Joseba Lopezortega /
Haces una pregunta y tienes contestando al otro lado de la mesa a tres mujeres rápidas y certeras como arqueras de Sherwood. Sus ideas convergen, sus energías se suman, comparten el objetivo de conducir al Conservatorio Profesional J.C. Arriaga de Bilbao con una combinación de mano izquierda y pulso firme, respeto a la larga tradición del conser y afán por renovarlo.
Saben de dónde parten y van a trabajar para que todo evolucione y progrese en terrenos propios del S. XXI. Se muestran orgullosas cuando hablan de su herencia y su profesorado, apasionadas cuando hablan del alumnado y lúcidas y analíticas cuando hablan de la situación y de las perspectivas. En la hipótesis más conservadora, el Conservatorio de Bilbao abre con ellas un nuevo periodo, pero quizá incluso se esté abriendo una nueva época si se dan tiempo y aciertan en el rumbo. Sus nombres son Maite Aurrekoetxea, Maite Villate y Arrate Monasterio, respectivamente directora, jefa de estudios y secretaria del centro musical.
Pregunta: Hay varias placas en la entrada del edificio, dos son muy interesantes. Una habla de Armand Marsick y de la fundación del Conservatorio hace casi un siglo, la otra es del Gobierno Vasco y afirma que se inauguró en 2006. Debe ser un lapsus y se refiere al edificio, que es de ese año. ¿Cómo casan en el Conservatorio tradición y modernidad?
Maite Aurrekoetxea: Nos dedicamos sobre todo a conservar la música de los siglos precedentes y eso parece contradictorio con un edificio tan moderno como el que tenemos, pero no lo es. En el centro y en el plan de estudios se trata de abarcar todo, incluyendo desde luego la modernidad. Nosotras tres hemos estudiado en el conservatorio, pero cuando estaba ubicado en las calles Diputación, General Concha… Y siempre escuchábamos que nos decían: “os vamos a hacer un nuevo edificio para que estéis todos juntos, para que haya un verdadero movimiento en grupo…” Ese espacio es una realidad desde hace casi diez años, y en él conservamos toda nuestra tradición, sí, pero también queremos abrirnos a estudios de música moderna, que comenzamos este curso. Las dos cosas no son incompatibles. Los instrumentos más modernos pueden coexistir con la música de un instrumento del siglo XVII.
¿Pero define el nombre Conservatorio a un centro que lo que busca es producir nuevos talentos? ¿Por qué se habla de conservar?
Maite Aurrekoetxea: Bueno, porque hay que proteger la tradición. La mayoría de música que escuchamos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos es música fácil, es una música que armónicamente podría ser del XIX pero es muy básica. Para escuchar la música clásica es necesario un esfuerzo, y esto hay que verlo en el contexto general de las artes, que hoy en día son muy inmediatas. No se dedica a las artes el tiempo suficiente.
Maite Villate: Hay que matizar algo. Muchas veces la gente escucha música clásica y no es consciente de ello: anuncios de televisión, bandas sonoras que pueden estar compuestas en 2015, pero que son clásicas e incluso plagio de composiciones clásicas… De modo que hay gente que dice que no le gusta la música clásica y luego les gusta la música de un anuncio que utiliza un fragmento de una sinfonía.
Maite Aurrekoetxea: Sí, es cierto y estoy de acuerdo, pero un anuncio dura un minuto, o para ser exactos veinte segundos, y el tema principal de una banda sonora dura cuatro minutos, y se acabó. Pero la música clásica es más que esos cuatro minutos, abarca y necesita tiempo. Sí es cierto que la música de hoy bebe de la clásica, lo sepa la gente o no, pero la fuente está ahí, y por eso hay que conservarla y hay que explicarla.
Al menos en apariencia, no deja de resultar chocante –y sugerente- que hablen ustedes de conservar la tradición y lleven a alumnos y alumnas de percusión a conocer a Álex González, el batería de Maná.
