Gara: “Mi primera impresión de la BOS fue que podíamos crecer juntos”
Mikel Chamizo /
Hace poco más de dos semanas Erik Nielsen dirigió por primera vez a la BOS como su nuevo director titular, en un concierto en el que compartió protagonismo con Joaquín Achúcarro y que vio colas de gente para entrar al Euskalduna. Fue la inauguración más exitosa de la Orquesta en sus últimas temporadas, pero Nielsen tendrá que demostrar que puede mantener ese interés en los próximos años.
Nacido en Iowa en 1977, Nielsen es el primer director estadounidense que toma el mando de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa (BOS) en sus más de 90 años de vida. Nielsen es un experto en ópera –su primer contacto con la BOS fue, de hecho, en el foso de la ABAO– y tiene ideas muy claras sobre cómo proseguir la evolución de una orquesta que, tras las titularidades de Juanjo Mena y Günter Neuhold, está en uno de los mejores momentos artísticos de su historia.
Nació usted en los Estados Unidos pero se mudó a Europa para finalizar sus estudios de dirección. ¿Por qué lo hizo?
Empecé a tocar el piano con cinco años, el oboe a los diez y el arpa con once. Estos dos últimos instrumentos fueron muy importantes para mí, porque cuando tocas el oboe te sientas en el centro mismo de la orquesta, el sonido te rodea, y el arpa te da otro punto de vista complementario. Me gradué en Nueva York y después estudié dirección en el Curtis Institute de Filadelfia, pero no terminaba de entender la música alemana, la de Wagner o Strauss, entre otras razones porque no hablaba el idioma. Decidí ir a Alemania para familiarizarme con la lengua y su lenguaje musical, y lo pude hacer en el seno de la Filarmónica de Berlín, donde toqué como ayudante de arpa durante un año.
De allí pasé al foso de la Ópera de Fráncfurt como pianista correpetidor. Cinco años más tarde por fin comencé a subirme al podio y a construir paulatinamente un repertorio de obras, trabajando como Kapellmeister del teatro en muchísimas producciones de ópera.
Escogió usted el camino más lento. Muchos directores jóvenes tratan de coger cualquier atajo hacia el éxito.
Yo tenía claro que ser un director joven no es fácil. Lo más sencillo es ser muy carismático y dirigir de forma extravagante para llamar la atención, pero mis referentes, mis ídolos, son directores como Sawallisch, muy mayores, con mucha experiencia y miles de horas de música a sus espaldas. Tampoco me interesa la especialización, centrarme en dirigir solo Rachmaninov porque me salga un poco mejor que a los demás. La meta de cualquier director debería ser abarcarlo todo, desde la ópera al sinfónico y del Barroco al contemporáneo.
Su primer contacto con la Bilbao Orkestra fue en el 2012, en una producción de «La ciudad muerta», de Korngold, en la ABAO. ¿Qué impresión se llevó de aquel primer encuentro?
Me quedé muy gratamente sorprendido con la orquesta. Hay que entender que la obra de Korngold es extremadamente difícil: una cosa es tocar Mahler o Shostakovich, pero me gustaría ver a grandes orquestas como la Filarmónica de Berlín o la del Concertgebouw de Amsterdam preparando una obra como “La ciudad muerta” en sólo un fin de semana. En Bilbao, en cambio, me encontré el clima perfecto para hacerlo, los músicos tenían la mejor disposición para trabajar todo lo que hiciera falta y sacar adelante una obra tan compleja. Disfruto trabajando con una orquesta cuando partimos de lo que somos pero logramos construir algo mejor, Y con la Orquesta de Bilbao tuve esa sensación, que podíamos mejorar juntos, ensayo a ensayo, sin estancarnos.
Convertirse en director titular de una orquesta supone un entendimiento especial entre músicos y director. ¿En qué momento comenzó a pensar que la de Bilbao podría ser su orquesta?
Yo acepté en cuanto me lo pidieron, y si lo hubieran hecho tras aquella primera experiencia en 2012 también habría dicho que sí. Veo muy clara la oportunidad de construir algo juntos en Bilbao. Aún estamos conociéndonos y la comunicación no es fácil. Tenemos que hacerlo en inglés, pero el idioma es sólo cuestión de tiempo. Lo verdaderamente importante en un titular es que sepa elegir la música que debe tocar la orquesta en cada momento, y cómo hacerla crecer en calidad a través de ese repertorio. Ser inteligente en esa elección es lo que nos permitirá evolucionar juntos. Cuando un director titular es sustituido a los dos o tres años de haber sido nombrado, normalmente es porque no ha sabido entender lo que la orquesta necesitaba tocar.
