Mundoclasico: Nos siguen robando el aire
Joseba Lopezortega /
Bilbao, miércoles 26 de abril de 2017. Euskalduna Jauregia. Carmen Solís (Gernika), Federico Gallar (Podio), Gustavo Peña (Gogor), Fernando Latorre (Aitona), Miguel Ángel Arias (Rey). Sociedad Coral de Bilbao (Enrique Azurza, director de coro). Orquesta Sinfónica de Euskadi. José Ramón Encinar, director. Igor Stravinsky: El pájaro de fuego. Suite (versión 1919). Francisco Escudero: Escenas de “Gernika”. Aforo: 2.164. Ocupación: 75%
El 26 de abril se cumplían 80 años del bombardeo de Gernika, y la Sinfónica de Euskadi tiró de manual para conmemorarlo, ofreciendo una selección de escenas de algo menos de una hora de duración de la ópera de Francisco Escudero Gernika, un título que interpretado en su totalidad se hubiera ido a las dos horas y que está estrechamente unido a la historia de la propia orquesta y desde luego de la Sociedad Coral de Bilbao, que se la encargó a Escudero y que la cantaba en este programa de abono de gran carga emocional dirigido por Encinar. Misma orquesta, coro y director que en la grabación realizada en 2008 para el sello Decca, edición cuyo depurado diseño gráfico -obra de Valentin Iglesias- protagonizaba también la comunicación visual de esta efeméride. Así que la interpretación de Gernika era, además de una conmemoración, una mirada introspectiva para la propia orquesta vasca, cuya historia encierra un sólido vínculo con la partitura de Escudero.
Gernika no se ha escenificado nunca, pero sí se estrenó íntegramente en concierto en Bilbao hace 30 años. Supongo que la OSE habrá tenido sus razones para programar ahora esta selección, esta poda cuidadosa pero drástica. Lo escuchado, empero, fue suficiente para volver a presentar al público el poderoso estilo personal de Escudero, reconocible y firme, y al mismo tiempo tan presa de su tiempo: los diálogos resultaban inocentes, devorados por muchos clichés y por un simbolismo algo primario; y sin embargo eso no importaba, pues la personalidad musical de Escudero se imponía. Difícil conjeturar si Gernika llegará a escenificarse o no, pero es una composición de calidad, con escenas musicalmente brillantes y con la capacidad de trasladar al público al centro de su propuesta estética y conceptual, el bombardeo fascista. Escudero supo trasladar a la partitura con gran inteligencia el estupor, la impotencia y el daño incalificable causado por la aviación alemana el 26 de abril de 1937.
La Coral de Bilbao, que realmente no tenía en estas escenas otro cometido relevante, sí tenía la obligación insoslayable de hacerse quejido, rabia y desolación bajo las acometidas de una orquesta impetuosa y ensoberbecida, con un habilidoso y eficaz aparato de percusión creado primorosamente por Escudero y manejado con habilidad y rigor por Encinar. Un señor bombardeo, se diría, un señor bombardeo que escuchado ochenta años después sigue aplastando e indignando. Para que eso suceda es necesaria una partitura viva y bien urdida. Por este lado, de nota. El resto de las escenas, desactivada en parte la potencia que pudieran tener sus símbolos treinta años atrás y algo esclavizadas por los textos, se hicieron muy bien por parte de la orquesta y bien por parte del elenco, sin aportaciones sobresalientes pero equilibrado, entregado y con buena calidad en su conjunto.
En la primera parte del programa se había interpretado El pájaro de fuego. José Ramón Encinar estuvo irreprochable, dando una buena versión, medida y precisa, estrechamente pactada entre el director y la orquesta, muy colaborativa y planteada de forma placentera. Pero Gernika la disipó en apenas unos compases, imponiendo su ley y la negra sombra de la memoria. Había bastante público en el auditorio, pero muy poco oxígeno: aquellas bombas criminales nos siguen robando el aire.