Arrate Monasterio: Nosotros conservamos para que se sigan formando músicos, para que lleguen a tocar en orquestas o para lo que sea. El Gobierno Vasco está impulsando ahora que se aborde la música moderna, probablemente en respuesta a la demanda. Se está tratando de hacer poco a poco, lo cierto es que los músicos clásicos somos un poco cerrados en eso, no nos gusta mucho innovar en el sentido musical. Pero poco a poco lo estamos introduciendo en las enseñanzas. Todavía no vamos a formar músicos de jazz, por ejemplo, pero vamos introduciendo cosas para que se conozcan y se puedan probar en términos de introducción. Lo de Maná ha sido estupendo para los alumnos de percusión, porque es un baterista muy bueno y esas cosas motivan y mucho. Es un golpe de adrenalina en su carrera.
¿Mereció la pena para el alumnado?
Maite Villate: Estuvieron muy felices y muy impactados, también por la historia vital del batería, por cómo mientras que ellos disponen prácticamente de todo, él empezó a tocar con unos cubos y ha llegado donde ha llegado.
Maite Aurrekoetxea: Además el profesor, Lander Bilbao, quiso muy conscientemente que acudieran alumnos y alumnas de los cursos más bajos, jóvenes, precisamente para sembrar en ellos la semilla del gusto por la batería.
Regresando a terrenos más tradicionales, en Bilbao existe tradicionalmente un entorno musical integrado por el propio Conservatorio, la Sinfónica de Bilbao, diferentes masas corales, sociedades de música de cámara, músicos y músicas profesionales, ¿cuáles son las relaciones del Conservatorio con ese entorno?
Arrate Monasterio: Nos gustaría abrirlas más. La BOS pone a disposición de alumnos y profesores unos abonos especiales que por alguna razón no se han divulgado mucho, y nos gustaría que se emplearan más. La orquesta también está haciendo un esfuerzo por abrirlo a padres de alumnos, algo que parece una necesidad. También vamos a empezar a colaborar con la BOS y con la Banda Municipal de Bilbao para que algunos de nuestros alumnos y alumnas toquen dentro de la orquesta o la banda.
Maite Aurrekoetxea: La verdad es que es un interés recíproco. Al conservatorio le interesa muchísimo que el alumnado entre en contacto con el mundo de la música profesional, tanto en la orquesta como en la banda. Con la orquesta ya llevamos unos años, creo que seis ediciones, ofreciendo un concierto en el que un ex alumno o ex alumna del centro digamos brillante, toca como solista con la BOS. Además también se facilita que un cuarteto del último curso de profesional toque integrado en la orquesta. Para ellos, la sensación de tocar arropados por profesionales es sencillamente indescriptible. Nos gustaría establecer este mismo modelo de colaboración con la banda.
A esas instituciones por su parte les interesa el público joven, por eso hablaba de mutuo interés. La tendencia es que la edad media de los asistentes a conciertos de clásica es cada vez más alta. Ellos tienen que rejuvenecer, y están metidos en esa labor porque cada vez promocionan más los conciertos didácticos, los programas enfocados a colegios (que además se hacen en nuestro auditorio)… Con la banda lo mismo, está muy bien que toquen en el Arenal o en el Euskalduna, pero también necesitan rejuvenecer su público.
Disiento en esa idea de un público cada vez más mayor. Recuerdo de niño a la BOS en el desaparecido teatro Buenos Aires y la gente que asistía era muy mayor. Lo mismo en la Filarmónica. Y la gente mayor de ahora no es la misma que entonces, obviamente, así que el público se renueva a una edad avanzada.
Maite Aurrekoetxea: Sí, pero es muy obvio que todos, también ABAO con ABAO Txiki, están focalizando sus esfuerzos en afianzar e incrementar el público joven.
También interesa políticamente, pues se llega a las familias a través de los niños. ¿Cómo es la actitud familiar ante la música? ¿Cómo funciona ese tejido humano, ese triángulo estudiante, familia, conservatorio?
Maite Villate: Tenemos diferentes perfiles, como es lógico. Por un lado tenemos un perfil muy claro, el de los padres y madres (que en bastantes casos han estudiado música aunque no hayan acabado profesionalizándose) que consideran que estudiar música tiene unos beneficios demostrados para sus hijos, estos son los más fieles y en general sus hijos e hijas son los alumnos que más destacan, porque están muy respaldados. Para que el triángulo que mencionaba funcione tienen que funcionar padres y madres, si esa pata falla el alumno no va a progresar. Es primordial.
Tenemos otros que funcionan solos. Están en el conservatorio porque les apetecía y porque además les gusta, pero son un porcentaje pequeño. Y luego tenemos otro grupo, el de los estudiantes que no están tan respaldados en el hogar y que se van tambaleando, algunos logran terminar y otros se dan de baja.
Maite Aurrekoetxea: O aguantan hasta acabar el grado elemental y lo dejan ahí. Estoy de acuerdo con lo dicho con Maite, pero abundaría en que en el grado elemental hay padres y madres que consideran que esto es una extraescolar, una semiguardería. Esos caen de su propio peso, la música requiere un esfuerzo. Como centro somos privilegiados. Tenemos alumnos de gran categoría, porque pueden con el colegio y pueden con la música, que es una carga fuerte, carga horaria de asistencia al centro y carga por el esfuerzo en casa.
Maite Villate: Es cierto, los alumnos que avanzan en el centro y terminan una buena formación musical son alumnos normalmente muy destacados en el instituto o en otros estudios. No sabemos qué es antes, si la música les ayuda a estudiar o ellos pueden con la música porque tienen predisposición a estudiar todo.
En el terreno de la música como preescolar, hay padres que separan a sus hijos de los estudios musicales argumentando: es que al niño o la niña no le gusta. La cuestión es: ¿tendrían la misma actitud con el inglés? ¿No deben los responsables familiares entender que la música es tan exigible e irrenunciable como cualquier otro ámbito de formación? Piensen en los países que declaran derecho constitucional el aprendizaje de la música, ¿dónde estamos nosotros)
Maite Aurrekoetxea: Todavía muy lejos. Cuando yo tenía 16 o 17 años me movía en el ámbito de la dirección de coros. A los 18 estaba en el momento crítico de decir: ahora o bien me lanzo a estudiar música o bien voy a la universidad, debo elegir. Ese verano de cierta indecisión yo estaba en Alemania, y allí comenté a la gente que había decidido estudiar exclusivamente música. Abrían los ojos de par en par, con admiración. En cambio al regresar aquí parecía que te tenías que justificar, y además de estudiar música yo estudiaba idiomas como para compensar que no iba a la universidad.
Maite Villate: Conociendo este mundo también sabes que puede ser complicado como medio de vida, por ahí suelen ir los tiros. Pero sí, yo tuve una alumna a la que sometieron a un tercer grado en su colegio entre el director y el jefe de estudios. Iba a estudiar saxofón y le dijeron que iba a desperdiciar su vida, que hiciera medicina.
Arrate Monasterio: Que es el top.
Maite Aurrekoetxea: Es que todavía se considera más una carrera universitaria que unos estudios superiores de música, cuando metemos horas como en la mencionada medicina, o más.
Arrate Monasterio: Incluso dentro del currículo de la enseñanza obligatoria también estamos retrocediendo. Parece que avanzamos, pero hacia atrás.
Además de esa vertiente de la labor del conservatorio de puertas hacia adentro, ¿qué papel de dinamización debe jugar de puertas hacia fuera?
Arrate Monasterio: Visibilidad. Queremos ganar mucha visibilidad. Lo primero, hemos puesto en marcha ya nuestra presencia en redes sociales. Eso apunta en la dirección de anunciar los conciertos y actividades mucho más que lo que se venia haciendo. Hemos tenido conciertos impresionantes en el auditorio del edificio con muy poca gente en el público, de artistas que hacían el mismo programa aquí un día y al día siguiente llenaban la sala de cámara del Euskalduna Jauregia. Así que queremos mejorar nuestra comunicación.
También queremos que los profesores colaboren para sacar a los alumnos y alumnas a otros espacios: escuelas de música, otros auditorios, otros centros… Todo esto contribuye a aumentar la motivación de los alumnos.
¿Los niños perciben venir al conservatorio como un castigo o como un placer? ¿Son curiosos hacia la música?