¿Qué puntos fuertes ve en la orquesta en su estado actual, y qué otros aspectos cree que se podrían mejorar?
Lo más destacable de la orquesta es su flexibilidad, son capaces de defenderse muy bien con cualquier estilo. Y es una orquesta seria: esta mañana he llegado al ensayo a las diez en punto y estaban todos preparados para empezar a trabajar, algo que no siempre ocurre en muchas orquestas. En cuanto al sonido, a mí me interesa lograr que la orquesta sea muy equilibrada. No me gusta cuando los metales tocan demasiado fuerte, aunque sea espectacular, o cuando las familias suenan forzadas por lograr un efecto interpretativo concreto, por ejemplo, que las cuerdas suenen muy rusas en Tchaikovsky. Prefiero una ejecución sostenuto y un sonido orquestal muy homogéneo, y que brillen tocando Tchaikovsky por su rendimiento como grupo y no por la capacidad individual de los solistas. Acaban de entrar muchos músicos nuevos en la plantilla de la orquesta. Va a ser un experimento interesante ver cómo podemos reconstruir el sonido de la orquesta, sin que por ello deje de sonar a la BOS de siempre.
Con los efectos devastadores de la crisis muchos conjuntos europeo miran a los EEUU. Allí apenas se dan subvenciones y las orquestas han aprendido a subsistir por su cuenta. ¿Cree que se pueden implantar algunas de esas estrategias comerciales en Bilbao?
No estoy tan convencido de que los Estados Unidos sean un buen ejemplo, porque allí hay un interés económico en todo lo que se hace. Yo lo veo como un gran problema y hace que se traicione la confianza en el público, programando una y otra vez las mismas piezas populares con el único objetivo de vender lo máximo posible. Para mí eso es un fracaso total en la programación. Sin embargo aquí, la administración de la orquesta está abierta al riesgo. Hace poco, por ejemplo, hemos hecho una obra de Stravinsky, pero una prácticamente desconocida. Me gustaría que cuando la audiencia venga al Euskalduna sepa que va a descubrir algo nuevo, bien sea un compositor o una pieza inusual. Por otra parte, el Euskalduna es un auditorio muy grande, quizá demasiado para Bilbao. En vez de verlo como un handicap, yo prefiero verlo como un espacio con el potencial de ser llenado con personas que no suelen, o no pueden, venir a los conciertos: estudiantes, parados, niños con problemas de aprendizaje, gente que sufre de alguna enfermedad… Nos esforzaremos para que con nuestro trabajo hagamos felices al mayor número de personas, no estamos aquí por el dinero.
Al anterior director titular de la BOS se le criticó a veces por centrarse más en ciertos repertorios que en otros. Pero usted, en su primer temporada, parece que quiera demostrar que puede moverse en todos los terrenos, desde Mozart y Bruckner al jazz.
Me hace mucha ilusión dirigir el concierto de jazz de este año. Es un mundo completamente diferente al clásico, pero que al final de los ensayos también nos aportará algo a nuestro crecimiento como orquesta. Es importante que toquemos músicas muy diferentes y en las primeras dos temporadas así lo haremos. Pero también me estoy guardando ciertas obras que no abordaremos hasta que crea que estamos listos para ello. Por ejemplo Debussy, que es el maestro del detalle, y que me exigirá hablar más de la cuenta para explicar mis ideas. Hasta que no nos entendamos al 100% no lo programaré. El primer gran reto para mí con la BOS va a ser dirigir “La consagración de la primavera”, de Stravinsky, al final de esta temporada.
Tiene usted un fuerte compromiso con la música contemporánea. ¿Cómo va a programarla?
Me parece un privilegio poder abrir una partitura que nadie antes que tú ha tocado ni grabado, tener en tus manos una música virgen y mostrársela al público por primera vez. Además la música contemporánea te lleva al límite de tu técnica como director, solo a través de ella puedes demostrar que oyes y controlas cada detalle de una partitura. Por eso me fascina conocer quién fue el director que dirigió por primera vez las obras maestras de la historia, porque su trabajo sentó las bases para todas las interpretaciones que llegaron después. Es mi deseo, y también mi obligación, programar y defender las nuevas músicas con la BOS. El problema es cómo hacerlo, cómo darles su valor, que no tengamos que meterlas con calzador en los diez primeros minutos de los conciertos, como hacen muchas orquestas. Para eso buscaré la complicidad del público de Bilbao que, tiene buena disposición para los nuevos repertorios.