2015-2016. Apostaría a que ni Mena ni Neuhold estarán entre los maestros invitados, ni siquiera en repertorios que les serían ideales, ¿por qué? También apostaría, aunque con menos seguridad, a que Orozco-Estrada tampoco visitará la OSE, y en ambos casos me encantaría equivocarme. Mientras, una práctica habitual de las orquestas de escala europea e internacional es trabajar mucho en el tiempo con los maestros también cuando han dejado de ser titulares. Parece que aquí no se estila. Las razones no las conozco.
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En este link, gran interpretación del Preludio al Acto I de “Tristán e Isolda”, de Wagner, en los Proms de 2012. Mena al frente de la BBC Philharmonic: