Joseba Lopezortega /
El atrio es el espacio que precede a la entrada de un edificio. Tiene un atrio condición de acceso y vocación de pasaje, de unir dos mundos: el bullicio del foro con el templo, la intemperie con la casa o, metafóricamente, el silencio o el ruido de la calle con la música. Realizado en el atrio de Azkuna Zentroa, este retrato de grupo de Behotsik sintetiza la vocación de esta orquesta por aproximar la música a los públicos, por acercar entre sí el arte y las gentes, por convocar a esa maravillosa y efímera experiencia que es un concierto.
La fotografía de Gaizka Peñafiel retrata muchas cosas. Retrata ante todo a una formación plural, moderna, a la que sigo y a la que admiro desde hace tiempo; una formación con tal frescura y buen tino que a veces merecería un análisis detallado por parte de organizaciones con medios e implantación muy superiores pero menos vivas o, quizá, más descreídas. No se aprecia cansancio en Behotsik, sino ganas de brega. Parecen divertirse.
El pasado junio asistí a una representación de La flauta mágica en el Teatro Campos Elíseos de Bilbao. Tenia pendientes unas palabras sobre aquella función, puesta en escena con Ópera Divertimento. En términos globales, la función fue preciosa: una ventana al oficio de cantar y actuar, de un honesto correr el telón para ofrecer lo mejor de cada uno, encandilando a niños y mayores; una función también oscura, profundamente imbricada en La flauta mozartiana, en la que se inoculaba en el público el veneno exquisito de la música, la fantasía y el teatro. Pobres pequeños allí sentados, mordidos por la ópera en su más tierna infancia.
En el foso estaba Behotsik, y yo sentado de tal manera que veía todo el foso y también veía trabajar a Igor Giménez, el director. Disfrutaban. Del foso emanaba la buena música y también surgían la luz y la alegría, y en el teatro reinaba la euforia, esa sensación tan potente y placentera cuando alcanza a ser contagiosa.
Quizá el atrio de Behotsik es el espacio donde el contagio se produce, donde el poder arcano y fascinante de la música hiere a una sociedad ayuna de detenerse, sentarse y escuchar. Una gran labor y un enorme y admirable empeño.
Me encanta Behotsik.