Maite Villate: Yo creo que como un placer. En un plano personal, porque voy a hablar de mi propia hija que es alumna del centro, veo que para ella venir al conservatorio es un placer. Martes y jueves son sus mejores días porque viene a música. No sé cuál es la razón, sólo tiene nueve años y por lo tanto le gusta la música hasta cierto punto. Creo que aquí percibe sensación de tranquilidad y eso le encanta, porque es lo contrario de la rutina en su ikastola, que es un espacio muy diferente. En la ikastola tienes que trabajar para alcanzar y mantener un rol, mientras que el conservatorio es un remanso de paz. Se sienten muy a gusto y además crean buenas amistades.
Arrate Monasterio: Respecto a la curiosidad hacia la música sí que la sienten, pero además hay que hacérsela sentir. En ese sentido la labor de los profesores es muy importante: incentivar su curiosidad.
Maite Villate: Dos de nosotras somos pianistas repertoristas. A menudo nos preguntan si al final de la clase pueden tocar algo que les gusta, por ejemplo algo de Rihanna. Pues claro que pueden tocarlo, los últimos minutos están muy bien para esas cosas y es bueno que tengan la inquietud de descargarse partituras. Hay otros alumnos que no la tienen y tampoco pasa nada.
El equilibrio que debe alcanzar el conservatorio entre los recursos de todo tipo que necesitan la actividad académica y la visibilidad va a marcar un sesgo, quizá un rumbo a su gestión.
Maite Aurrekoetxea: La cuestión es que el esfuerzo curricular ya estaban ya se hacía. Nosotras tres siempre hablamos muy bien de nuestro profesorado. En general, los docentes dan lo máximo y lo han hecho tradicionalmente, esforzándose para sacar lo mejor de sus alumnos. Nuestro análisis cuando lo comentábamos era una constatación: no se comentaba lo que se hacía, no había proyección, no se veía el resultado. Por eso incidimos en la esa parte, que es donde se producía una carencia increíble. Como equipo directivo confiamos en que el trabajo del profesorado va a seguir ahí y por eso vamos a impulsar la comunicación y la difusión. Queremos cambiar la imagen del centro con las acciones. Poco a poco, pero sin pausa.
Hablan de confianza en el profesorado. Ustedes quieren introducir cambios y van a implantar un modelo de dirección consuetudinario, ¿cómo van y cómo creen que irán las relaciones con los y las docentes? ¿Se harán cómplices?
Maite Aurrekoetxea: Justo antes de iniciar esta conversación he estado hablando con un profesor que acababa de abordar un problema con Maite, como jefa de estudios. Me decía: qué gusto hablar con vosotras. ¿A qué se refería? A que entre nosotras tres damos la máxima fluidez a la información, de modo que si una no está las otras conocen los asuntos y pueden colaborar. Eso aporta proximidad, algo tan simple como proximidad, y también facilita una mayor flexibilidad en la respuesta a retos, dificultades y oportunidades. La recepción ha sido muy buena, también entre el personal no docente.
Recientemente se ha producido un acontecimiento cultural de gran potencial en el edificio sede del conservatorio, y ha sido la puesta de largo oficial de Dantzerti, la escuela superior de danza y arte dramático de Euskadi. Esa coincidencia en el espacio lleva a pensar en el edificio como una pequeña Juilliard School: suma la música, la danza y el teatro, como el mítico centro neoyorquino.
Maite Aurrekoetxea: Era algo que teníamos que asumir sí o sí, y desde el punto de vista de tener que compartir el edificio parece que hemos perdido algo, pero eso sólo desde una mirada superficial, en realidad nuestra actitud es de mucha ilusión. Las confluencias entre esas artes y la música son evidentes. La fusión entre música, danza y teatro es algo natural, abre muchas posibilidades, abre un mundo.
Arrate Monasterio: Hay mil posibilidades de actuaciones multidisciplinares, bien que ellos colaboren en nuestras óperas de fin de curso, o que nosotros pongamos música a sus trabajos… Trabajar con proximidad supone un privilegio mutuo.