Mundoclasico: “El viento en las velas”
Joseba Lopezortega /
Bilbao, 2 de octubre de 2019. Euskalduna Jauregia. John Corigliano: Promenade overture. Edgard Varèse: Tuning up. Steve Reich: Clapping music. Mikel Chamizo: Navigare necesse est. Arnold Schoenberg: Erwartung. José María Usandizaga: Dans la mer. Mojca Erdmann, soprano. Sociedad Coral de Bilbao. Enrique Azurza, director. Orquesta de Euskadi. Robert Treviño, director. Aforo: 2.164. Ocupación: 70%.
Loable esfuerzo de la Orquesta de Euskadi para que el primer concierto de su nueva temporada no pudiera confundirse, de ninguna manera, con el último de una temporada anterior. El programa estaba pensado como un hito, como una señal que era al mismo tiempo una sombra y una incertidumbre, pues nadie sabía qué se iba a interpretar y si alguien lo sabía o plaza a plaza se iba enterando, jugó también y preservó el secreto. Y había más cosas bajo esta invitación al juego, que era en realidad un guiño conceptual a la incertidumbre que acompaña a todo viaje en sus inicios: cuatro de las seis obras las interpretaba la orquesta por vez primera, una era estreno absoluto y la sexta, de Usandizaga, cerraba el programa y era como el regreso a un hogar cálido y con olor a pan tostado. El inicio de la temporada no fue una ocurrencia sin implicaciones y sin riesgos, casi al contrario: ahí estaban Corigliano, Varèse, Reich, Schoenberg y Chamizo, creador del estreno absoluto del programa, así que: ¿qué escondía realmente la aparente frivolidad lúdica de la cita? Un pequeño y conocido manifiesto: no hay presagio posible para la Música, no es previsible; todo concierto es un viaje. Las evidentes raíces pop de las primeras obras se contrapesaban con la solidez musical y conceptual de Chamizo y con la siempre subyugante Erwartung de Schoenberg; Usandizaga remansaba y sosegaba, y todo esto sin interrupción, en un continuo sin pausas que alteró sin duda la textura de las obras, pero más todavía la zona de confort rígida que se asocia al ritual de los conciertos sinfónicos. Y aquí convergía el público como pieza esencial del puzzle, el serio -casi adusto- público de Bilbao, yo creo que algo perplejo al sentirse inquietado en su butaca a través de esta propuesta que buscaba el des-concierto.
En lo musical, las obras de Corigliano, Varèse y Reich bautizaron la temporada con un aire despreocupado, propio de los Proms londinenses o de los pops de cualquier buena orquesta norteamericana. El contraste fue enorme cuando llegó el momento del estreno de Navigare necesse est, de Mikel Chamizo, una obra densa y muy trabajada, una construcción sonora rica en texturas y anclajes que abre una serie de cinco encargos a otros tantos compositores con el objetivo, ambicioso y radiante, de conmemorar el periplo de Elcano, primer circunnavegador de la Tierra, a través de las cinco obras. Chamizo arrastró al público al vértigo inicial de aquella descomunal aventura. Navigare necesse est hurga en la entrega colectiva previa a un viaje imprevisible e inexorable; explora el miedo y la voluntad, el soplo heroico, la rendición al destino y la mera obstinación, pues no hay nada de leyenda mientras todo está por hacerse, sólo el día a día y el viento impredecible en las velas. La declamación de los víveres y enseres embarcados para la expedición no describe un cargamento, sino un acervo cultural y marinero tensado al límite. La gesta de Elcano es ante todo un hecho universal que Chamizo comprende y contempla a una escala adecuadamente global, mirando desde muy alto. La música es muy culta y evocadora, está impecablemente escrita y evidencia una mirada depurada y absorta, cautivada por cuanto hay de inimaginable en la figura de Elcano, alguien con la fuerza necesaria para llevar al límite las costuras de su propio tiempo. Chamizo rinde homenaje a aquel marino y aquella época y lo hace sin renunciar ni un ápice a su condición de compositor plenamente inmerso en su propio presente y en la música más viva. Espero poder escuchar de nuevo Navigare necesse est pronto y en su totalidad. Y aplaudo no sólo esta obra, sino la iniciativa que la ha promovido como pieza autónoma de una visión cultural y musical de gran alcance. El Proyecto Elcano está llamado a marcar época.
Erwartung se interpretó bien, aunque resultó perjudicada al verse literalmente embutida entre la obra de Chamizo y la de Usandizaga. Necesita y merece silencio antes, necesita y merece silencio después. Exige marcos. La versión de Treviño no me dijo nada especial. Por su parte, Mojca Erdmann cantó muy bien, pero sin el peso vocal que pide esta ópera. Después sonó Dans la mer, de Usandizaga, cerrando el programa. Es una obra menor y bella, escrita por un compositor grande en el fulgor de su juventud, juventud que apenas había sobrepasado cuando falleció. Ni qué decir tiene que la Orquesta de Euskadi la hizo magníficamente. Usandizaga parecía recordarnos el peso de la pena: aquello que nos duele cuando el viaje, tempranamente interrumpido, no fue posible y sólo pudo y puede soñarse.