DEIA: De Villa-Lobos al mundo
Asier Vallejo Ugarte
Palacio Euskalduna. 6-II-2014. Temporada de la BOS. Sinfónica de Bilbao. Director: Isaac Karabtchevsky. Obras de Fernández, Ricciardi, Villa-Lobos y Chaikovski.
A inicios del siglo XX comenzó a desarrollarse en América una nueva conciencia musical que llevó a muchos de sus compositores a venir a Europa para conocer de primera mano los caminos que iban tomando las vanguardias. No por ello dejaron atrás sus raíces y fruto de ese intercambio cultural las obras de ciertos músicos latinoamericanos empezaron a darse a conocer en las salas de conciertos europeas. En la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 se escuchó música de Heitor Villa-Lobos, gran figura de la composición brasileña de entonces y de siempre. Sus Bachianas Brasileiras mantienen intacta su popularidad. La Quinta sobre todo, pero también las demás. Isaac Karabtchevsky y la BOS pusieron en valor los ecos populares de la Cuarta (1930-41), sentido homenaje a Bach desde una música bien esmaltada y de líneas muy puras. En su Preludio la cuerda sonó sumamente nítida.
Villa-Lobos es un vecino incómodo para cualquier otro compositor de su país, incluso para Óscar Lorenzo González, en cuya Batuque (1930) hay resplandores que atrapan. La obertura Candelárias (1994) de Rubens Russomanno Ricciardi, presente en la sala, es el recuerdo de la masacre en la que ocho jóvenes perdieron la vida por disparos de la policía militar frente a la Iglesia de la Candelaria, en Río de Janeiro. No es una música que se mueva en la violencia, sino en el duelo, en el patetismo. Trata de ser elegíaca, tal vez, sin lograrlo plenamente.
Karabtchevsky pareció empequeñecerse un poco ante la Cuarta (1878) de Chaikovski. Puede con sus casi ochenta años (no los representa en absoluto), evita los excesos melodramáticos, hace sonar francamente bien a la orquesta y controla los diferentes planos, pero esta sinfonía tiene más fondo y más música. Contenerse y tomar distancias con ella tiene un precio. Por matices, lirismo y sentido estructural la interpretación fue admirable; por contrastes, tensiones y claroscuros no tanto, especialmente en el movimiento inicial, al que le suele venir bien un tono más opresivo. En el Finale, un Allegro sin demasiado fuoco, los metales y la cuerda remontaron el vuelo y dieron sentido al aliento dramático que palpita en cada nota de esta música volcánica e intensa como muy pocas.