Mikel Chamizo /
Entrevista cedida por Mikel Chamizo / Gara
Gara: «Me inspira más la cultura popular que los temas hiperintelectuales»
La Orquesta Sinfónica de Euskadi comenzó el lunes la gira de su segundo concierto de abono de la temporada. Dirigidos por Ari Rasilainen, los músicos de la OSE abordan un programa titulado Viaje de Inglaterra a Italia en el que destaca el estreno absoluto de una obra del joven Xabier Otaolea, Agartha, en la que propone un trayecto hasta la legendaria ciudad de los muertos en el centro de la Tierra.
Desde nuestro punto de vista occidental, muchos temas que trata el ánime son terriblemente enrevesados, pero a menudo son también oscuros para los propios japoneses
El bilbaíno Xabier Otaolea es uno de los compositores vascos más jóvenes que ha programado la Orquesta de Euskadi en sus conciertos de abono. Su obra Agartha, que ha pasado ya por el Principal de Gasteiz y el Baluarte de Iruñea, recalará esta tarde en el Euskalduna de Bilbo (por ayer) y el jueves y viernes en el Kursaal de Donostia.
Agartha es el nombre que recibe en el esoterismo la ciudad de los muertos en el interior hueco de la tierra. ¿Cómo se le ocurrió inspirarse en esta leyenda?
En mi música siempre parto en una idea extramusical, y en el caso de Agartha se cruzaron en la misma época dos referencias: la película Viaje a Agartha de Makoto Shinkai y una biografía de Hitler en la que se hablaba de su interés por el esoterismo y, concretamente, de la expedición que envió a los polos en busca de una posible entrada al reino de Agartha. Investigando un poco más descubrí que el de una ciudad en el centro de la Tierra es un tema recurrente en varias culturas y religiones, y esto fue alimentando mi imaginación hasta que decidí verter en música mi propia visión del mito.
Viaje a Agartha es una película de anime. ¿Le interesa la cultura popular? Mucha gente ve la música contemporánea como un territorio intelectual y desconectado de lo popular
Es cierto que se trata de anime, pero no diría que se trata de una propuesta comercial. Al menos si la observamos desde un punto de vista occidental, muchos temas que trata el anime son terriblemente enrevesados, algunos incluso oscuros para los propios japoneses. En cualquier caso, a mí me inspira más la cultura popular que los temas hiper-intelectuales a los que suelen acudir muchos compositores. Si me atrae y me inspira, no tiene por qué ser complejo.
¿Cómo ha traducido el mito de Agartha a sonidos?
La obra es casi programática, se podría describir como un viaje personal a Agartha: una travesía en primera persona hacia el centro de la Tierra. El principio es pausado, una suerte de reflexión, pero pronto se rompe con la agitación de la llegada a la ciudad. Comienza entonces un contrapunto gigante, con todas las cuerdas de la orquesta divididas, como si fueran un gran conjunto de almas que vaga lentamente, como una idea latente de lo que está vivo y lo que está muerto. Se trata de una propuesta delicada, no una música pensada para sorprender al público y ganarlo con la potencia del sonido orquestal.
En este momento tiene otro trabajo en las pantallas: la música que escribió para el corto de Gracia Querejeta en la película Kalebegiak. ¿En qué mundo se siente mejor, en el de los auditorios o en el de las salas de cine?
La música unida a la imagen es para mí un ideal de un arte más completo. Disfruto de hablar con el director para conocer su guión, y sobre él escribir un guión paralelo con la música, sin que se quede nunca en segundo plano. Una banda sonora creo que debe ser un contrapunto enriquecedor, no un simple acompañamiento. La música contemporánea, por su parte, me sirve cuando quiero interiorizar más en algunas ideas musicales. Y también me apetecen mucho los proyectos populares, como el de arreglos de canciones para el txistulari Garikoitz Mendizabal, que llegará pronto al Euskalduna de Bilbo.